La campaña electoral de Donald Trump dejaba presagiar que, en caso de victoria, su ejercicio del poder sería un tsunami, y ahora los nombramientos que se van acumulando lo confirman: viene una embestida trumpista radical, brutal y sin complejos. Conviene dejar las esperanzas de que haya significativos factores de contención. Desgraciadamente, los primeros compases de la reacción europea son nefastos.
El día después de las elecciones estadounidenses colapsó el Gobierno alemán. Al sucesivo, la UE celebró un consejo informal inane. Hace una semana esta columna lamentaba “el partidismo en una tempestad shakespeariana”, y toca constatar en el proceso de confirmación de la nueva Comisión que la cosa ha ido a peor, con la inestimable aportación del Partido Popular español y del líder del PPE, Manfred Weber, extraordinarios intérpretes de la práctica del cálculo egoísta y miope. La familia popular europea en su conjunto ensaya, además, noviazgos con la ultraderecha, mientras se oye un murmullo que tal vez sea el frotar de las manos de Viktor Orbán en Hungría, Robert Fico en Eslovaquia, Giorgia Meloni en Italia y otros. Al menos Scholz ha tenido la sensatez de adelantar un poco la convocatoria de elecciones en Alemania: serán en febrero. Es decir, lo probable es que no haya un Gobierno con mando en plaza en Berlín hasta finales de primavera…
Sobrevivir a Trump limitando los daños es posible. Hasta puede ser ocasión de importantes mejoras estructurales. Sin embargo, la precondición necesaria es la unidad de intenciones. De momento no se ve, pero no hay que perder la esperanza. Si la hubiera, la perspectiva no tiene por qué ser apocalíptica. A continuación, algunas propuestas acerca de qué hacer.
Gasto en defensa
Es una medicina de sabor amargo, pero es necesaria. Los países de la UE, por lo general, llevan incrementando el gasto militar desde algunos años: hay que acelerar. A nadie le gusta desviar dinero de hospitales y escuelas hacia arsenales. Pero los europeos ya no podemos dar por descontada nuestra seguridad. Empieza a ser probable que la aventura criminal de Putin en Ucrania termine con alguna clase de éxito estratégico para él. Trump no está dispuesto a sostener Ucrania, y los europeos no estamos en condiciones de compensar. A la vez, el compromiso de Trump con la OTAN es dudoso. El conjunto de estos factores diseña un escenario de seguridad completamente nuevo.
En él, es fundamental tener mayores capacidades que sirvan a la vez para disuadir a eventuales agresores y convencer a Washington de que Europa se toma en serio su seguridad. Aumentar el gasto militar con rapidez y, a la vez, eficiencia, es difícil. Hay que encontrar un equilibrio adecuado entre comprar material disponible en el mercado y construir capacidades autóctonas. No se puede exceder ni, por un lado, ni por el otro. Mientras se avanza en ese camino, habrá que incrementar el apoyo a Ucrania, aunque no podamos sustituir a EE UU para, al menos, evitar el colapso total de Kiev.
Lazos con otras democracias
Ante el indisimulado desdén democrático que exuda el plantel de nominados que está conformando Trump, hay que imaginar una nueva estrategia de alineamiento europeo con otras democracias que supere el esquema por el que Washington era el epicentro. Hay que estrechar lazos y forjar posiciones comunes con países como el Reino Unido, Japón, Canadá, Australia o Corea del Sur para actuar de forma coordinada en el escenario global —en cuestiones como la defensa de instituciones internacionales o lucha contra el cambio climático— e incluso frente al propio Trump. La idea de asegurarse pequeñas relaciones bilaterales favorables es estúpida, porque en solitario cada cual tiene una posición negociadora más débil. Juntos, mejor. Esta lógica debe extenderse a otras democracias, como Brasil.
Consumo privado interno
Es probable que Trump impondrá aranceles que dificulten las exportaciones europeas. Es probable también que, sufriendo la imposición de aranceles aún mayores, China busque reorientar sus exportaciones hacia Europa, inundándonos de productos baratos a base de sobrecapacidad de producción subvencionada. Habrá que protegerse. Convendrá negociar y tal vez se puedan evitar los daños de una guerra comercial plena, pero es más que probable que suframos dificultades, que ya no podamos contar con fluidez exportadora a los dos principales mercados de nuestro interés a la vez. Será oportuno fomentar un robusto consumo interno. Este fue de un 52,7% del PIB en junio de 2024. La media entre 1995 y 2024 ha sido de 55,1%. Hubo un pico de 57% en 1997, según datos recopilados por CEIC Data.
Junto con acuerdos que faciliten el comercio con otras áreas —por ejemplo Mercosur, pacto desgraciadamente bloqueado por Francia en medio del síndrome del proteccionismo ultraderechista— el consumo interno será un pulmón esencial. Aquí también el equilibrio es delicado, porque debe evitarse la reactivación de una espiral inflacionista. Pero en conjunto parece sabio estimularlo. Hay distintas palancas. En países como España —y otros— debe producirse un incremento de los salarios. En el conjunto de la UE, los salarios reales siguen un 1,7% por debajo del pico pre-llamarada inflacionista. Elevarlos es además una buena opción de desactivar el descontento de tanta parte de las clases medias y populares.
Inversiones comunes
Es necesario, como ha señalado Mario Draghi, un enorme salto en la inversión. Pero, en vez del avance que necesitamos, retrocedemos: los datos difundidos este jueves por la Comisión muestran que las inversiones han sufrido una lamentable contracción del 2,5% en el primer semestre del año. Alemania, principal economía del bloque —y potencia exportadora que sufrirá en el nuevo entorno de guerras comerciales— debería capitanear esas inversiones, pero se halla maniatada entre la rigidez ideológica de ciertos partidos y la jurídica de su Constitucional. Ojalá sepa cambiar de rumbo. Pero, al margen de lo que deben hacer Estados individuales, es imprescindible acción común.
Esta columna aboga desde hace mucho tiempo por una nueva emisión de eurobonos, en el entendimiento de que lo que es imprescindible hacer para ganar competitividad, autonomía y seguridad requiere mucho dinero, mucho más de lo que está disponible ahora mismo entre presupuesto europeo y fondos pandémicos. Dejar esto a la acción individual de los Estados fracturaría a la UE entre miembros con músculo financiero que pueden hacer inversiones, y, por tanto, estimular industrias, lograr capacidades, y miembros que no.
Por supuesto, se pueden considerar otras iniciativas. El diario Financial Times informaba de planes para permitir el uso de fondos de cohesión para inversiones en materia de Defensa y de Seguridad que tengan en cuenta el objetivo de la cohesión. Es una buena idea. Aun así, será necesario más. Draghi puso su peso a favor de la necesidad de dotarse de nuevos, ingentes, recursos comunes. Ojalá le escuchen.
Son solo algunas ideas en medio de muchas que será necesario explorar. Enrico Letta ha aportado otras excelentes acerca de cómo mejorar el mercado común, tarea imprescindible. Quedan dos meses hasta que Trump asuma el poder. Hay que acelerar y estudiar y hacer muchas cosas. Por supuesto, habrá que hablar y negociar con el nuevo presidente de EE UU. Buscar estrategias transaccionales. Puede tener sentido comprar más gas, como ha sugerido Von der Leyen, y otras tácticas de intercambio. Pero probablemente lo más importante es lo que hagamos sin él. Toca arremangarse.