El futuro de Rumania depende de quién quede este domingo en segundo lugar en la primera vuelta de unas elecciones presidenciales que podrían encumbrar al candidato de extrema derecha a la jefatura del Estado y acarrear un giro nacionalista en este país de la Europa del Este. El primer ministro y aspirante del Partido Social Demócrata (PSD), Marcel Ciolacu, encabeza todos los sondeos con un 25% de votos, aunque lejos de la mayoría necesaria, por lo que se prevé segura la celebración de la segunda ronda el próximo 8 de diciembre. George Simion, el candidato del partido ultraderechista Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), ocupa el segundo puesto en la mayoría de las encuestas.
La formación de Ciolacu, de 56 años, carece de una orientación socialdemócrata. Generalmente adopta posiciones populistas de derecha y nacionalistas mezcladas con una postura de izquierda en temas sociales y económicos. Sin embargo, su influencia en las regiones rurales y menos desarrolladas del país puede darle el triunfo que tanto anhela su facción política desde que perdió las presidenciales de 2004. “He votado por una Rumania económicamente fuerte, con una voz fuerte en el mundo, donde los rumanos puedan tener una vida digna y por el mayor número posible de victorias como la de hace unos días: la plena adhesión al espacio Schengen”, señaló el dirigente tras ejercer su derecho a voto en Bucarest.
Los votantes del sexto Estado más grande de la Unión Europea en términos de población —unos 19 millones de habitantes— han virado en los últimos años hacia formaciones nacionalistas como nunca antes había ocurrido desde la caída del comunismo hace casi 35 años. La entrada en la lucha final por la presidencia de Simion se dirime por escasas papeletas. En la tarde de este domingo, el líder extremista instó una vez más a la movilización al sostener que la “competición” se decidirá por “1.000 votos”.
Su elección podría afectar el papel estratégico de Rumania, que cuenta en la actualidad con la mayor base de fuerzas armadas de la OTAN, con 5.000 soldados extranjeros, en el flanco sureste de Europa. Simion, que está en contra de enviar ayuda militar a Ucrania, ha asegurado que Bucarest permanecerá en la Alianza Atlántica, pero que lo hará de forma neutral si logra ser elegido para los próximos cinco años como presidente. El jefe del Estado es una figura testimonial que solo se encarga de la política exterior y la seguridad nacional, además de nombrar a los jefes de los servicios de inteligencia y fiscales clave.
Durante la campaña, el candidato ha suavizado su retórica nacionalista antieuropea —tacha a Bruselas de “burbuja corrupta” y se opone a los derechos del colectivo LGTBI— y ha reconocido ser admirador del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y de Donald Trump, ganador de las presidenciales estadounidenses. El político, de 38 años, espera aprovechar precisamente el viento favorable que ha generado la victoria del magnate neoyorquino para captar más electores ultraconservadores.
Además, sus narrativas similares a las del Kremlin y su oposición a ayudar a Ucrania, con la que comparte 650 kilómetros de frontera terrestre, a las que se suman sus teorías conspirativas, seducen a un importante segmento de la población harto de que la economía de su país siga sin despegar pese a haber ingresado en 2007 en el bloque comunitario. Su visión más patriótica ha servido también para que Ucrania y Moldavia le prohíban la entrada a sus territorios.
Elecciones parlamentarias
“Si logra pasar a la segunda vuelta, su partido AUR podría beneficiarse de un efecto contagio” en las elecciones legislativas del 1 de diciembre, que se celebran entre las dos vueltas de las presidenciales, vaticina Cristian Pantazi, periodista político del portal G4Media.ro. El analista advierte del peligro de que AUR y la formación de la eurodiputada radical Diana Sosoaca, también antieuropea y pro-Kremlin, obtengan buenos resultados en las parlamentarias, lo que les permitiría optar a formar parte de un Gobierno de coalición por primera vez en la historia democrática. Según los últimos sondeos, ambas formaciones acumularían un 30% de los votos.
La campaña presidencial ha estado marcada por los ataques personales. El líder radical fue acusado de reunirse con espías rusos, afirmación que ha negado, mientras que el primer ministro, que gobierna en coalición con el Partido Nacional Liberal (PNL), está en el punto de mira por polémicos vuelos en jets privados financiados por empresarios. Pero, a pesar de su bajo índice de popularidad, Ciolacu ha intentado proyectar un mensaje de estabilidad mediante una imagen de hombre humilde y autodidacta.
En tercera posición en las encuestas figura Elena Lasconi, una antigua periodista de 52 años y alcaldesa de centroderecha de Campulung, una ciudad pequeña situada a 150 kilómetros de Bucarest. La diferencia por décimas que mantiene con Simion en las encuestas, que no contabilizan los votos de la diáspora, podría hacer que al final entre en segundo puesto y, en ese caso, poner en apuros a Ciolacu, quien cree que sería mejor enfrentarse al político ultraderechista. Lasconi, que preside el partido liberal progresista Unión Salvemos Rumania (USR) y fue presentadora de un canal de televisión privado, confía en pasar a la segunda ronda y repetir el éxito de presidente saliente, Klaus Iohannis, cuando arrebató en 2014 el cargo al candidato socialdemócrata de entonces tras quedar en segundo lugar en la primera manga. “Hoy escribimos historia”, declaró la comunicadora, quien también destacó que se disputará el resultado hasta el último voto.
En la contienda electoral también se encuentran, aunque con menos posibilidades, Mircea Geoana, ex número dos de la OTAN, y el liberal Nicolae Ciuca, antiguo general retirado que fue veterano de las guerras de Irak y Afganistán. La movilización de los rumanos que residen en el extranjero está siendo incluso mayor que hace cinco años. “La diáspora que representa ya más del 8% del escrutinio será crucial para saber quiénes pasan al siguiente duelo, ya que están fuera del alcance de los sondeos”, concluye Pantazi.