En una esquina del distrito de San Blas-Canillejas suena un bombo, huele a champán y la gente canta hasta quedarse afónica. Más de 700 personas comparten la alegría de llevarse un pellizco de El Gordo de la Lotería. Los afortunados compraron participaciones al Club Deportivo Distrito Olímpico, un club de baloncesto “humilde y de barrio”, describe Iñaki del Castillo, vocal de la junta directiva. La alegría comenzó primero en Logroño (La Rioja) a las 11.27 horas, cuando se cantó 72480. Parecía que había caído íntegro allí, pero minutos después los teléfonos empezaron a sonar también en este humilde barrio madrileño porque, desde hace años, el club compra lotería riojana porque “a alguien le cayó bien” el lotero. Lo que hace la simpatía. En cuestión de segundos los dos lugares se hermanaron por la euforia. Uno de los responsables de la administración 6 de Logroño, donde en lugar de champán se brinda con vino de Rioja, ha explicado que aproximadamente la mitad de los boletos se vendieron a los amigos del club deportivo madrileño.
Enseguida empezaron las preguntas clásicas en Madrid. Que qué iban a hacer, que cómo lo iban a gastar… Y, a renglón seguido, las respuestas también habituales. “Parte irá para la hipoteca y parte para unas vacaciones buenas este verano”, dice Sergio, que no quiere dar su apellido hasta que vea el dinero en su cuenta bancaria. “Todavía no lo hemos procesado”, dice. Él compró dos boletos, cada uno por cuatro euros. Entre ambos, ha sacado 80.000 euros. Una de las agraciadas en Logroño, Piluca Balda, celebraba a las puertas de la administración el décimo premiado que compró después de “una comida de amigas”. La premiada, que es de Logroño, ha dicho que lo iba a celebrar “con unos buenos vinos de Rioja”.
Del Castillo cuenta entonces como puede la historia que une al club con Logroño, un cordón umbilical que separa a estos dos territorios que se encuentran a 246 kilómetros uno del otro. “Un día alguien del equipo la compró allí, les cayó bien y ahora siempre lo hacemos”, explica emocionado de compartir esta alegría con sus compañeros. “Somos un club humilde, de barrio. Vivimos de las familias que nos apoyan”, insiste. Este 22 de diciembre de 2024 la suerte les he devuelto el favor.
Y la alegría también va a volar hasta Costa Rica gracias a Carlos Picao, uno más del millón de latinoamericanos que forma parte también de Madrid. Estaba tendiendo la ropa en el balcón mientras escuchaba de fondo el sorteo en la televisión. Entonces empezó a escuchar ruido en el barrio: gente que gritaba, coches que daban vueltas pitando, cámaras de televisión corriendo de un lado a otro. Algo estaba pasando. Entonces su compañera de piso le preguntó si había comprobado sus boletos. Bingo. Se los había comprado a dos niñas que viven en el edificio en el que él trabaja como conserje. Tiene dos, los dos premiados. No podía creérselo. ¿Era posible que la fortuna le sonriera a él, que llevaba tanto tiempo sin ir a su país a ver a su familia? Era posible.
Lleva 20 años viviendo en Madrid y, los vuelos son tan caros, que ni se acuerda de cuándo fue la última vez que cogió un avión con destino a Costa Rica. Pero como no podía ser de otra forma, ya está pensando en cuándo comprarlos, aunque todavía se encuentra en shock: ¡Voy a viajar para allá!“.
Entre tanta alegría, aparecen también los que no compraron. Una vecina ha bajado con las manos vacías, pero con ganas de fiesta: “lLa alegría se contagia“. Observa a la gente cantar a unos metros de distancia, pero en su cara hay una sonrisa. Se une, en la distancia, a la euforia.
El club no ha tardado en mandar un comunicado por redes sociales en el que dice sentirse “desbordado” por la situación. Todavía no saben el número exacto de papeletas que vendieron, pero saben que son más de 700. Gran parte de ellos está delante de la sede del club, en la Avenida de Canillejas a Vicálvaro. Silban, cantan, botan. Parece que animan al equipo que tantas alegrías le ha dado en la vida. La de esta vez es gorda.