Por qué la tuberculosis debería encararse como una pandemia | Planeta Futuro


Un 24 de marzo de hace 141 años, el microbiólogo alemán Robert Koch anunció al mundo que había descubierto la causa de una de las enfermedades más antiguas y letales de la historia: la tuberculosis. Su hallazgo del bacilo Mycobacterium tuberculosis abría la puerta a la búsqueda de una cura y una vacuna. La investigación de los tratamientos dio sus frutos y hoy es curable en la mayoría de los casos, si bien, para ello, hay que tener acceso a los fármacos adecuados. Sin ellos, el 45% de los pacientes mueren. Sin embargo, la bacteria muta y se hace resistente a los medicamentos, lo que impide dar por terminada la batalla del desarrollo de nuevas medicinas. La inmunización todavía es una asignatura pendiente. Solo existe una de hace más de un siglo y de eficacia limitada, aunque hay 16 nuevas candidatas en ensayos clínicos, de los cuales seis ya están en la fase III, cuando se verifican de forma robusta los aspectos de seguridad y eficacia del fármaco antes de su comercialización.

Pese a los progresos, los datos urgen a avanzar más en ambos campos: solo en 2021 (últimas cifras disponibles) hubo 10,6 millones de nuevos casos y 1,6 millones de personas murieron como consecuencia de la enfermedad, lo que la convierte en la segunda enfermedad infecciosa más mortífera después de la covid-19, y la decimotercera causa de muerte en el mundo.

“Es hora de reconocerla como una pandemia, abordarla como una emergencia y ponerle fin”, pide Peter Sands, director ejecutivo del Fondo Mundial para el VIH, la tuberculosis y la malaria, con motivo del Día Mundial de la Tuberculosis que se conmemora en el aniversario del descubrimiento del doctor Koch. “Hemos conseguido eliminarla como amenaza para la salud pública en prácticamente todos los países más ricos del mundo. Y, sin embargo, seguimos permitiendo que millones de personas sigan sufriendo y muriendo a causa de esta enfermedad prevenible, tratable y curable”, denuncia. En su opinión, “se avanza a paso de tortuga” en la lucha contra esta dolencia. La incidencia ha decaído globalmente un 2% anual desde 2000 hasta 2020. Pero con la irrupción de la pandemia de covid-19 ese año, se produjo por primera vez en dos décadas un repunte, con un 4,5% más de nuevos casos en 2021, según el último informe anual de seguimiento, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publica cada octubre.

En 2021, el mayor porcentaje de nuevos casos se produjo en el sudeste asiático, con el 46% del total, seguida de África (23%) y Pacífico Occidental (18%)

La lentitud y retrocesos en los avances, que han quedado aún más en evidencia con la velocidad con la que se ha abordado la covid-19, tiene explicación, según los expertos. “A menos que una enfermedad amenace a la población de los países ricos, ni siquiera se considera una pandemia. Pero la tuberculosis cumple todos los requisitos para ser juzgada como tal”, anota Sands. Las cifras confirman su lamento. En 2021, el mayor porcentaje de nuevos casos se produjo en el sudeste asiático, con el 46% del total, seguido de África (23%) y Pacífico Occidental (18%). En Europa se registraron el 2,2%. “Es probable que en 2023 la tuberculosis mate a más personas en los países de ingresos bajos y medios que la covid-19″, vaticina el experto. Lo que la posicionaría, de nuevo, como la más mortífera de las dolencias infecciosas, al menos, en estos países.

Cada año, en esta fecha, la OMS reclama redoblar esfuerzos, más financiación y acelerar la lucha contra la tuberculosis. Este aniversario lo vuelve a hacer bajo el lema “¡Sí, podemos acabar con la TB!”. Desde que en octubre de 2022 lanzara su último estudio sobre la enfermedad, cuyos datos cayeron como un jarro de agua fría, se han conocido algunas novedades que calientan las expectativas de volver a la senda del progreso. Una de las más esperanzadoras ha sido el inicio, en diciembre de 2022, de la inmunización en países de África subsahariana con alta incidencia —Senegal, Sudáfrica y Madagascar— con una vacuna diseñada y producida en España (MTBVAC) para probar su eficacia. El proyecto se encuentra en la fase III de ensayos clínicos, que se prolongará durante cinco años, dice Carlos Martín, investigador principal del proyecto Vacuna Tuberculosis de la Universidad de Zaragoza. “Buscamos más del 50% de protección, pero nuestro ideal sería, por los experimentos que hemos realizado en animales, alcanzar el 80%”, explica. Matiza que lo comprobado en las fases anteriores “ha servido para demostrar su seguridad e inmunogenicidad [capacidad de un medicamento para generar respuestas inmunes]”. Pero no es el final del camino. Hay que seguir avanzando a la siguiente etapa: “Ahora hay que demostrar que es segura en los más de 7.000 bebés que se van a vacunar; la mitad con la actual vacuna (BCG) y la otra mitad con la MTBVAC”.

Sin una vacuna, está claro que va a ser prácticamente imposible erradicarla

Carlos Martín, investigador de la Universidad de Zaragoza

El objetivo de acabar por completo con la tuberculosis para 2030, como establece la Agenda 2030 de la ONU, requeriría un descenso de casos entre el 4% y el 5% anual. “Sin una vacuna, está claro que va a ser prácticamente imposible erradicarla”, afirma Martín. La única que existe, de hace más de un siglo, basada en una cepa atenuada de Mycobacterium bovis (de vaca), confiere una protección muy limitada contra las formas pulmonares de la enfermedad, responsables de su transmisión. La desarrollada por el equipo de la Universidad de Zaragoza es la única candidata de los 16 en ensayos clínicos basada en una cepa de Mycobacterium tuberculosis (de humanos).

“Lo que hacemos con las delecciones que contiene MTBVAC es eliminar los genes de virulencia”, explica el técnico. Lo que significa que, sin esos genes, el bacilo no tiene capacidad de atacar a su huésped y producir una enfermedad infecciosa, pero sí una reacción inmunológica que protegerá a la persona frente a futuras incursiones del patógeno. “Nunca se había aprobado una cepa de tuberculosis atenuada en humanos”, sigue ilusionado Martín, que espera infundir su entusiasmo a posibles “financiadores y filántropos españoles” para cuando se agoten los fondos europeos que tienen asegurados. “La idea es una vacuna de una sola dosis al nacer, que sea barata y se pueda distribuir masivamente, que sea igualitaria. La condición de la Universidad de Zaragoza es que sea asequible”, subraya el investigador.

En este sentido, la biofarmacéutica gallega Biofabri y la india Bharat Biotech anunciaron hace meses un acuerdo para fabricar y distribuir la MTBVAC en el futuro, en cuanto tuviera la autorización necesaria, en más de 70 países del sudeste asiático y África subsahariana; entre ellos India, que padece la mayor carga con el 28% del total de nuevas infecciones en 2021.

Los obstáculos de acceso y resistencia a los fármacos

Un técnico de MSF analiza muestras en el laboratorio del hospital de tuberculosis farmacorresistente en Kandahar, Afganistán.
Un técnico de MSF analiza muestras en el laboratorio del hospital de tuberculosis farmacorresistente en Kandahar, Afganistán.Lynzy Billing (Lynzy Billing)

La experiencia con los métodos de diagnóstico y tratamientos para la tuberculosis muestra que la existencia de los mismos no es garantía de que llegue a sus destinatarios. Además de la infrafinanciación de la lucha contra la dolencia en los países que más la padecen —en 2020 fue de 4.873 millones de euros, menos de la mitad (41%) del objetivo global—, ocurre que la población empobrecida de los mismos no siempre cuenta con un centro de salud cerca al que poder acudir para completar los seis meses de medicación hasta la cura. La irregularidad en el cumplimiento de la pauta, entre otros motivos, deriva en resistencia a los fármacos. Y esas cepas resistentes se propagan a su vez entre personas.

Para detectar y tratar la tuberculosis multirresistente también existen pruebas y medicamentos. Pero uno de cada tres pacientes no accede a ellos. Desde diciembre de 2022, la OMS recomienda el régimen BPaLM, es decir, seis meses de bedaquilina (B), pretomanida (Pa), linezolid (L) y moxifloxacina (M). Una pauta más corta y menos tóxica que la estándar hasta el momento, de hasta 20 meses y muy dolorosa. “Los resultados del estudio PRACTECAL [sobre el régimen BEaLM] liderado por Médicos Sin Fronteras mostraron tasas de curación de casi el 90%, mucho más altas que las obtenidas por el régimen convencional, del 52%. Asimismo, causa menos efectos secundarios”, concreta Laura Moretó, experta en la materia de la ONG médica. “Pero muchos países aún no tienen acceso a algunos de los componentes, ya sea por su disponibilidad o por su alto costo, como es el caso de la bedaquilina, que aún dispone de patente y su precio se estima en unos 250 euros por curso de tratamiento”. Al menos uno de estos escollos fue derribado este jueves en India.

La impugnación de la patente de la bedaquilina, para tratar la forma resistente a los fármacos de primera línea, por parte de dos supervivientes de tuberculosis, Nandita Venkatesan y Phumeza Tisile, ha tenido éxito

“La impugnación de la patente de la bedaquilina, de 2019, por parte de dos supervivientes de tuberculosis, Nandita Venkatesan y Phumeza Tisile, ha tenido éxito”, ha anunciado MSF en un comunicado. Así, la Oficina de Patentes de India ha rechazado el intento de la farmacéutica Johnson & Johnson de ampliar su monopolio en el país asiático sobre el medicamento, más allá de la expiración de la patente primaria el próximo julio. De tal modo que los fabricantes de genéricos podrán producir versiones genéricas del fármaco a partir de 2023 y la empresa estadounidense “no debe bloquear el suministro de las más asequibles a los países con una elevada carga de tuberculosis”, reza el documento. Según sostiene Moretó, “el impacto para el paciente es claro: la posibilidad de recibir un tratamiento oral más corto, mejor tolerado, con muy altas probabilidades de curación y con una mejor calidad de vida una vez curado”.

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