La rueda nunca falta en cualquier lista de los mayores inventos de la humanidad, a menudo encabezándola. Aparte de su utilidad más obvia en los vehículos, la tecnología de una pieza circular rodante con un eje es tan omnipresente que sin ella no habríamos tenido Revolución Industrial, ni, por lo tanto, máquinas. Es más, algunos expertos sugieren que su aplicación para desplazar cargas fue una adaptación derivada a partir de un uso anterior en algún otro artefacto rudimentario. Ahora dos arqueólogas dicen haber hallado cuál fue ese uso original, el hilado de fibras textiles; también sostienen haber descubierto el momento, hace 12.000 años; y el lugar, dentro de lo que hoy es Israel.
Aunque hoy nos resulte tan evidente que es difícil imaginarnos a nosotros mismos sin conocer la rueda, los humanos nos arreglamos sin ella durante la mayor parte de nuestros 300.000 años de existencia. Incluso lo hicimos durante la primera parte del Neolítico, practicando ya la agricultura. Tradicionalmente, se ha situado la invención de la rueda en Mesopotamia, pero hoy se tiende a pensar que pudo surgir de forma simultánea en distintos lugares de Europa y Asia durante el cuarto milenio antes de nuestra era. “La rueda de carro apareció hace 6.000 años”, precisa Talia Yashuv, arqueóloga de la Universidad Hebrea de Jerusalén y coautora del nuevo estudio.
Posiblemente, las primeras ruedas de carro, de madera sólida, adaptaron la idea previa de la rueda de alfarería a los trineos tirados por animales. Pero si las distintas utilidades fueron surgiendo como aplicaciones de un concepto que ya circulaba, ¿cuál fue el invento precursor de todos ellos, el que podría considerarse la semilla del descubrimiento de la rueda? Yashuv y su colega Leore Grosman creen haber hallado la respuesta en el yacimiento de Nahal Ein Gev II, que data de hace unos 12.000 años y está ubicado a un par de kilómetros del mar de Galilea, un lago de agua salada en el norte de Israel.
Los pioneros natufienses
Nahal Ein Gev II pertenece a la cultura natufiense, una transición entre los cazadores-recolectores y los agricultores del Neolítico. Los natufienses fueron pioneros adoptando un modo de vida al menos parcialmente sedentario antes de la introducción de la agricultura, que tiene sus restos más antiguos conocidos en esta cultura. Y, al parecer, también fueron adelantados en algo más, en el concepto de la rueda.
Lo que Yashuv y Grosman han hallado allí, a lo largo de varias temporadas de excavaciones, es un conjunto de 113 piedras perforadas, muchas de ellas de forma redonda y del tamaño aproximado de la palma de la mano. El estudio, publicado en la revista PLOS ONE, concluye que las piedras eran ruedas de huso utilizadas para fabricar hilos a partir de fibras, quizá de lino. “Nuestras piedras perforadas natufienses son realmente las primeras ruedas en forma y función: un objeto redondo con un agujero en el centro conectado a un eje rotatorio, utilizado mucho antes de la aparición de la rueda para el transporte”, resume Yashuv.
La arqueóloga explica que anteriormente, durante miles de años, se fabricaron abalorios redondos perforados, y la tecnología de rotación se empleó para fines como hacer agujeros, encender fuego frotando un palo sobre un madero, y también para fabricar hilos. El procedimiento manual más primitivo consistía en enrollar fibras cortas en espiral, haciéndolas rodar sobre el muslo para fabricar un hilo largo. Estos avances fueron inspirando la tecnología empleada en Nahal Ein Gev II, sencilla a nuestros ojos, pero que en su época propició una revolución: “El hilado con ruedas representa la primera aplicación del principio mecánico de la rueda y el eje, que después se adaptó a otros usos”, explica Yashuv.
Del hilado a la alfarería y al carro
Hasta ahora se consideraba que esta tecnología de la rueda de hilado era una invención neolítica, apunta la arqueóloga, destacando que solo existe un estudio previo de 1991 que describía artefactos parecidos de hueso perforado en Europa durante el final del Paleolítico. Por alguna razón desconocida, comenta Yashuv, después de Nahal Ein Gev II hay una brecha de 4.000 años hasta que, ya en el Neolítico cerámico o tardío, aparecen ruedas de hilado en otras regiones y empiezan a encontrarse ruedas de alfarería y de carro.
Sin embargo, no todos los expertos están convencidos de la conexión del nuevo hallazgo con la evolución de la rueda. Para el historiador Richard Bulliet, profesor emérito de la Universidad de Columbia (EE UU), especialista en historia de Oriente Próximo y de la tecnología y autor del libro sobre la rueda —The Wheel: Inventions and Reinventions (Columbia University Press, 2016)—, el huso de hilado “no tiene por qué ser redondo, solo estar equilibrado alrededor de un eje”. Y aunque representa una manera de usar la rotación, una rueda de transporte además soporta peso, vence la fricción con la superficie, está unida a un objeto cargado y raramente se usa en ese modo de rotación libre. Bulliet añade que otras culturas emplearon estos artefactos, pero no así la rueda: “Si el hallazgo fuera en Perú, nadie vislumbraría una conexión con la rueda”.
Pero más allá de estas consideraciones, algo que refuerza las conclusiones de Yashuv y Grosman es complementar las técnicas tradicionales de la arqueología con novedosas herramientas computacionales, lo que permite “responder estas preguntas que son difíciles de abordar de otro modo”, dice la autora del nuevo estudio. La tecnología utilizada por las investigadoras escanea, mide y analiza con precisión los objetos, calcula su centro de masa, crea modelos 3D e “identifica parámetros que tienen implicaciones funcionales para interpretar el uso de las piezas. Es lo más cerca que podemos estar de tocar las huellas de los artesanos prehistóricos, lo que de por sí es emocionante”, concluye Yashuv.