En la tragedia aflora lo mejor y lo peor de la condición humana. Hemos visto en estos días un despliegue conmovedor de solidaridad y bondad, hordas de gente que caminan con lo que tienen, pico y pala, ropa y comida y sobre todo esperanza para dar todo a cambio de nada. Otras que improvisan un centro de cuidados para acompañar y sanar a una persona con una fractura de fémur. También en medio de estas catástrofes tan devastadoras aparece la mezquindad y el oportunismo, los saqueos, los empujones, los arrebatos descontrolados de violencia. Esta mezcla no solo separa gentes. En el seno mismo de muchas personas surge la contradicción de sentires que nos contaba Walt Whitman y asoman al unísono la tristeza, la incomprensión, la ira, la desazón y la pérdida de sentido. Esa congoja para la que ni siquiera tenemos una palabra, la que el dibujante Javi Royo resumió en un dibujo de una tormenta en el interior de una cabeza. Decía: hoy llueve por dentro.
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