Secretos de la Eurocopa: la lesión de Nico antes de la final, la siesta de Lamine y los nervios de Carvajal | Fútbol | Deportes



Tres semanas después de la final de la Eurocopa en el Olímpico de Berlín, Unai Simón seguía enviándole a Dani Olmo un vídeo una y otra vez. “No puedo parar de verlo”, le dice. Es del minuto 89. España ganaba 2-1 e Inglaterra tenía un córner. El portero saca el primer remate de Declan Rice y la pelota le cae a Guéhi, que vuelve a intentarlo con Simón ya en el suelo. Pero Olmo salva el gol de cabeza sobre la línea, evita el empate y la Roja atrapa el trofeo. El envío insistente del vídeo le servía al guardameta, por ejemplo, para recordarle que tenía razón. “Antes de ese córner Unai me mete un grito…”, cuenta Olmo en el documental Un equipo llamado España. El camino hacia la cuarta. Le pedía que cubriera el primer palo, un olvido habitual. “Y dije: ‘De aquí no me muevo’”. Y por estar ahí salvó el empate, y la prórroga, y tal vez el trofeo.

El envío insistente también sirve para alargar aquella felicidad, como la propia serie que se estrena este viernes en Prime Video, y que el día anterior humedeció los ojos del último Balón de Oro. Rodrigo Hernández acudió al estreno en una sala de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas y cuando al terminar subió al escenario para un pequeño coloquio, estaba conmovido: “Hacía tiempo que no sentía la emoción que sentí ahí abajo…”.

La docuserie, como los vídeos de Unai Simón, alarga la resaca de la alegría. También permite asomarse a aquel espacio emocional de la Roja en su concentración de Alemania. Con su pizca de fragilidad, como la rara fragilidad de Dani Carvajal, recién llegado de ganar su sexta Champions con el Real Madrid, pero que se revuelve inquieto en la camilla del fisio horas antes del estreno contra Croacia: “Estoy nervioso”, confía al cámara un futbolista que revela al comienzo que estuvo a punto de dejar la selección después de ganar la Nations League el verano anterior.

También contiene su pizca de contundencia testosterónica, en la misma previa del estreno. Álvaro Morata, por otro lado el que más ha mostrado su fragilidad, se transformaba en su momento de capitán en el vestuario antes de salir a jugar contra Croacia: “¡Vamos a ganar la puta Eurocopa!”, proclama esa primera tarde, después de recordarles las fotos de otros campeones que ven siempre en los edificios de Las Rozas. Y antes de enfrentarse a Italia: “¡Los vamos a levantar por los aires!”.

Hay muchos discursos en la serie, que destapa el abanico de referencias del seleccionador, de Rocky Balboa a Julio César. Antes del debut, se refirió a una célebre frase del boxeador: “Mucha gente viene a Las Vegas a perder. Yo no”, dice el personaje interpretado por Stallone. “Yo no vengo a Las Vegas a perder”, dijo De la Fuente a su pelotón. Aunque pocas frases hicieron tanta fortuna como la que usó antes del segundo encuentro, contra Italia. Les contó que el rival andaba jugando el papel de víctima, que no había que confiarse: “Como dicen en mi pueblo: ‘Loco, loco… Pero te la coloco’”. La sentencia corrió de futbolista en futbolista, y de risa en risa —sobre todo de Cucurella—, hasta que, antes de la final, De la Fuente echó mano de un emperador romano: “Julio César, uno de los grandes conquistadores de la historia de la humanidad decía: ‘No hay logro importante sin sufrimiento’”.

Pese al triunfo, no todo sucedió en línea recta en la Eurocopa. Se lesionaron Ayoze y Pedri, falleció el abuelo de Vivian y hubo un momento en el que el seleccionador tuvo que dar un toque de atención. Dos días antes de la semifinal contra Francia, se puso serio. “No lo veo bien, no estamos con la chispa”, les dijo.

Camino al estadio de Múnich para jugar ese partido, sucede algo que el cámara de la serie comentó con asombro después de registrarlo: Lamine Yamal, que aún tenía 16 años y se había sacado la ESO en la concentración, se había quedado dormido en el autobús. “Y yo estaba cagao…”, recuerda Nico Williams. El atacante del Barcelona llegaba además al choque bajo el influjo de unas palabras del francés Rabiot, que había sugerido que aún le quedaba mucho por demostrar. Y precisamente con Rabiot encima, Lamine marcó un golazo por la escuadra: “Tenía tanta rabia en el cuerpo…”, recuerda. “El gol de tu papá, hermano”, ríe.

Lamine y Nico dejan los momentos más desternillantes de la serie. También uno angustioso que se había ocultado hasta ahora. Dos días antes de la final, el jugador del Athletic nota algo raro en aductor izquierdo. Se retira del entrenamiento alarmado. Cree que se ha roto. Ni siquiera se atreve a decírselo a su madre: “No la voy a llamar, porque se va a poner a llorar…”, recuerda pensar. Sí se lo confía a su hermano, Iñaki, una figura casi paternal. En esas horas terribles, llama a la puerta de su habitación Morata, capitán gigante a ojos del vestuario, y le asegura que todo va a ir bien. Nico juega la final, marca el 1-0 y es escogido mejor jugador del partido.

Después de su gol llegaron el de Palmer y el de Oyarzabal. Y la salvada de Olmo que Unai Simón no se cansa de reenviar, y que Morata, un torneo entre la inflamación y la angustia, aguantó recorriendo nervioso la banda, con los ojos llenos de lágrimas. “Ganar la Eurocopa me ha cambiado la vida”, dice el capitán.



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