Año 29 d.C. Un vikingo trata de empezar una nueva vida en Nazaret abriéndose paso en el mundo de las artes marciales mixtas. Su camino se allana cuando encuentra al entrenador perfecto. Es el punto de partida de la película The Carpenter, y el entrenador en cuestión, el carpintero del título, no es otro que… Jesucristo. La producción incluye a varios luchadores profesionales, promete escenas de artes marciales o parkour y cuenta con canciones de grupos metaleros como Mötley Crüe o Drowning Pool. Y, aunque de entrada pueda parecer en la órbita de películas paródicas como Jesucristo, cazador de vampiros (2001), no es una comedia. “Responde a una pregunta que muchos de nosotros nos hemos hecho: ¿cómo fue la vida de Jesús en los años previos a su ministerio?”, ha declarado su director, Garrett Batty, que este año ha hecho doblete con otra película de temática cristiana, la a priori más comedida Faith Of Angels.
Se trata de un nuevo ejemplo de título “basado en la fe” (faith-based, según la etiqueta acuñada en Estados Unidos) que se aleja de planteamientos proselitistas lineales para pasar por películas de entretenimiento. Algunas con un rendimiento sorprendente, aunque no sea el caso de The Carpenter: exhibida desde el 1 de noviembre en unas 500 salas de EE UU, la película apenas ha superado los 230.000 dólares de recaudación, lejos de los tres millones que oficialmente ha invertido en ella la familia del protagonista, el exfutbolista y surfero texano Kameron Krebs. La película tampoco cuenta aún con distribución en nuestro país, por lo que los espectadores españoles tendrán que esperar para saber si Jesucristo aconsejará a su pupilo poner la otra mejilla en el ring.
Pero la cartelera nacional no se encuentra huérfana de espiritualidad. Hace varias semanas se estrenó Libera Nos: El combate de los exorcistas, promocionada con el reclamo de ser “el único documental aprobado por la Asociación Internacional de Exorcistas”, donde los espectadores más devotos pueden escuchar al afamado padre Gabrielle Amorth formular reflexiones como que “el rosario es más poderoso que la bomba atómica”. Dos horas de sacerdotes hablando a cámara quizá sepan a poco al que espere una película de terror de posesiones, pero, también desde postulados ultracatólicos, meses atrás llegó a las salas otro largometraje de ficción cubriendo esa demanda, Nefarious: Cuando habla el diablo. La cháchara es igual, solo que en otro formato: fundamentalmente dialogada, en ella Satán, desde el cuerpo de un poseído, explica a su interlocutor que irá al infierno por autorizar la eutanasia a su madre o permitir que su novia aborte.
Ambas películas han aterrizado en España de la mano de European Dreams Factory, distribuidora de “cine con valores” que estrena a gran ritmo documentales y dramas cristianos. Suya es Madre no hay más que una (2022), que, aunque algún despistado podría entender por variante femenina de la saga de Santiago Segura, es en realidad un documental de la Virgen; o Unplanned (2019), drama antiaborto de los directores de Nefarious. European Dreams Factory, como indica en su página web, tiene como principal accionista a una sociedad que gestiona unas 200 pantallas en el territorio.
Es un cine que está cambiando. Varios éxitos en Estados Unidos (bastante intrascendentes fuera de ese mercado), como la mencionada Unplanned, God’s Not Dead (2014), El cielo es real (2014) o Los milagros del cielo (2016), sugieren que estas películas han saltado de su nicho a un público más amplio. Parte de la responsabilidad recae en PureFlix, sello evangélico tras dichas películas y servicio de streaming ahora rebautizado como Great American PureFlix, propiedad de Sony. La productora se ha agenciado en los últimos años los servicios de actores como Kevin Sorbo, protagonista de Hércules: Sus viajes legendarios (1995), o Melissa Joan Hart, la heroína de Sabrina, cosas de brujas (1996), y ha dado un giro indisimuladamente político a la visión candorosa de este cine, con la consiguiente excitación de parte de sus espectadores.
Un ejemplo lo da la saga God’s Not Dead, que suma cinco entregas. La primera, y más popular, se cimenta sobre la paranoia de que el sistema educativo estadounidense persigue a los cristianos, al representar cómo un profesor obliga a sus estudiantes a renunciar a la fe si quieren aprobar. Lo más impactante del largometraje es la agresividad de su retórica, incluso para estándares propagandísticos: los no creyentes aparecen deshumanizados, una vegana contrae cáncer, se introduce a chinos comunistas temerosos de Dios y también una joven musulmana es reconvertida (en un momento de comedia involuntaria, su familia le pilla a solas escuchando una carta a los corintios). En todas participa David A.R. White, fundador de PureFlix, en el papel de un reverendo que sirve de faro moral a los personajes. La quinta, God’s Not Dead: In God We Trust, oportunamente estrenada este año, le retrata presentándose a las elecciones. Por supuesto, gana.
¿Fe o propaganda?
No se puede hablar del moderno cine ultracatólico sin pasar por el que ha sido su gran fenómeno, Sound Of Freedom (2023), que superó en EE UU a Indiana Jones y el dial del destino (184 millones de dólares amasados por la primera, frente a los 174 del arqueólogo). Hasta sus cifras han sido motivo de polémica: sus promotores pusieron en marcha un sistema para que gente que quisiese ayudar a difundir la película pagase entradas a terceros, que podían retirarlas gratis desde una web en función de la disponibilidad. En redes se publicaron testimonios de espectadores asegurando encontrarse salas vacías con entradas agotadas. Por la parte conservadora, se habló de un boicot de las salas a los cristianos, mediante tácticas como apagar el aire acondicionado, y se hizo un llamamiento a verla como si de un acto de rebeldía o convocatoria electoral se tratase.
La película cuenta la historia del exagente Tim Ballard y su lucha contra el tráfico sexual de menores, un problema de consenso. Son otros elementos los que han alimentado la controversia de esta denuncia aparentemente bienintencionada, como la participación del actor Jim Caviezel en convenciones del movimiento conspiranoico QAnon, que vincula ese tráfico a las élites demócratas (un extremo del que su director, Alejandro Monteverde, se desmarcó), o los truculentos aspectos que rodean al auténtico Ballard, partidario de Trump acusado de inventarse rescates de niños y de conducta sexual inapropiada hacia múltiples mujeres, lo que el año pasado derivó en una expulsión de su fundación e incluso en un repudio público por parte de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Claramente Sound Of Freedom tiene una orientación ideológica muy intensa, dice mentiras e inventa cosas, pero solo lo sabes si conoces la historia de este hombre. Es algo más cercano al thriller o al cine de acción, accesible para públicos de fuera del cristianismo”, explica a ICON el crítico Alonso Díaz de la Vega, que analizó en el medio Gatopardo los resortes propagandísticos de su narrativa. “Hay un momento político en EE UU, y el triunfo de Donald Trump es sintomático de ello, en el que la derecha cristiana en general está volviendo a tener mucha fuerza, con una alianza muy importante entre católicos y protestantes, como la que hubo en los treinta y cuarenta cuando se restituyó la censura en Hollywood a partir del código Hays. Tiene mucho que ver con esa organización para crear una serie de películas que ayuden a su causa”.
El crítico considera que estas nuevas producciones rompen con “el tono didáctico, preaching to the choir, del cine históricamente hecho para evangelizar, porque en los últimos años se dieron cuenta de que sus películas no estaban siendo efectivas”. El diversificado catálogo de Angel Studios, la productora de Sound Of Freedom, incluye dramas históricos como Una mujer italiana (Cabrini) (2024) o la epopeya de ciencia ficción mormona The Shift (2023), inédita en España. “Creo que son películas bastante malas, pero como artefactos políticos tal vez sí son más inteligentes. Adoptar ese disfraz les permite salir a otros grupos. No son originales ni cinematográficamente interesantes, y la ideología sigue incrustada de manera suficientemente clara para quien lea con atención su discurso dramático”.
El sello que ha traído el grueso de producciones de Angel Studios a España ha sido A Contracorriente Films, una de las más importantes distribuidoras independientes. Recientemente estrenó otro documental del estudio, Después de la muerte, donde varias personas aseguran haber tenido encuentros con Dios cuando estaban a punto de perder la vida. Aquí Sound Of Freedom no obtuvo la repercusión de EE UU, aunque logró una taquilla sólida, de unos tres millones de euros. Su productor, Eduardo Verástegui, que ha hecho campaña por Trump, la promocionó junto a líderes de Vox como Santiago Abascal o Ignacio Garriga.
Adolfo Blanco, socio fundador y presidente de A Contracorriente, ve “polémicas estériles” en esa politización. “Sound Of Freedom es una película estupenda que trata un tema muy delicado, el del tráfico de niños. Personalmente, no me gusta que nadie se apropie de esa causa”. El distribuidor, preguntado por ICON, lamenta que haya quien esté “contra la película por la forma de pensar de su productor”. “Ahora tenemos en cartelera otra película, por cierto, con valores profundamente cristianos, que algunos no quieren ver porque ha gustado a determinados políticos. Me refiero a El 47, aplaudida por muchos, incluido el propio presidente del Gobierno”, argumenta.
Blanco dice que desde A Contracorriente se importó la estrategia de venta de entradas de EE UU, sin éxito (“según exhibidores de aquí, menos del 1% de los espectadores fueron al cine con entrada pagada por terceros”), y concede que “es posible que esa politización directa o indirecta de algunas películas contribuya a despertar la curiosidad y anime la taquilla”. Sobre el peso comercial de su público, el distribuidor cuenta que es “un tipo de espectador no necesariamente cinéfilo que va a ver esas películas que le reafirman en sus creencias. No tengo cuantificado ese segmento del mercado, pero cuando la película es buena reacciona muy rápido”. También rechaza hablar de “cine cristiano”, para referirse a él como “cine de valores cristianos, que coinciden bastante con los reconocidos como derechos humanos”, y cree que su carácter popular y acercamiento a los géneros siempre ha estado ahí.
El doctor David Caldevilla, catedrático del departamento de Teorías y Análisis de la Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid, preguntado por ICON, ve estas películas como “una respuesta a lo woke, un freno ideológico con un tufillo supremacista y kukluxklanero”. “Lo woke siempre ha pretendido ridiculizar un poco conceptos religiosos, así que se da un fenómeno de acción-reacción”, opina el catedrático. “Es la ley del diapasón, cuanto más tire el péndulo para un lado, a la vuelta tirará con más fuerza para el otro. Ellos se quieren ver también reflejados en películas y series. Mel Gibson es abanderado de estas ideologías supuestamente al margen de la corriente oficial de Hollywood, aunque haya muchos republicanos allí, como Schwarzenegger, que hasta ha sido gobernador”. Por su parte, el crítico Alonso Díaz de la Vega reconoce que el impacto de estas películas o su discurso puede verse reducido fuera de Estados Unidos, donde “las narrativas evangélicas están teniendo tanto éxito social, cultural y políticamente”.
“Hay cine de propaganda que puede no parecer tener esta inclinación por educar al público. Por ejemplo, el Titanic (1943) nazi, que sugiere que es la incompetencia de los británicos la que hunde el barco. No es una película que te diga de manera tan explícita lo mejores que son los alemanes o alguna idea que tenga que ver con sus teorías raciales, pero allí se suma a ese contexto de lo que se lee en periódicos y escucha en radios. El contagio viene de muchos lados”.