“La gente va a Disney para ver a Minnie Mouse y viene a Pedraza para verme a mí. Aquí yo soy Minnie”, dice Samantha Vallejo-Nágera (Madrid, 53 años) en broma, mientras atiende a unos turistas que quieren hacerse una foto con ella frente a la puerta de Casa Taberna, su restaurante segoviano. “Hay gente que me ve y se pone a llorar. ¿Te lo puedes creer? Yo sigo sin creérmelo”, continúa, repartiendo besos y abrazos entre los visitantes que se acercan para conocerla. MasterChef, el programa de televisión gastronómico del que es jurado desde hace una década y que este lunes estrena nueva temporada, la ha convertido en un personaje popular. “A mí me cuesta la tele, porque me exige muchas horas de trabajo, pero es verdad que te cambia la vida. Es la gasolina que alimenta mis otros proyectos”, reconoce. Vallejo-Nágera se refiere a Samantha de España, la empresa de catering que fundó en 1995 y en la que trabajan más de 30 personas; a sus acuerdos publicitarios con numerosas marcas, y a Casa Taberna, la tasca, restaurante y hotel boutique que abrió a finales de 2020 en una casona castellana del siglo XVII en el centro del pueblo donde se crio.
Casa Taberna acaba de recibir un codiciado sol de la guía Repsol y ya es un imprescindible de Pedraza, una parada obligatoria para las hordas de visitantes que llegan al pueblo cada fin de semana. Los turistas ya saben que tienen que recorrer la calle Real, ver las ruinas de la iglesia de Santa María, entrar en el castillo donde vivía y pintaba Ignacio Zuloaga, dar una vuelta por la plaza Mayor y picar algo “en lo de Samantha, la de la tele”. La cocinera es consciente de que muchas familias acuden para verla y por eso, siempre que puede, está allí. Cuando no está, se intuye su personalidad castiza, una mezcla de sencillez, tradición y, según ella misma, “españolidad sin complejos”.
La taberna está decorada con portadas de viejas revistas taurinas; retratos de matadores como Manolete, Antonio Reverte y Dolores Sánchez, La Fragosa, y fotos y mapas antiguos del pueblo. Es un anticipo de un menú que la chef califica de “comida española de toda la vida, rica y sencilla”. La carta está elaborada con productos de cercanía e incluye platos como sopa de cebolla, croquetas de jamón, cecina con aceite de trufa, guisantes con tocino ibérico y berberechos, y puerros a la parrilla. Todo funciona como un buen prólogo para el chuletón de vacuno mayor a la brasa, una apuesta original y arriesgada en una tierra donde el cordero es el rey. “No me dedico a hacer alta cocina, me dedico a hacer cocina tradicional. Todo está hecho como en casa. Es decir, muy bien hecho”, apunta. El restaurante ofrece el mismo menú, pero en un espacio más recoleto y formal, mientras que en la planta de arriba funciona una casa de huéspedes con cuatro habitaciones simples y elegantes con vistas a la histórica plaza Mayor y la sierra de Guadarrama.
“Es un sueño hecho realidad. Puede sonar a frase hecha, pero es así”, asegura Vallejo-Nágera. De niña, cuando le preguntaban qué quería ser de mayor, se imaginaba como “una señora con gafas, vieja y gorda” viendo el libro de reservas de su taberna. “Bueno, gorda no, porque siempre he hecho mucho deporte”, aclara. “Pero sí que soñaba con tener mi bar y mi hotel en el pueblo. Ahora los tengo y no necesito nada más”. Llegó a Pedraza con cinco años. A comienzos de la década de 1970, su madre, Sabine Dèrouléde, francesa de nacimiento, se separó de su padre, el ingeniero José Ignacio Vallejo-Nágera, y se instaló en la villa segoviana con el maestro del diseño de muebles y la decoración Paco Muñoz. “Para mi madre, Paco fue el amor de su vida. Murió hace 14 años y sigue siendo su amor. Los dos nos inculcaron a mis hermanos y a mí la pasión por el campo, el pueblo y la artesanía. Siempre hemos pasado los veranos aquí. No podría veranear en otro sitio”, dice. “Para que te hagas una idea, la otra noche tuve una pesadilla. Soñé que veraneaba en Sotogrande, te lo juro”, continúa entre risas.
Casa Taberna nació como su proyecto personal, pero ya es un negocio familiar. Su marido, el enólogo Pedro Aznar, director comercial de Marqués de Riscal, le ayuda con las finanzas. Su madre, que vive todo el año en el pueblo, supervisa todos los detalles y se encarga de elaborar los arreglos florales. Su hermana, Mafalda Muñoz, y su cuñado, Gonzalo Machado, lideraron el proyecto de rehabilitación e interiorismo, conservando la esencia de la casa y de la arquitectura de la zona: madera, piedra, hierro, cuero, lana, piezas restauradas y muebles de anticuarios. “Para nosotros era muy importante poner en valor la artesanía de Pedraza y Segovia”, dice la chef mientras señala el suelo de la entrada, decorado con un círculo de tabas de cordero que lleva siglos ahí. “Servía para ahuyentar a los malos espíritus y traía buena suerte”. Parece que sigue cumpliendo su función.
Los más jóvenes de la familia también están volcados en el negocio. La hija mayor de Vallejo-Nágera, Cloe, de 20 años, está estudiando hostelería en Suiza y en verano vuelve a Pedraza para echar una mano a su madre. A los otros hijos de la cocinera —Pedro, de 18; Roscón, de 15, y Diego, de 12— también les gusta ayudar. Muchos visitantes, sobre todo los niños, preguntan por Roscón, su hijo con síndrome de Down, que es casi tan famoso como ella en redes. “Yo ‘vendo’ a mi familia, la comunico, porque creo que la gente necesita y quiere eso. A veces, con tanta tecnología y tanto ruido, siento que estamos fuera de la realidad. Y creo hay que volver a la realidad, conectar con lo esencial”, explica. Según ella, de eso se trata Casa Taberna. “Mi empresa de catering, con la que empecé hace casi 25 años, se llama Samantha de España y vendo eso en todos mis proyectos: la España de Samantha. Los españoles tenemos muchos complejos y nos cuesta vendernos. Yo lo hago a lo bestia”.
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