Novakovic (Nueva York, 58 años) nos ha invitado a asistir a una de las sesiones de Finding the Character, el taller de interpretación y escritura creativa que imparte en Barcelona. En una desapacible tarde de otoño, se reúnen en un local del barrio de Sant Gervasi el instructor y guionista, sus socios y una docena de alumnos, en su mayoría extranjeros. Uno de ellos, Rony Be, músico de jazz estadounidense residente en Barcelona, emerge de la penumbra para situarse bajo el foco. Va a hacer un ensayo solitario basado en las sugerencias de Novakovic, el monólogo de un veterano imitador de Elvis al que el confinamiento ha encerrado en casa, compuesto y sin bolos. El instructor constata enseguida que Rony no para de moverse y de gesticular. “Para un poco. ¿Cómo se siente tu personaje?”, le pregunta. “Como un tigre enjaulado”. “Bien, ese es ahora mismo tu animal interior. Vamos a intentar expresarlo. Pero piensa que los tigres pasan casi todo el día en un reposo expectante, economizando energía, hay en ellos una tensión dinámica. Quiero que partas de esta idea”.
Días después, Novakovic habla de los asistentes a su taller, aspirantes a actores, cineastas, guionistas o simples curiosos. A todos les da consejos basados en el método Stanislavski, técnicas que él aprendió en el Actors Studio de Nueva York, la legendaria escuela que hoy presiden Al Pacino y Ellen Burstyn. Hoy hace una relectura del método: “Tiene muy poco que ver con esos famosos 30 kilos que Robert De Niro engordó para interpretar a Jake LaMotta en Toro salvaje. Para mí, consiste en partir de la memoria emotiva para sintonizar con los personajes que interpretas, como hacían Brando o Montgomery Clift”.
Novakovic se formó como actor, pero ha ejercido sobre todo como guionista. Hijo de inmigrantes serbios, creció en Hell’s Kitchen, “uno de los barrios más cinematográficos de Nueva York”. El más ilustre de sus mentores fue Martin Scorsese, que le invitó a uno de sus rodajes cuando Novakovic no había decidido aún qué quería ser de mayor. En años posteriores, trabajó como guionista para, entre otros directores, Emir Kusturica y David Lynch: “Emir estaba pasando una temporada en Nueva York tras el éxito internacional de El tiempo de los gitanos [1988]. Con él recuperé la conexión con esa Yugoslavia mágica que me habían transmitido mis padres”.
Novakovic ha llevado una vida errante, con largas temporadas afincado en lugares como Argentina o Colombia, donde firmó el guion de la película Buscando a Miguel. En los últimos años ha instalado su cuartel general en Barcelona, donde alterna la docencia con otros proyectos cinematográficos. El último es Maxburt Production, una compañía que rodará en España y distribuirá internacionalmente películas de terror de presupuesto medio y con “sello de autor”. “El terror”, explica Novakovic, “es uno de los géneros más atractivos y rentables. Sigue siendo un gran campo de innovación narrativa y expresiva, tiene un público muy fiel y ni siquiera exige presupuestos desmesurados ni depende del star system”. Estos días han cerrado ya un acuerdo de distribución en Estados Unidos y muy pronto empezarán a rodar.
Una vez concluida la entrevista, Novakovic y sus socios en el taller de interpretación se prestan a hacer un ejercicio para El País Semanal. Se trata de una escena improvisada en la que dos personajes discuten hasta alcanzar un grado de ebullición en el que la violencia parece inminente. Novakovic interrumpe el ejercicio y pregunta a uno de ellos por las intenciones de su personaje: “¿Qué quieres hacer? ¿Qué pretendes expresar con ese gesto de amenaza?”. “Me quiero ir, no soporto la tensión”. “Perfecto. Pero intenta expresarlo sin gesticular”. ¿Cómo se consigue algo así? Con la mirada.