El diseño de las viviendas nuevas que se construyen en España ha evolucionado poco en las últimas décadas. Los pisos de las promociones residenciales suelen ser fotocopias en las que se repite el mismo patrón: habitaciones que tienen un uso fijo y que están conectadas por pasillos y muros. Es en el mundo de la reforma donde, desde hace algún tiempo ya, se ven nuevos enfoques de distribución de los espacios.
Las propuestas de distintos estudios de arquitectura incorporan conceptos de flexibilidad y multifuncionalidad, además de considerar aspectos sociales como la perspectiva de género.
Aunque más despacio de lo deseable, el diseño de interiores y la arquitectura residencial comienzan a reflejar las demandas reales de los habitantes —que pueden ser desde una familia monoparental hasta un grupo de amigos o una persona sola con su mascota— y, al tiempo, a adaptarse a unas viviendas que han menguado en los últimos años como consecuencia del alza de precios del metro cuadrado.
“Estos enfoques aseguran que los hogares no solo sean espacios para vivir, sino diseñados para vivir bien, reflejando un entendimiento más profundo de nuestras necesidades en un mundo en constante evolución”, cuenta Pepa Casado, fundadora de Futurea, consultora de tendencias especializada en diseño.
Uno de los cambios más significativos en la distribución de las viviendas es la recuperación por parte de algunos arquitectos de la enfilade, es decir, una sucesión de habitaciones alineadas entre sí que permite crear una vista ininterrumpida. Este diseño, que fue común en la arquitectura barroca y renacentista europea, enfatiza la idea de circulación fluida y espacios flexibles. “La distribución tradicional con la que trabajamos es con pasillos, que al final no dejan de ser catálogos de puertas. Ayudan a distribuir y son muy funcionales, pero al final son solo espacios de tránsito sin más uso que guardar puertas que van a otros lugares”, señala Casado. Un ejemplo de esta intervención fue la reforma en 2016 de una vivienda en la calle Ataülf, en el Barrio Gótico de Barcelona, realizada por Anna & Eugeni Bach. Y, de forma parecida, en el proyecto Mueble-Estudio-Vivienda (2018), en el Ensanche de Barcelona.
La vivienda desjerarquizada, esa que busca que todos los miembros tengan el mismo acceso a los espacios, es otra gran apuesta y, además, encaja con la perspectiva de género que algunos estudios están implantando en sus proyectos. Que no haya espacios de primera y de segunda. “Muchos arquitectos ya promueven la desaparición del dormitorio en suite, que es claramente un modelo que no favorece la igualdad en la vivienda”. Este baño integrado en el dormitorio no es accesible al resto de habitantes. “Lo que dice la arquitectura con perspectiva de género es que todos los miembros de una vivienda deberían tener el derecho al mismo espacio habitacional”, expone la fundadora de Futurea. Así, los dormitorios deberían ser del mismo tamaño o, al menos, ser concebidos con un criterio común.
En el diseño de las cocinas se nota un mayor avance en este sentido. En primer lugar, porque hace décadas que se abrieron al salón —a pesar de los detractores de esta concepción por los olores y ruidos— y, en segundo lugar, porque ahora se da un paso más al incorporar una visión inclusiva, la igualdad de roles en el hogar.
Las seis arquitectas del estudio barcelonés Cierto Estudio han aplicado la perspectiva de género e igualdad al edificio Illa Glòries (Barcelona), en construcción. Lo han hecho dignificando la cocina, que se convierte en “una parte principal de la vivienda, en una pieza que domina visualmente, en el corazón de la casa”, explica la arquitecta Carlota de Gispert. Así es como se evita que se convierta en un espacio segregado. “No solo se cocina, pasan muchas más cosas, ya no solo está implicada la mujer”, añade. Muy relacionado con la perspectiva de género son también las pasarelas, que dan acceso a los pisos y generan comunidad entre los vecinos (no hay terrazas privativas).
La de Cierto Estudio es la definición contraria a la célebre cocina Frankfurt, diseñada por la arquitecta austriaca Margarete Schütte-Lihotzky en 1926, un espacio muy estrecho en el que solo cabía una persona, la mujer. Este diseño definía de forma muy clara el reparto de las tareas en la casa. Ahora, la tendencia es reducir la segregación de espacios creando en su lugar áreas fluidas que promuevan la interacción equitativa. Y no solo se busca que la cocina sea un espacio abierto, también que sea un área polivalente en la que se cocina, se trabaja o se estudia.
Estos cambios, unidos al hecho de que las viviendas son cada vez más pequeñas, ha hecho que las ventas de mesas de comedor tradicionales hayan descendido en los últimos años. “Se venden menos porque comemos de otra manera, la cocina se integra en el salón”, dice Casado. En cambio, ha crecido la demanda de mesas plegables.
Viviendas no binarias
Todas estas ideas enlazan a su vez con lo que el estudio de arquitectura Pachón Paredes ha acuñado con el término de espacios no binarios, en los que no se compromete la libertad de uso. Son viviendas neutras, abiertas y multifuncionales, de forma que se puedan transformar fácilmente según las necesidades de sus usuarios. “A diferencia de otras épocas históricas, en las que la función, las estancias y la familia estaban condicionados por vectores socioeconómicos que definían el hábitat doméstico y limitaban el comportamiento de sus usuarios, hoy la sociedad demanda más que nunca la flexibilidad y adaptabilidad de los modelos socioculturales y urbanos”, indica el arquitecto Luis Gallego Pachón. Un ejemplo es la reforma hecha por este estudio en un piso de 100 metros cuadrados en Madrid Río (Madrid). Se emplea la misma estrategia de intervención en otro piso de 110 metros construidos en el barrio de Pacífico, también en Madrid, por el que el estudio ha recibido el premio nacional de arquitectura en la categoría de rehabilitación, otorgado por el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España.
En todos estos nuevos enfoques desempeña un papel fundamental el mobiliario, entendido ahora como un elemento de distribución interior del espacio y no solo como herramienta de decoración o almacenamiento. Por ejemplo, las estanterías abiertas permiten ver a través de ellas, pero también separan áreas. Los muebles modulares, que se pueden mover o reconfigurar, son la clave en esta nueva concepción. Por ejemplo, las mesas plegables o bancos con ruedas son útiles para reconfigurar el espacio y, en lugar de una pared, un conjunto de muebles modulares puede marcar la diferencia entre la sala de estar y el comedor.