Los Premios Ortega y Gasset, en su 40ª edición, han distinguido este miércoles en el CaixaForum de Valencia una terrorífica historia con tintes kafkianos de El Salvador, escrita por Julia Gavarrete, una serie de reportajes a lo largo del colosal río Congo, de Xavier Aldekoa, una fotografía que condensa el horror de la guerra en Ucrania, de Santi Palacios, y la trayectoria de uno de los mejores periodistas en lengua española, Martín Caparrós. La directora de EL PAÍS, Pepa Bueno, ha destacado el trabajo de los periodistas que han cubierto en el último año el conflicto en Ucrania: “Cada día de este año ha habido un motivo para el espanto en suelo ucranio y un motivo para el orgullo de una profesión que no huye frente a la barbarie, sino que la retrata, para que los crímenes no queden impunes, para que el mundo sepa”. “Tenemos como nunca la obligación los periodistas”, ha añadido Bueno, tras mencionar la moción de censura impulsada por Vox, “de dar a nuestros lectores información valiente y precisa para ayudarles a entender el mundo, este mundo de la cacofonía global y del uso perverso de las palabras”.
Aimar Bretos, director del programa Hora 25 de la Cadena SER, que ha dirigido el acto, ha comenzado recordando que los galardones premian al mejor periodismo de 2022. “Un año en el que los ritmos de la actualidad, que siempre son acelerados, fueron rapidísimos. Los ciclos informativos, geopolíticos y sociales se desbocaron”.
La periodista salvadoreña Julia Gavarrete, de 33 años, ha recibido el premio a la mejor investigación de manos del presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Un reportaje que cuenta la huida de los miembros de una familia que temen ser detenidos en El Salvador gobernado por Nayib Bukele, pese a que no existe ninguna acusación contra ellos. Publicada el año pasado en el periódico digital El Faro bajo el título Una familia que no debe nada huye del Régimen de Excepción, la historia sigue a una mujer de 50 años y sus dos hijos, veinteañeros, durante varios meses a través de encuentros en las habitaciones de hotel cada vez más humildes donde se refugian, y de las que apenas salen para comprar comida.
El artículo cuenta su angustia —sus pesadillas “repletas de policías”— y su miedo a ir a la cárcel y verse atrapados en un proceso judicial como el que vivieron en 2017, cuando fueron acusados y absueltos de mantener vínculos con “estructuras pandilleras”, cuya defensa los dejó al borde de la quiebra económica y psicológica. A través de su caso, la reportera expone la deriva de El Salvador, donde en el marco de la guerra contra las maras declarada por Bukele, miles de personas han sido detenidas, y cientos de ellas encarceladas de forma preventiva, con argumentos tan endebles como mostrarse “nerviosos” o tener abierta una ficha policial.
Gavarrete ha afirmado al recoger el premio que los protagonistas de su reportaje huyen y se esconden “porque justamente en El Salvador que gobierna Nayib Bukele no hay cómo demostrar la inocencia, mucho menos cómo defenderla”. Y ha agradecido el valor de las personas que, pese al “contexto hostil”, prestan sus voces para que los periodistas cuenten lo que ocurre.
El fotoperiodista madrileño Santi Palacios ha recibido el premio a la mejor fotografía por una instantánea que resume el gran drama de la guerra en Ucrania. Se trata de una fotografía llena de detalles de la calle Yablonska de Bucha, sembrada de cadáveres de civiles ejecutados por las tropas rusas antes de retirarse de la población cercana a Kiev, el 31 de marzo de 2022, tras su fallido intento de vencer la resistencia ucrania con una guerra relámpago. Los soldados rusos mataron, al menos, a 420 civiles, y cometieron otras atrocidades, como violaciones múltiples y amputaciones, según relataron más tarde los supervivientes.
Palacios, nacido en Madrid en 1985, que ha recibido el premio de manos de la periodista y guionista Isabel Calderón, ha recordado que lo que más le impactó tras publicar las primeras fotografías de la matanza fue lo fácil que le había resultado al Kremlin “sembrar la sombra de la duda” sobre una matanza que él y muchos otros periodistas estaban cubriendo. “Hoy tenemos más información que nunca, y al mismo tiempo tenemos un alto porcentaje de población que no sabe identificar bien la fiabilidad de las fuentes”. A continuación, los periodistas de EL PAÍS Cristian García y María Sahuquillo, que han pasado meses cubriendo la guerra, han contado cómo han visto en primera persona la tragedia que viven los ucranios ―obligados por ejemplo, como una anciana de Severodonetsk, a cocinar agua sola―, así como la dificultad y el riesgo para la propia vida que supone ser reportero en Ucrania.
Trabajo en equipo
Xavier Aldekoa ha recibido el premio a la mejor cobertura multimedia por la serie Río Congo. Un viaje desde las fuentes a la desembocadura por el gran río de África, que publicó en La Vanguardia. Aldekoa se embarcó en una aventura de envergadura homérica que tenía en la cabeza desde que era un niño, y la resumió en ocho reportajes en los que combinó texto, vídeos y fotografías (tomadas con su teléfono móvil). Como suele hacer en sus artículos y en los libros que ha escrito sobre el continente —Océano África, Hijos del Nilo e Indestructibles, al que ha sumado ahora Quijote en el Congo, una versión extendida de los ocho reportajes publicados en prensa—, el periodista, nacido en Barcelona hace 41 años, mira a su alrededor, habla con la gente, pone contexto y cuenta la realidad africana a través de historias como las de Idi Kamango y Mbuyu Alain, padre e hijo de 64 y 48 años, que cada mañana se adentran en la “ruleta rusa subterránea”, por el elevado riesgo de derrumbe, que es su mina artesanal de cobalto.
O la de Sara Lokumbé, que sobrevive en Kinshasa vendiendo cacahuetes y galletas a los conductores atrapados en los atascos de la mastodóntica capital congoleña, que cada año gana 600.000 habitantes. Lokumbé, procedente de un pueblo situado a 600 kilómetros río arriba, le cuenta al periodista: “Todos venimos aquí por lo mismo: para trabajar. Vienes aquí con la esperanza de encontrar un empleo formal para ahorrar un poco y poder volver a tu pueblo y construir una casa con un huerto. Pero ese empleo nunca llega y te quedas atrapado. Si eres pobre, cuando entras a Kinshasa ya no puedes escapar”.
Aldekoa ha reivindicado el carácter coral del oficio: “Antes de partir, yo pensaba que iba a hacer este trabajo solo, pero en realidad ha sido un trabajo en equipo”. Y ha agradecido a las decenas de congoleños que le ayudaron, al director de La Vanguardia, Jordi Juan, que aceptó su plan de irse “entre dos y cinco meses” a recorrer el río, y a sus compañeros del periódico que contribuyeron a editar las fotos y vídeos y a montar los reportajes.
Pepa Bueno ha entregado por último el premio a la trayectoria Profesional al argentino Martín Caparrós, uno de los mejores cronistas en lengua española. Caparrós lleva escribiendo desde los 16 años (tiene 65) en periódicos y revistas, y ha publicado novelas (y ganado con ellas el Premio Planeta o el Herralde), libros de crónicas y ensayos, entre ellos el monumental El Hambre, con el que afrontó con éxito el desmedido reto de contar el hambre en el mundo.
El premiado, que colaboró por primera vez con EL PAÍS en 1985, lo hace regularmente desde hace casi una década, y ha celebrado algunos cumpleaños regalando a sus amigos libros escritos solo para ellos, ha dado su discurso en versos gauchescos “casi guasones”. Caparrós ha agradecido ser premiado por el diario que lee. “Donde desde chico leo lo que querría escribir, el que me hizo persistir en este oficio tan reo”. “Hoy me premian por no haber cumplido nunca las normas y buscar siempre las formas de escaparme del ayer. El ayer es una guía, pero no pa’ encadenarnos”, “cuantas veces me dijeron: Martín haga así o asá, y yo, muy ni fu ni fa, porque siempre me perdieron las ganas de ser fullero con las formas consagradas”. “No hay nada peor para un periodista, que trabajar de notario”, ha rematado.
Por segunda vez en Valencia
En el arranque del acto, el presidente Puig, él mismo periodista, ha dedicado igualmente su discurso al oficio. “La obligación es ser independientes, jamás neutrales. Lo único opuesto al periodismo, es el sectarismo, eso sí que merece una moción de censura”.
Los Premios Ortega y Gasset, que EL PAÍS concede cada año para reconocer el mejor periodismo publicado en español, se han entregado por segunda edición consecutiva en Valencia. En esta ocasión, en el Ágora, el último de los edificios diseñado por Santiago Calatrava en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, que permaneció prácticamente sin uso desde su inauguración en 2009 hasta el año pasado, cuando la Fundación La Caixa lo convirtió en uno de sus centros culturales. Cada premio está dotado con 15.000 euros y los ganadores reciben además una obra de Chillida. El acto de entrega ha sido patrocinado por la Generalitat, la Diputación de Valencia y Balearia, y ha contado con la colaboración de la Fundación La Caixa y Renfe.
El jurado de esta edición ha estado compuesto por Miguel Delibes de Castro, biólogo; Lucía Lijtmaer, escritora y periodista; Elvira Lindo, escritora; Isabel Calderón, periodista; Pepa Bueno, directora de EL PAÍS; Soledad Alcaide, defensora del lector de EL PAÍS; Luis Gómez, periodista, y Pedro Zuazua, director de Comunicación del periódico, que ejerció como secretario.