La actualización de las proyecciones del Banco de España para la economía española entre 2023 y 2025 corrige al alza la previsión de crecimiento de este año hasta el 1,6% del PIB y revisa también, pero a la baja, la de 2024 mientras mantiene inalterada la de 2025. La tendencia iniciada hace unas semanas por la OCDE —que llevaba su previsión hasta el 1,7% del PIB— se explica por el mejor comportamiento de la economía en el segundo semestre de 2022, ya que no llegó a producirse la temida recesión que algunos anunciaban. Se alejan, por tanto, los temores a una fuerte desaceleración y la economía española se acerca a su velocidad de crucero, en línea con lo planteado en el cuadro macroeconómico que presentó el Gobierno a finales del año pasado. No debemos esperar crecimientos abultados en los próximos años, pues las cifras de 2021 y 2022 formaban parte del fuerte rebote producido tras la crisis de la pandemia en 2020. Por el contrario, España se acerca a sus cifras de crecimiento a largo plazo, que se sitúan en una zona segura, pero más modesta, alrededor del 2% del PIB.
La evolución de los precios de la energía apunta también a una fuerte moderación de la inflación, que, según el Banco de España, terminará en el 3,7% de promedio para 2023. La cifra está lejos todavía de los objetivos de estabilidad establecidos por el Banco Central Europeo, pero aparta definitivamente el escenario de una inflación descontrolada tras las fuertes subidas de precios de 2022. Lamentablemente, el traslado de los altos precios energéticos del año pasado a la producción alimentaria no remite, de manera que todavía veremos un tiempo en el que la inflación de los alimentos ejerza su presión sobre los hogares.
Advierte el Banco de España sobre la debilidad del consumo. La subida de tipos de interés, que se mantendrá en el futuro próximo, ha incrementado el coste de las hipotecas. Ese dato, añadido a una cesta de la compra todavía alta y a unos salarios con fuertes pérdidas de poder adquisitivo, indica que las familias seguirán acusando el golpe durante meses, con perjuicio del conjunto de la economía. El panorama económico parece despejarse de manera positiva, pese a las incertidumbres abiertas, pero no sucede lo mismo con una situación social que no ha superado la crisis. El Gobierno debe seguir atentamente su evolución para evitar que se perpetúen los altos costes hipotecarios, altos precios alimentarios y bajos salarios. Las medidas sociales y de política económica no han perdido su vigencia, sino al revés: se deben examinar en detalle sus efectos y, llegado el caso, aprovechar las mejoras macroeconómicas para promover nuevos paquetes capaces de aliviar la todavía difícil situación de las familias más desprotegidas.