“Ya nadie quiere esconder su rizo”: la extraordinaria vuelta de la permanente al estilo Kim Basinger | Belleza, Pelo


El alisado japonés, a finales de los noventa. El boom de las planchas alisadoras domésticas, ahora llamadas stylers, primero de porcelana y después con innovadoras tecnologías sin cables o integradas en secadores. El fenómeno de los productos antiencrespamiento, desde champús a lociones, aceites, espráis y tratamientos. La queratina, en la década de 2010. Salvo contadas excepciones como la fiebre por las ondas surferas de Gisele Bündchen, en cuestiones de cabello los últimos 20 años han tratado de alisar, estirar, pulir, planchar y eliminar pelos discordantes, ondulados, rebeldes y ensortijados. La guerra al bucle estaba estrechamente relacionada con un ideal de belleza representado en una melena lisa y larga. Pero el mundo ha cambiado, la forma de entender la belleza también y la diversidad está tomando las riendas: si el 40% de la población caucásica europea tiene el cabello ondulado y un 15% rizado, cifras que llegan casi al 100% en la población afrodescendiente, ¿por qué nos empeñamos tanto en cambiar su estructura? Durante décadas casi nadie parecía estar conforme con el cabello que le había tocado, sin embargo, algo ha cambiado: la tendencia de realzar los baby hairs -también llamados “abuelos”-, esos pelitos cortos que aparecen en la línea de nacimiento del cabello, en la nuca o alrededor del rostro allanó el camino al regreso del rizo. Ahora la cosa va un paso más allá y parece que no solo estamos en un nuevo momento de oro para los rizos naturales sino que en 2023 vuelve la permanente rizada, aquella con la que las treintañeras de los 90 emulaban a Julia Roberts, Sarah Jessica Parker o Kim Basinger. Para prueba, algunas de las últimas apariciones de Katie Holmes o Emily Ratajkowski. Hablamos con Elías Pedrosa, estilista cofundador de Oculto Hair Club en Madrid, donde también es director creativo, y especialista en corte y tratamiento de cabellos rizados.

Julia Roberts en una imagen de 1989. Foto: Getty

“Cada vez más clientes, tanto hombres como mujeres, se interesan en este tipo de tratamientos. Pero sobre todo he notado que ya nadie quiere esconder su rizo y me piden cortes de cabello para potenciarlo, tips de como cuidarlo y peinarlo para sacar su máximo partido”, nos cuenta. La onda que se busca ahora es algo diferente, apunta, “es más abierta, menos noventera. La técnica ha mejorado mucho para conseguir resultados más naturales y sofisticados, acordes a la moda de ahora. Es importante que el corte acompañe para que el look se vea fresco y actual”. La tecnología para conseguir una permanente rizada ha cambiado, añade este estilista, “así como la técnica ha mejorado, los productos que se utilizan han ido innovando para ser menos agresivos y dar mejor resultados en todo tipo de cabello”.

NEW YORK, NEW YORK – FEBRUARY 16: Actress Katie Holmes is seen walking in SoHo on February 16, 2023 in New York City. (Photo by Raymond Hall/GC Images)

Qué es exactamente una permanente y cómo cambia el cabello

“La permanente rizada es un proceso químico a través del cual se fija la forma deseada en el cabello. En este caso como lo que queremos conseguir es rizo, se utilizarán rulos o bigudíes especiales para este tipo de proceso. La duración en el cabello es indefinida, ya que una vez hayamos realizado este tratamiento, solo cortando el cabello conseguiremos eliminar el rizo. Es aconsejable mantenerlo y repetir el proceso cada 4-5 meses ya que la raíz del cabello seguirá creciendo y esto marcará una diferencia entre lo crecido y lo tratado”, explica este especialista. “Su duración dependerá también del tipo de rizo que queramos conseguir y el estado natural del cabello, es lógico que el efecto dure más si lo único que hacemos es definir más la onda que ya tenemos, que por ejemplo realizar un efecto afro en un cabello liso. Mi consejo es evitar hacerlo en cabellos demasiado lisos, ya que cuando crezca la raíz se notará más, pero está indicado para todo tipo de cabellos, e incluso para cabellos en los cuales el rizo no termina de coger forma y necesitamos esa aportación extra”.

Emily Ratajkowski se ha dejado ver en los últimos meses con la melena rizada. Foto: Getty

Lo que hay que tener en cuenta antes de una permanente

“Hay que tener en cuesta de que como su nombre bien dice, es un proceso químico permanente, con lo cual una vez realizado no se puede volver atrás. La única forma de recuperar nuestro cabello será con paciencia, tiempo y visitando la peluquería para ir cortándolo conforme va creciendo. Este proceso rompe la estructura capilar, con lo cual si intentamos revertirlo, el cabello se romperá. No es importante que el cabello esté natural o coloreado, pero no debería llevar mechas ni tratamiento de alisado permanente”, explica Elías Pedrosa. La longitud de la melena “dependerá básicamente del efecto que queramos conseguir, hay que tener el cuenta que el aspecto del pelo rizado tras hacer la permanente será significativamente más corto. Lo ideal antes de cualquier tipo de tratamiento como este es realizar un tratamiento profesional tipo Olaplex para reforzar la estructura interna capilar”, recomienda.

Cambiará tu pelo, pero también tus rutinas para cuidarlo

“Una vez realizado, es aconsejable cuidarlo con productos que hidraten y aporten proteína al cabello, tanto champú como acondicionador siempre que lo lavemos y una vez a la semana, mascarilla. Es importante decir también que aunque el cabello tenga una permanente rizada, no se va a peinar solo, tendremos que utilizar una crema de forma y un difusor si queremos verlo en todo su esplendor”, recuerda este estilista.

Avisos importantes para las que llevan coloración (o están pensando en teñirse después del tratamiento)

Una de las preguntas recurrentes a la hora de plantearse una permanente rizada es cómo afecta la coloración al proceso: Si llevo coloración, ¿puedo hacerme una permanente rizada? “Sí, siempre y cuando no sean mechas con decoloración o una decoloración global. Existe una permanente específica para cabellos teñidos. De todas formas deberá de ser el estilista encargado de realizar el trabajo, quien evalúe su estado y decida si se puede realizar el tratamiento o no”, apunta Elías Pedrosa. Y una vez hecha la permanente, ¿tengo que esperar para hacerme coloración? “Lo mejor entre procesos químicos es esperar de una a dos semanas para poder asegurar el éxito del tratamiento y que no interfiera ningún compuesto oxidativo de la coloración”.

Kim Basinger, con cazadora de cuero y melena rizada en una imagen de 1990. Foto: Getty

¿Qué pasa con el corte? ¿Deberíamos olvidar las capas?

El corte es una de las claves para que una melena rizada se vea bonita. En opinión de este experto, “es algo imprescindible. Puedes tener un rizo precioso, pero si el corte no está bien ejecutado… desastre absoluto. Mucha gente no descubre que le encanta su rizo hasta que lo cortan correctamente”, apunta. La técnica o tipo de corte a realizar dependerá del efecto que queramos conseguir. “Tanto las capas como todo al mismo largo conseguirán efectos diferentes en el cabello, en el volumen y en la definición del rizo”, explica Elías Pedrosa, con lo que él siempre asesora a cada cliente hasta dar con la clave de lo que busca. “Me especialicé en cabello rizado porque vi una alta demanda de gente con rizos buscando buenos cortes pero pocos profesionales capaces de hacerlo y a día de hoy puedo contar que gran parte de mi clientela es de cabello rizado y con el boca a boca cada vez más. Culturalmente parecía que llevar el cabello rizado era igual a no llevarlo arreglado… Nadie nos enseña cómo cuidar un pelo rizado, y la mayoría de personas que conozco de pequeños han sufrido pequeños traumas por falta de tips de peinado. Es tan sencillo como hidratar bien el cabello, utilizar algún producto de definición que hidrate y quite el frizz y dejarlo secar natural, solo con esos pasos ya cambiará y lucirá mas bonito”.

Aunque estuvo tan de moda en los años noventa, la permanente no es un invento demasiado moderno. El 8 de octubre de 1906, el peluquero alemán Karl Ludwing Nessler fue el primero en hacer una demostración de permanente en su salón de peluquería londinense. Nessler combinó el método de un antecesor, el francés Marcel Grateau, que en 1872 había desarrollado unas tenacillas que al calentarse rizaban el cabello, con otras técnicas que empleaban tratamientos químicos: el proceso, llamado método de la espiral caliente, consistía en humedecer el pelo en una solución alcalina –en un primer momento era una mezcla de orina de vaca y agua–, y enroscar los mechones en unos rulos de metal muy pesados que se calentaban con una máquina eléctrica. El problema era que se tradaba seis horas en el proceso y las temperaturas que se alcanzaban eran demasiado altas. Aún así, Nessler perfeccionó su técnica y en 1909 recibió la patente por inventar la primera máquina de permanente con resistencia eléctrica.

En los años 30 llegó otra solución. Los químicos estadounidenses Ralph L. Evans y Everett G. McDonough idearon un revolucionario método para consegrui rizos sin aplicar ningún objeto caliente, sino a través de una sustancia química que, impregnada en el cabello, rizaba el pelo en un solo día. Aquel ungüento era demasiado agresivo con el cuero cabelludo y el cabello, pero puso las bases de la permanente moderna. Poco después, en 1938, otro estadounidense, Arnold Willatt, inventó la permanente en frío, que consistía en enrollar el cabello en pequeños rodillos y aplicar una loción (tioglicolato de amonio) que atacaba la estructura celular del pelo y destruía la queratina, la proteína que da forma y elasticidad al cabello, y la volvía manejable, a la que añadía otra loción oxidante para conseguir dar la forma ondulada. En aquella década las mejoras de las máquinas de permanentes fueron fundamentales para la evolución de este tratamiento, a cargo del suizo Eugene Suter y del español Isidoro Calvete.

En los últimos tiempos la tecnología ha evolucionado a técnicas menos agresivas que respetan el cuero cabelludo y, además, se ha aupado una metodología específica de cuidados para el pelo rizado, tanto en las redes sociales como en peluquerías. Así se presentaba el “método curly” recientemente El País: “El origen de esta tendencia se remonta a principios de los dos mil, cuando la estilista estadounidense Lorraine Massey quiso crear un guía que permitiera conseguir unos rizos bien definidos, sin rastro de encrespamiento, y sin recurrir a productos químicos. La experiencia de Massey se convirtió en un libro, Curly Girl The Handbook, y a partir de él se ha ido generando una comunidad que, a día de hoy, aglutina a millones de personas en todo el mundo. Su sistema, conocido como el #curlygirlmethod, sigue más vivo que nunca en las redes sociales, donde sus seguidores comparten consejos y experiencias para que cualquiera pueda ponerlo en práctica de manera efectiva”. El método, explica el artículo, se basa en la hidratación y en el respecto natural del cabello para conseguir unos rizos bonitos y voluminosos. “Para ello, en la rutina de limpieza y cuidado semanal se propone espaciar los lavados y nutrir bien el pelo utilizando productos específicos sin sulfatos, siliconas, aceites minerales o ceras. En el caso del pelo rizado se aconseja, además, no cepillarlo en seco y tratarlo cuando esté mojado. Se puede desenredar y moldear con las manos o con un peine de cerdas anchas”. Este método da carpetazo con la fiebre de las planchas para el pelo: “Tampoco se recomienda emplear ninguna fuente de calor sobre el cabello, así que los secadores o rizadores de pelo estarían desaconsejados”.

El cambio del culto al liso a la oda al rizo podría parecer una cuestión trivial si no fuera porque integra una celebración de la belleza más inclusiva y realista. Después de la revolución de las tallas (que por cierto está en cuestión después de las últimas semanas de la moda, que con tanto revival dosmilero han recuperado a la modelo delgadísima como estandarte) y de la celebración de la cana (que lucha contra el llamado ageism, o fobia a la edad, tan clásica de nuestra cultura), el regreso del rizo encaja a la perfección con la llamada estética Y2K que apela a las emociones a través de la nostalgia permitiendo a las marcas tirar de sus glorias pasadas para encontrar nuevos éxitos. Por eso no paramos de ver el regreso de innumerables tendencias (el pantalón de tiro bajo, los vestidos lenceros o el escote halter, por ejemplo, si hablamos de ropa; el perfilador de labios, las cejas gruesas o la permanente rizada, en la belleza) que romantizan y buscan reconstruir un tiempo que muchos de estos nostálgicos, pertenecientes a la generación Z, no vivieron. Pero que, parece, van a vivir ahora.





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