Gene Simmons, bajista, cantante (junto a Paul Stanley) y miembro fundador de Kiss, asegura que es verdad, que es definitivo: el 2 de diciembre la banda ofrecerá su concierto final en el Madison Square Garden de Nueva York. Antes, el 25 de junio, tendrá lugar su última actuación en nuestro país, en el festival Rock Imperium de Cartagena (Murcia). Comenzamos la entrevista con una duda razonable, pues la banda, originada en la Gran Manzana hace 50 años, lleva alargando su gira de despedida desde 2019. Mucho antes de eso, en el 2000, anunció el Farewell Tour con la intención de que fuera el último. Dos años más tarde, el grupo se desdecía y volvía a la carretera con una gira denominada World Domination… Y así hasta hoy. Al otro lado del teléfono, el rostro (y lengua) más visible de uno de los grupos de rock más comerciales de todos los tiempos, con 100 millones de discos despachados, suena sorprendentemente sosegado y reflexivo.
¿Van a quemar en el Madison Square Garden toda la pirotecnia que les queda? [Risas] Estoy seguro de que vamos a utilizar todo lo que tengamos a mano.
¿Qué tiene pensado hacer cuando Kiss termine? Tenemos otras cosas en marcha. Va a salir una película sobre el grupo, una serie de dibujos animados y seguiremos manteniendo el complejo Kiss World en un hotel de Las Vegas [que incluye un museo con todo tipo de objetos relacionados con la banda, un campo de minigolf y una capilla para bodas]. La película es un biopic que llevamos tiempo preparando, el guion es muy bueno y lo dirigirá un cineasta de fama mundial. Estamos a punto de hacer el casting.
¿Quién es el director? ¡Hum! Debería ser cuidadoso con esto, pero le puedo decir que dirigió a Johnny Depp en un par de películas sobre piratas. [Todo apunta a que se refiere a Gore Verbinski, responsable de la trilogía original de Piratas del Caribe.]
El arquetipo del sueño americano
Gene Simmons nació en 1949 en Haifa (Israel) con el nombre de Chaim Witz y su biografía es una de las más certeras encarnaciones del sueño americano. Hijo de una madre judía que sobrevivió al Holocausto, emigró con ella a Nueva York cuando tenía 8 años y vivió casi en la pobreza hasta que descubrió a los Beatles y sintió que él podía hacer lo mismo. Tras tocar en varios grupos de rock & roll en su adolescencia, en 1970 conoció al guitarrista Paul Stanley y juntos crearon la banda Wicked Lester, que tuvo un recorrido casi nulo. Tres años después, al tiempo que en su ciudad emergían grupos dispuestos a sacudirlo todo, como New York Dolls, conocieron al guitarrista Ace Frehley y al batería Peter Criss, y cambiaron su nombre a Kiss (en inglés, beso).
Cinco decenios después, su colíder puede presumir de ser uno de los músicos más ricos del mundo, con un patrimonio neto estimado de 410 millones de dólares (unos 382 millones de euros). También ha tenido su propio reality show, se ha jactado de acostarse con más de 5.000 mujeres y, esto sí es comprobable, fue novio de Cher y Diana Ross hasta que conoció a su actual esposa, la ex chica Playboy Shannon Tweed.
Aportaron un concepto completamente diferente de lo que era un grupo de rock, como si Kiss fueran personajes de ficción. ¿Veían el rock como una vía de escape a otra realidad? Así es. Cuando yo era un chaval, iba a ver a las bandas que me gustaban pero siempre salía decepcionado. Tocaban mirándose a los zapatos, no sentías que aquello fuera importante o excitante. Al formar Kiss, nuestra idea era crear un grupo que nunca antes se hubiese visto en un escenario. Puede sonar extraño porque, en aquel momento, nosotros veníamos de la nada, no teníamos ninguna experiencia ni sabíamos nada de ese mundo. Éramos solamente cuatro chavales de la calle, de 20 y 21 años. Entonces se nos ocurrió poner efectos especiales en todo lo que había sobre el escenario. No queríamos ser solamente cuatro tíos que tocaban música, así que creamos unos personajes: The Demon, The Starchild, The Catman y The Spaceman. Después de eso surgieron nuestros cómics, juguetes, videojuegos y un montón de cosas bajo nuestro logo que jamás pensamos que íbamos a tener.
¿De dónde venían todas esas ideas? No lo sé. Realmente no había un plan, todo sucedió naturalmente. Al principio no conocíamos a ningún maquillador, ni siquiera teníamos manager, éramos solo nosotros cuatro probando a pintarnos la cara frente al espejo sin ninguna razón, como si fuese todo una especie de plan cósmico. Pero cuando nos mirábamos los unos a los otros en el local de ensayo era algo fascinante, porque nos sentíamos diferentes, únicos.
El grupo que llevó el merchandising del rock a otro nivel
A mediados de los años setenta, Kiss se convirtió en una máquina de hacer dinero, sobre todo a partir de la contratación como representante de Bill Aucoin, un avezado gerente que, más tarde, trabajaría también con Billy Idol o los igualmente maquilladísimos Lordi (aquellos finlandeses vestidos de monstruos que ganaron Eurovisión en 2006). Su salto a la fama llegó en 1975 con el álbum en directo Alive!, en cuya mezcla añadieron más decibelios provenientes del público para intensificar la sensación de experiencia en directo. Musicalmente, figuran entre los pioneros del heavy metal, pero sus logros son mayores como inventores del concepto de merchandising asociado a un grupo a la manera de una marca, no solo en el rock, sino incluso anticipándose a lo que poco después sucedería en el cine con películas como Star Wars o Superman.
¿Estuvieron siempre en paz con esa asociación entre capitalismo y rock o alguna vez pensaron que estaban yendo demasiado lejos? Yo siempre me he sentido muy feliz y orgulloso. Incluso en el caso de las más grandes bandas, como los Beatles o los Rolling Stones, siempre había límites con respecto a lo que podían hacer. Con Kiss nunca hubo ningún límite. En realidad, todos los grupos hacen lo mismo: cobran por sus camisetas y por sus entradas, pero nosotros también decidimos vender ataúdes, máquinas de pinball y todo lo que se nos ocurriera. ¿Capitalismo? Por supuesto que es capitalismo. Si trabajas, tú quieres que te paguen. El capitalismo es bueno, crea empleos para la gente. El comunismo no crea nada.
Kiss fue también el primer grupo de rock que se convirtió en personajes de cómic de Marvel. ¿Es verdad lo que se decía de que la tinta estaba mezclada con su propia sangre? Es cierto. Mis inspiraciones al formar el grupo fueron los cómics, las películas de coches y simplemente todo lo que era soñar, la fantasía, los personajes de los libros… Incluso La Biblia es una historia de superhéroes, la idea de que alguien pudiese caminar sobre el agua estaba anticipando a los X-Men. Yo era un gran fan de Marvel desde niño. A los 13 años le escribí una postal a Stan Lee y él me respondió diciéndome que yo podría hacer grandes cosas. En 1977 se me ocurrió la idea del cómic de Kiss. Toda la banda maquillada cogió un vuelo a Buffalo, Nueva York, fuimos a la imprenta de Marvel y pusimos nuestra sangre sobre la tinta roja.
¿Hay muchas leyendas falsas en la historia de Kiss? Algunas hay, como que éramos adoradores del Diablo [se contaba que Kiss era un acrónimo de Knights In Satan’s Service, caballeros al servicio de Satán] o que yo había cortado la lengua a una vaca y me había operado para ponérmela en la boca. También se rumoreó que éramos nazis. Mi madre a los 14 años fue internada en un campo de concentración, así que es bastante estúpido pensar eso. La gente se inventaba historias por pura imbecilidad.
De todas las ideas de negocio que han tenido, ¿cuál diría que ha sido la más loca? Vender nuestros propios bollos rellenos de carne.
¿Hay alguna que hayan rechazado? Por supuesto. Cigarrillos, juguetes sexuales y alguna cosa más.
Teniendo en cuenta el carácter funerario de esta gira, supongo que los ataúdes de Kiss serán el objeto que más estén vendiendo, ¿no? De hecho, se han agotado. También tenemos cuerdas de air guitar de Kiss. Cuando las compras, adquieres la bolsa de plástico y no hay nada dentro.
Eso le habría encantado a Marcel Duchamp. Veo también similitudes entre su filosofía y la que tenía Salvador Dalí. ¿Sintonizan con esa idea de considerar los negocios como una de las Bellas Artes? Los negocios son una forma de arte y el arte es un negocio. El arte no es gratis, tienes que pagar por él. A la gente no le gusta hablar de dinero, no se por qué, pero a mí me encanta. Llevo un símbolo del dólar en una de mis carteras y el del euro en otra. Es arte, así es.
Fueron precursores de la práctica conocida como meet & greet [la posibilidad de que los seguidores paguen por conocer y saludar al grupo] y suelen asistir a convenciones de fans de Kiss. ¿Ha sido importante para ustedes esa conexión con el público? Es lo más importante de todo, porque sin los fans no somos nadie. Ellos son nuestros jefes y nosotros trabajamos para ellos. Los fans son las únicas personas que nos dicen la verdad. A veces alguno nos dice “Oye, no me gusta esa canción”, les preguntamos por qué y nos dice: “Bueno, creo que ese estribillo es un poco lento, o que le falla la melodía”. Y siempre les decimos que nos cuenten más y nos digan cuáles les gustan. Nos paramos a escuchar sus opiniones. Los críticos, en cambio, a menudo no entienden nada. Recuerdo la primera reseña que se escribió sobre el primer disco de Led Zeppelin en la revista Rolling Stone. El crítico hablaba de él como si fuera un pene disfuncional. ¡Increíble!
¿Cuáles son sus sensaciones sobre el escenario estos últimos días? Estamos todos orgullosos y felices pero, al mismo tiempo, cuando más nos acercamos al final sabemos que va a ser triste. Estamos tristes, felices y orgullosos. Pero, al igual que en un momento de tu vida tienes que crecer y dejar de vivir con tus padres, hay otro capítulo que continuará, pero de modos diferentes. La razón por la que no queremos salir de gira más es porque, a cierta edad, creo que las bandas deben dejar de hacerlo. Hay muchos grupos que han tocado demasiado tiempo y ya no se les ve tan bien, no tienen energía o viven de su pasado. La estrella perfecta fue Marilyn Monroe porque murió joven, nunca la vimos envejecer. Yo tengo 73 años ahora, gozo de buena salud, mantengo el pelo en mi cabeza y mucho más en la espalda, me mantengo fuerte… Es el mejor momento para parar, decir gracias de modo generoso y salir con orgullo.
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