Acaba de comenzar en las costas peninsulares españolas una gran fiesta ornitológica con motivo de la migración primaveral. Millones de aves se aprestan a largos trayectos ―es crucial ser las primeras en elegir territorio― para, después, aparearse y nidificar. No se pueden ver todas las especies en todo el litoral español, sino que cada una tiene su lugar predilecto, un enclave donde poder estudiarlas a placer en riguroso silencio.
Hemos elegido una docena de escenarios ―humedales, en su mayoría―, en los que se confirma el hecho de que las aves se muestran muy dóciles y agradecidas si no se las importuna. A estos 12 sitios siempre es buena idea acudir con prismáticos, una guía de aves, cámara de fotos ajustable al telescopio y conexión a internet para identificar los sonidos de la naturaleza.
1. Gaviotas picofinas en Almería
Antes de convertirse en el padre del parque nacional de Doñana, José Antonio Valverde trabajó en Almería y se sorprendió por la riqueza faunística y botánica del Poniente almeriense y, más concretamente, del paraje natural de Punta Entinas-Sabinar, al que tenía por un Doñana en pequeño. He aquí el más claro testimonio de la Almería palustre, uno de los ecosistemas europeos con mayor riqueza avícola.
Entre Roquetas de Mar y Almerimar (El Ejido) se extiende una costa virgen de 15 kilómetros, cuyos aguazales y viejas salinas, pese a su declaración de sitio Ramsar (humedales de importancia internacional), pasan inadvertidos al gran público. La mezcla de hábitats en las 1.900 hectáreas de Punta Entinas-Sabinar resulta soprendente: desde un sistema dunar relicto con lentiscos y sabinas hasta marismas, humedales, saladares y estepas.
Una manera cuidadosa de acceder al paraje natural es hacerlo por la Puerta de Roquetas, al final de la avenida de Cerrillos, en el extremo urbanizado de Roquetas de Mar. Desde la acera de esta avenida, se domina la laguna del Hornillo, entre un clamoreo de hasta 15 especies distintas, sean somormujos, fochas o patos. ¡Miles de aves acuáticas!
Al poco de franquear la puerta queda a la izquierda La Gravera, humedal en el que deambulan calamones, con su plumaje azul eléctrico, y avetorillos. A 1,5 kilómetros de la entrada, al acabarse la recta que linda con las Salinas Viejas, empieza lo mejor. En pocos lugares de España nidifica la gaviota picofina, al ser tan selectiva a la hora de alimentarse como espantadiza, capaz de abandonar los pollos a la mínima incomodidad. Esta gaviota de pico rojo y fino atrae por su estilización y resulta muy parecida a la gaviota reidora cuando vuela, siendo de menor tamaño que las ubicuas gaviotas patiamarillas. Entre abril y junio los adultos nupciales de picofina adoptan unos atractivos tonos rosáceos, consecuencia de alimentarse de artemia salina, camarones y similares (parecida dieta a la de los flamencos). Otras especies valiosas son la malvasía cabeciblanca y la garcilla cangrejera, ambas en peligro de extinción, por no hablar de la cerceta pardilla, en situación crítica.
Después, sin salirse nunca del camino, podremos acabar de vislumbrar las salinas de Cerrillos o, si ya hemos fotografiado picofinas y flamencos, regresar por la ruinosa torre almenara de Cerrillos, cercana a la orilla del mar, por donde volveremos al coche. En total, unos 6,5 kilómetros de amena caminata. En verano, Turismo de El Ejido organiza visitas ornitológicas. Entre marzo y mayo conviene llevar repelente de mosquitos.
2. Buitres en los acantilados de Liendo
Atisbar una buitrera marina es una epifanía que solo acontece en tres lugares de Europa, uno de ellos el monte Candina de Liendo (Cantabria), reconocido como Important Bird & Biodiversity Area (IBA) y que, en breve, pasará a integrarse en el espacio natural protegido Montaña Oriental Costera.
La reproducción junto al mar de 110 parejas de buitres leonados no tiene que ver con su inclinación a comer pescado, sino a la tradicional presencia en esta comarca cántabra de ganadería de raza monchina, en peligro de extinción tanto o más que las rapaces, y su base alimenticia.
Este impresionante macizo está dominado por bruscos y salvajes cantiles kársticos que escasamente dejan lugar al arbolado. Desde la virginal playa de Valdearenas, pasada Sonabia (Castro Urdiales), la presencia permanente de buitres leonados es un no parar buscando las brisas marinas que chocan con el Candina; circulan, se elevan por invisibles círculos concéntricos sobre un eje vertical. Además de por su envergadura, que oscila entre 2,50 y 2,80 metros, sus gruñidos y silbidos distraen a los bañistas (muchos practicando nudismo). Pese a que la buitrera fue pasto de las llamas en 2022, la colonia se ha recuperado.
Entre agosto y octubre, pescadores, socorristas y vecinos están alerta para rescatar del mar a los pollos de buitres caídos de sus nidos. En caso de avistamiento, hay que llamar al 112. En Candina también se registra el paso de paíños europeos, alimoches, cormoranes moñudos, sin olvidar un curioso córvido alpino llamado chova piquigualda.
Quien suba a los Ojos del Diablo (grandes oquedades en la cima del monte Candina), podrá recrearse con el planear de los buitres leonados a la altura de la vista, teniendo como telón de fondo el cabo Cebollero y el Cantábrico. Se tardan unas dos horas en cubrir los 400 metros de desnivel, con fuertes repechos. El ornitólogo Javier López, a través de su empresa Mamutours, ofrece dos interesantes itinerarios ornitológicos por el macizo de Candina, tanto a viajeros en pareja como a grupos.
La posada Torre de la Quintana es una opción de alojamiento en la zona. La terraza del restaurante Las Encinas permite observar las buitreras mientras se disfrutan sus especialidades a la brasa. Más cerca de la playa está el bar La Ballena, un agradable asador de pollos. Los dos negocios reabren en Semana Santa y ambos colaboran con los proyectos de conservación del grupo local SEO-Castro.
3. En Urdaibai reina la espátula
En el Urdaibai Bird Center de la reserva de la biosfera de Urdaibai (Bizkaia), accesible también a pie desde Gernika por un sendero de 3,5 kilómetros, se pagan a gusto los siete euros que cuesta la entrada. Es un excepcional avistadero ornitológico situado en la zona alta de las marismas, la que congrega mayor biodiversidad, escala en las rutas migratorias de primavera que tienen su origen en el África subsahariana y destino en Dinamarca, Alemania y los Países Bajos.
La espátula común es el icono de Urdaibai, paraje en el que se ha convertido en residente. Su sola presencia es el mejor bioindicador de la salud ambiental de un territorio. Se trata de una zancuda similar a la garza, con un pico aplanado en su extremo con el que realiza en aguas someras barridos de derecha a izquierda en busca de quisquillas y pececillos. Los adultos presentan, además de ojos color zafiro, un vistoso moño, más prominente en la época de cría, en tanto que los adultos reproductores se engalanan la garganta para el cortejo con vivos colores, amarillo, rojo, anaranjado. Una torre de observación ―por no hablar de sus dos miradores― permite una vista cenital sin incomodar a un elenco compuesto por 80 especies de aves. Además de un dormidero de águila pescadora, se pueden ver cigüeñuelas, archibebes claros, zampullines, gallinetas o la única de las anátidas procedente de África, la cerceta carretona.
El equipamiento del centro se compone de prismáticos y telescopios, junto con cámaras de visión nocturna. El visitante está asesorado en todo momento por un personal que ilustra sobre las rutas europeas de la avifauna y sus principales aeródromos. Quien quiera vivir una experiencia Relais & Châteaux tiene muy a mano el hotel Castillo de Arteaga.
4. Moritos en Almonte
El arroyo de La Rocina es el responsable de la sobreinundación que permite a la marisma de El Rocío, en Almonte (Huelva), comportarse como una laguna, en tanto se secan el resto de las marismas del parque nacional de Doñana. Mantiene así, tras 11 años de sequía, una lámina de agua hasta casi el mes de julio que atrae a los visitantes alados. Un paraje privilegiado para observar la avifauna acuática de Doñana.
Desde la aldea de El Rocío se tardan 10 minutos a pie, por un paseo enmaderado, en llegar al Centro Ornitológico Francisco Bernis (entrada gratuita), dedicado al pionero de la ornitología española. El centro, a cargo de la ONG SEO/Birdlife y ubicado justo en el límite marismeño del parque nacional, dispone de una exposición interpretativa y una sobresaliente terraza, equipada con telescopio y prismáticos, además del asesoramiento del ornitólogo Daniele Dessì.
Para ver la colonia de moritos comunes no se requiere aparato alguno, puesto que crían a 20 metros, en un tarajal situado al lado del edificio, donde también aletean garcillas bueyeras, martinetes e incluso alguna garcilla cangrejera, rara avis donde las haya. Venidas de África, se encuentran también el fumarel cariblanco, la canastera común y el águila calzada.
De la familia del ibis, tamaño mediano, color negruzco y siempre desplazándose en bandos, el morito común vive un auge de natalidad ―se han llegado a censar 10.000 ejemplares en Doñana―, en buena medida por la sobreabundancia de cangrejo rojo americano en la zona. Su pico, largo y curvo, es un instrumento de precisión a la hora de rebuscar invertebrados en el lodo. Preguntar en el centro por las zonas para ver la icónica águila imperial. Para comer y dormir, está muy a mano el hotel Toruño.
5. Los flamencos de Santa Pola
Si existe una zancuda gregaria (salvo cuando nidifica), longeva ―hasta 50 años― y que dé opciones de acercarse a los fotógrafos, esa es el flamenco. Una figura estilizada que sobrevive en entornos hipersalinos y que se alimenta de invertebrados filtrando el agua con su particular pico (su lengua era considerada un manjar en las mesas romanas). Cambian de color con la edad ―grisáceos cuando jóvenes― y consiguen las tonalidades rosadas merced al consumo de un crustáceo llamado artemia salina. Cuantas más artemias devoran, más colorido resulta su plumaje. En las salinas de Santa Pola (Alicante) los flamencos viven muy a gusto y no emigran como suelen hacer en los humedales estacionales, con una población estable de 2.000 ejemplares.
La primera cita con los flamencos es en el centro de interpretación del parque natural de las Salinas de Santa Pola, enclavado en el Museo de la Sal, un antiguo molino salinero que abre todos los días de 9.00 a 14.00. Como los flamencos se van moviendo por el parque, es importante preguntar en el centro cuáles son los avistaderos más concurridos. El mejor lugar, sin duda, es la charca anexa al centro, con un observatorio y cuatro miradores, donde posan casi un centenar de estas aves.
Entre las carreteras ornitológicas de España destaca la N-332, en el tramo comprendido entre Santa Pola y Torrevieja, que atraviesa limpiamente las balsas salineras. Un auténtico festín para los fotógrafos. Podemos aparcar primero junto a la torre vigía de Tamarit y seguir después 500 metros, en sentido sur, hasta dar con una pequeña explanada que parece abierta solo para actividades de turismo pajarero. Otra opción para ver flamencos es la ruta El Pinet, al suroeste del parque, de tres kilómetros, entre salinas y un hábitat dunar muy bien conservado. Como referencia para dar con el arranque del sendero cabe mencionar el hostal Galicia, en La Marina.
6. Fisterra, meta volante de los alcatraces
Los cabos de la costa norte española ―Estaca de Bares, Peñas, Busto, Ajo o Matxitxako― son lugares de cita para los amantes del birding. El de Fisterra (A Coruña) es punto de paso en la ruta migratoria de numerosas aves marinas. “El solo hecho de contemplarlas evoca en algunos casos lugares tan distantes como Canadá, Siberia o la Antártida, destinos que las acercan en primavera u otoño a las costas atlánticas”, explica Antonio Sandoval, ornitólogo y autor de la guía De pajareo: rutas ornitológicas por España (GeoPlaneta). Sandoval aconseja contemplar el paso de los alcatraces entre febrero y mayo, cuando sobrevuelan las olas en dirección a islotes de la Bretaña francesa, Irlanda, Escocia e incluso Islandia. Los adultos son voluminosos, blancos, con las puntas de las alas negras y una envergadura alar de 1,80 metros.
“Desde tiempos remotos”, recuerda Francisco Manuel López en el Museo de la Pesca de Fisterra, “el alcatraz servía de sonar natural a los pescadores indicando la presencia de sardinas los días borrascosos, cuando los cardúmenes se arriman a la costa: cuanta mayor era la altura desde la que se lanzaba el alcatraz, a mayor profundidad se estimaba que nadaban las sardinas”. En primavera se han llegado a censar más de 10.000 alcatraces en un solo día. También se registra el paso de charranes patinegros, negrones comunes, gaviotas sombrías y pardelas, y no es raro el paso de delfines comunes y mulares. Las alcas y los frailecillos atlánticos vuelan a mayor distancia del litoral. En verano zarpa desde el puerto de Muxía, en A Costa da Morte, el barco Eureka (642 40 03 52) para ver aves pelágicas en altamar.
La cena reparadora espera en el restaurante del hotel O Semáforo de Fisterra, con dos menús: Kilómetro Cero (50 euros) y Degustación (60 euros), ambos con bebidas incluidas. Para dormir en alguna de sus seis habitaciones es preciso reservar con mucha antelación.
7. Los milanos negros salvan el Estrecho
La costumbre de las aves de tomar como brújula las líneas de costa hace que millones de ellas converjan en el Estrecho de Gibraltar, donde no solo se dan la mano Europa y África, sino también el Mediterráneo y el Atlántico, formando uno de los cinco mejores lugares del mundo en cuanto a concentración de aves migratorias.
En estas fechas de progresivo buen tiempo, ascienden paulatinamente desde el sur del Sáhara. Para distinguirlas se necesitan vientos suaves, sean de levante o de poniente, puesto que con vendavales las aves renuncian a cruzar el Estrecho, formándose luego grandes tapones. Uno de los mejores puntos de Europa para la contemplación de rapaces y planeadoras, sobre todo cuando sopla el levante, es el observatorio de Cazalla Tarifa, con altitud suficiente para dominar tanto los cielos como el continente africano y el litoral tarifeño. Bajo la dirección del ornitólogo Diego Herrera, se organizan paseos ornitológicos hasta finales de marzo.
Seguimos esta mañana de domingo con una jornada de observación de aves marinas y cetáceos desde la isla de Tarifa….
Posted by Observatorio de Cazalla Tarifa on Sunday, March 19, 2023
Otro mirador muy interesante, a más baja cota, es el que brinda la Fundación Migres. Se halla en punta Camorro, y se accede por una antigua pista militar de tierra que parte del kilómetro 85 de la N-340. Alimoches, águilas culebreras y calzadas, abejero europeo… la lista es interminable. “El milano negro, de un tamaño medio, es siempre protagonista de los cielos del Campo de Gibraltar por sus vuelos acrobáticos, viajando en grupos dispersos de 60 o 70 ejemplares,” apunta Alejandro Onrubia, coordinador de la fundación. “Un día llegamos a contar, en la migración primaveral, cerca de 7.000 ejemplares en una sola jornada. Según llegan desde el mar, se les reconoce por su cola larga y ahorquillada; de la forma en que aprovechan los vientos les viene su nombre en inglés: black kite (cometa negra)”, explica. En el antiguo Egipto, el milano negro encarnaba a las diosas protectoras Isis y Neftis.
Y puestos a señalar, hagámoslo también a las bandadas numerosas y compactas de cigüeña blanca, una espectacular invasión aérea en grupos de hasta 200 ejemplares. Si sopla viento de poniente, lo mejor es marchar con prismáticos y bagajes al faro de Punta Carnero (Algeciras), en el arranque, verde y hasta cierto punto fragoroso, del parque natural del Estrecho. Cerca se encuentra el restaurante Cepas.
8. Garzas imperiales en los ‘aiguamolls’ gerundenses
Un conjunto de vegetación de marismas, marjales y saladares abrochan las desembocaduras de los ríos Fluvià y Muga, dando lugar al parque natural de Aiguamolls de l’Empordà (Girona), un refugio salvaje que protege a las aves de la feroz tramontana, justo donde tienen que alzar el vuelo para salvar los Pirineos. La garza imperial, con sus tonos cobrizos y unas líneas en el cuello y la cabeza que le otorga una estilización digna de un pase de modelos, cuenta en los aiguamolls (humedales) con una población nidificante que oscila entre 40 y 60 parejas. Estas esquivas garzas necesitan amplias coberturas vegetales donde mimetizarse para alimentarse de peces, ranas y cangrejos que caza al acecho. Para divisarlas, se recomienda el itinerario 2 del parque natural, tanto en la laguna de la Massona como en los estanques del Matà.
El aspecto del aguilucho lagunero se asemeja al del milano, con su cola redondeada; y cuenta en los Aiguamolls de l’Empordà con unas 15 parejas reproductoras. Anida en el suelo, en medio de los carrizales, y se le distingue fácilmente oteando la marisma en busca de pequeñas presas, desde aves y roedores hasta anfibios e invertebrados. Pueden distinguirse en la laguna de la Massona y en el estanque del centro de información El Cortalet, donde se alquilan prismáticos y se expone cada día una pizarra con la lista de animales recién avistados. La empresa de naturaleza Sorbus ofrece visitas guiadas por este parque natural.
9. Las águilas pescadoras de la bahía de Santander
Es emocionante avistar las águilas pescadoras en el estuario del río Miera ―más conocido por ría de Cubas―, incluido en la Red Natura 2000, justo en el arco sur de la bahía de Santander (Cantabria), gracias al proyecto de recuperación de esta rapaz, que se remonta a 1999. Las posibilidades de ver en primavera con prismáticos esta valiosa rapaz son muy altas, pues son muy fieles a sus posaderos habituales.
Desde el colegio público de la parroquia de Rubayo se llega andando un kilómetro hasta el banco del mirador Punta del Pico, en la reserva natural municipal de la Marisma del Conde. Allí se encuentran junto al río algunos de los posaderos y una de las plataformas-nido que ocupan las parejas reproductoras. “Se trata de una rapaz de envergadura media tirando a grande (1,80 metros); tarsos largos, garras escamosas y uñas como anzuelos, largas y cilíndricas. Solo se alimenta de peces, tras unos espectaculares vuelos en picado en que se zambullen completamente en el Cantábrico, emergiendo a veces con peces de hasta una tercera parte de su peso”, comenta Carlos Sainz, ornitólogo responsable del programa de recuperación. “A veces, cuando me detengo en el paseo de Pereda, en Santander, las veo pescar en medio de la bahía”.
En la zona intermareal hay instalados 11 posaderos y dos plataformas-nido, a la vista del campo de golf de Pedreña, cuna de Severiano Ballesteros. En abril, si hay suerte y están incubando los huevos, siempre hace acto de presencia uno de los dos ejemplares adultos. Puede que las águilas hayan optado por el segundo nido, el de la zona de Rastrillas, para lo cual habrá que deshacer la recta de acceso al mirador Punta del Pico y en la primera bifurcación, girar a la izquierda.
Bahía de Santander es la empresa que gestiona los servicios de ecoturismo, encargada también de las visitas por la zona a pie y en barco. Un clásico de Pedreña es el restaurante La Trainera, y para pernoctar, el hotel rural Sur de la Bahía.
10. En compañía de tarros blancos y aguiluchos cenizos
Hay ecosistemas privilegiados, como los del paraje natural Marismas del Odiel (Huelva), en la confluencia de las desembocaduras de los ríos Tinto y Odiel, donde el encuentro entre las aguas dulces y saladas ha dado lugar a un complejo lacustre marcado por la influencia mareal y la abundancia de aves limícolas. Todo esto se explica en el Centro de Visitantes Anastasio Senra, en Calatilla. De aquí parte un recorrido de 700 metros hasta las salinas Aragonesas, donde, entre otros ánades, están presentes los tarros blancos. Se trata de una anátida a medio camino entre el pato y el ganso, con un vistoso plumaje negro y castaño rojizo sobre fondo blanco en el pecho y patas en tonos rosados. Es una especie adaptada a la hipersalinidad, y su dimorfismo sexual se manifiesta en el macho con una protuberancia en la base del pico rojo. Junto a ellos pululan limícolas como el correlimos, el chorlito gris, el vuelvepiedras, el zarapito real o la aguja colinegra.
El aguilucho cenizo, por su parte, es un ave esteparia cuyo hábitat natural se localiza en cultivos de cereal, salvo en la desembocadura del Odiel, el único humedal de la Península donde anida esta rapaz ―hay alrededor de 15 parejas―.
De la estación de tren (fuera de servicio) de Corrales (Aljaraque), parte un camino que enlaza en medio kilómetro con el estero de San Andrés, un buen enclave para distinguir el vuelo rasante de este aguilucho de color gris cenizo con las puntas de las alas negras en los machos y pardo con el pecho moteado de marrón en las hembras.
El águila pescadora.
La presencia de este ave en nuestro Paraje Natural es la historia de una reintroducción exitosa….
Posted by Centro de visitantes Anastasio Senra on Thursday, October 25, 2018
11. La gaviota de Audouin, reina del delta del Ebro
La subida del nivel del mar ya es una realidad palpable, como se demuestra en la Punta de la Banya, en la zona meridional del parque natural del Delta del Ebro (Tarragona), en donde la pista de tierra que recorría la playa del Trabucador fue devorada por las olas y recientemente reconstruida, si bien ahora su acceso es restringido. A 5,6 kilómetros del aparcamiento más cercano se encuentran las salinas de la Trinidad, uno de los sanctasanctórums del parque natural del Delta, gracias al cual se mantiene el ciclo reproductivo de la gaviota de Audouin, que pasó de estar en peligro crítico de extinción a vulnerable.
Esta gaviota anida en el suelo, por lo que la ausencia de predadores terrestres fue capital a la hora de reproducirse en compañía de la numerosísima colonia de flamencos. Hoy constituye un estandarte de conservación que pasa los inviernos en Dakar (Senegal) y Agadir (Marruecos), para doblar en abril el peñón de Gibraltar y acercarse a la desembocadura del Ebro. Es más pequeña que la gaviota patiamarilla y se dispersa desde las salinas por todo el delta en busca de comida, con su dorso gris claro, su pico rojo con banda negra y sus patas de una tonalidad gris verdosa. Al final del verano aparecen las crías, de una coloración muy oscura. Audouin Birding Tours, como su nombre indica, está especializada en el avistamiento de esta rara gaviota.
El Flamenc del Delta de l’Ebre, en perill
Tot i l’esperançadora notícia que va fer pública el Parc Natural del Delta de…
Posted by Audouin Birding Tours on Thursday, August 6, 2020
Se pueden ver en la playa del Trabucador, descansando en la arena; jugando, si hace viento, con el oleaje; compartiendo espacio con kitesurfistas venidos de muy lejos buscando estas amplitudes. El Trabucador es un istmo ―a una banda, la mar bravía; a otra, la encalmada bahía dels Alfacs― que acaba de ser regenerado por la empresa salinera, salvando así la bahía de la entrada del mar y del desastre que su desaparición entrañaría para arrozales y muscleres (bateas).
El Poblenou del Delta es una excelente base de operaciones. Allí está el estupendo restaurante del chef Joan Capilla, L’Algadir del Delta, así como el hotel Mar des Pills.
12. El chorlitejo patinegro, el príncipe de la Albufera
Hace no tantos años, el Estany del Pujol, en plena Devesa del parque natural de la Albufera de Valencia, se asociaba a una balsa poligonera; no en vano fue en su génesis (1970) puerto deportivo de una urbanización inacabada. Hoy asombra su proceso de renaturalización, la regeneración de dunas y vegetación, que ha ido a la par de la recuperación de una tan simpática como vulnerable ave limícola, el chorlitejo patinegro, que ha hecho de los cordones dunares su hábitat.
De natural nervioso, pecho blanco y alas pardas, ha conseguido reproducirse en aquí gracias a la valla de carrizo y talanquera que circunda la laguna. Habrá que extremar las precauciones y cargar teleobjetivos para no molestarlos mientras deambulan y comen insectos y escarabajos con su pico corto y apuntado; mientras detectan invertebrados palmeando el barro con sus diminutas patas o mientras esconden las crías bajo su plumaje (se diferencia claramente el macho de la hembra por la línea negra que asoma en el cuello de ellas). Su presencia roba protagonismo a la colonia de gaviotas de Audouin que ocupa una isla en medio del lago, aportando mayor valía ecológica al conjunto.
Después, en la zona norte del estany se puede tomar el itinerario histórico a la gola del Pujol (1950), una pasarela de madera antideslizante que acerca en 700 metros y ocho paradas hasta las compuertas que impiden que el agua salada del Mediterráneo inunde la Albufera.
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