La película American Pie popularizó, en 1999, el acrónimo en inglés milf cuyo significado es: Mother I’d Like to Fuck. Traducido al español la expresión no es menos soez ni sexista: “Madre que me gustaría follar”. La sigla hizo fortuna, entre lo burdo y lo mundano, y hoy los turistas que visitan Barcelona vuelven a sus países con camisetas a modo de souvenir con la frase estampada: “I love Milfs”. No es el único recuerdo de dudoso gusto que se llevan de Barcelona. En las tiendas para turistas de la capital catalana se venden camisetas con expresiones como: I love latinas, I love cocks (decir que significa penes sería muy elegante, la traducción más exacta serían pollas). Si el visitante no quiere delatar sus preferencias con estos eslóganes, hay otras camisetas que sirven de recuerdo. Las venden con el rostro del narcotraficante colombiano Pablo Escobar -cuya relación con Barcelona es inexistente- y si se deja de lado el mundo camiseta también habitan las imágenes cuestionables en los imanes de nevera. Los venden con forma de penes acompañados de la inscripción de Barcelona. El inventario no exhaustivo de recuerdos kitsch también incluye falos de madera que sirven de abrebotellas, semillas que prometen frutos de pimientos con formas -siempre es lo mismo- de penes o de pechos femeninos. El Ayuntamiento de Barcelona admite que desearía eliminar todos estos recuerdos de las tiendas de la capital catalana pero, a la vez, reconoce la imposibilidad de regular la venta de artículos bajo el concepto de si son o no de mal gusto, además de que los productos citados no tienen referencias a Barcelona y, por lo tanto, no se catalogan como recuerdos.
El pasado junio, ERC aprovechó la Comisión de Economía y Hacienda del Ayuntamiento para pedir al gobierno municipal que se comprometa a “impulsar los cambios normativos necesarios para impedir la exposición y venta de productos turísticos ofensivos o de mal gusto que degradan la imagen de la ciudad”. El equipo de gobierno aceptó que el ofrecimiento de esos souvenirs son un problema, pero admitió públicamente que no sabe cómo prohibirlos.
El concejal republicano Jordi Coronas alertó: “No sé si son souvenirs, pero son una cutrada. Se aleja mucho de la imagen de ciudad que queremos dar”. Coronas pidió al equipo de gobierno que se iniciaran los trabajos técnicos necesarios para su eliminación. El concejal asegura que la petición de prohibición no es una “cuestión moral” sino que se trata de evitar “que la marca Barcelona aparezca en un llavero con forma de pene”. Coronas concluye: “No creo que podamos prohibir la venta, pero sí podemos llegar a acuerdos con el sector”.
El teniente de alcalde de Economía, Hacienda, Promoción Económica y Turismo, Jordi Valls, admite que la normativa no fija ningún criterio sobre el contenido o la “calidad estética” de los recuerdos para turistas. “Lo que se considera de mal gusto es de altísima subjetividad. Exploraremos que estos productos no vulneren la ley de no discriminación. No es fácil y me repulsa la imagen de algunos souvenirs pero chocamos con los límites de la regulación”, asumía el teniente de alcalde.
Desde entonces, el Ayuntamiento sigue analizando, sin encontrar solución, fórmulas para regular la venta de recuerdos en la ciudad. La normativa actual, entró en vigor en 2008, y está redactada en el Plan especial de ordenación de establecimientos comerciales destinados a la venta de artículos de recuerdo o souvenirs. Esta norma limita el número de negocios de venta de recuerdos en las áreas de alta afluencia turística con el objetivo de preservar el paisaje urbano, el patrimonio arquitectónico, el comercio tradicional… En un principio se aplicó en Ciutat Vella y las inmediaciones de grandes atractivos turísticos como el Park Güell. Pronto, se consideró que el radio de protección de esta norma debía proteger otros entornos y, así, en 2012 se aplicó también al barrio de la Sagrada Familia y en 2018 a Sant Antoni, los alrededores del Camp Nou y de la Casa Vicens. El Ayuntamiento, gracias a estas ordenanzas, impedía que se abrieran nuevos comercios de venta de souvenirs en todos estos barrios aunque mantenía los ya abiertos. De hecho, el número de licencias de estos negocios son muy pocas. En toda Barcelona hay solo 58 licencias de negocios de artículos de recuerdo (25 están en el Eixample, 14 en Gràcia, ocho en Les Corts, tres en Sant Martí, dos en Ciutat Vella, dos en Sarrià-Sant Gervasi y uno en Horta-Guinardó). También hay 41 licencias en negocios con múltiples actividades o donde el souvenir es una actividad complementaria. Es el caso de museos, oficinas de turismo… (por distritos se distribuyen en nueve en Sant Martí, ocho en el Eixample, seis en Ciutat Vella, seis en Sants-Montjuïc, cuatro en Gràcia, tres en Les Corts, dos en Sarrià-Sant Gervasi, dos en Nou Barris y uno en Horta-Guinardó).
El problema es que para vender souvenirs no se necesita tener la licencia exclusiva de vendedor de piezas de recuerdo. La ley de ferias y mercados permite a cualquier establecimiento especializado en un producto destinar un 20% de su comercio a vender otro producto diferente. Por eso, hay negocios de ropa, artesanía, bazares… que destinan, a priori, el 20% de la superficie a la venta de recuerdos siempre y cuando estén agrupados en un espacio y no sean visibles desde la vía pública. Por souvenirs se entiende que son artículos textiles con referencias Barcelona, reproducciones de monumentos, productos deportivos relacionados con el Barça, el Real Madrid, la Selección española o productos tradicionales como abanicos, mantillas o artesanías con referencias locales. Es justo aquí donde se encuentra el gran problema con el que topa la lucha contra el recuerdo de mal gusto: las camisetas de Pablo Escobar o de I love Milfs no tienen referencias a Barcelona y, por lo tanto, no se catalogan como souvenirs.
Alok Lahad nació en India y lleva 28 años en Barcelona regentando un negocio a escasos metros de la Sagrada Familia. Su comercio opera bajo varias licencias entre las que se encuentra la de venta de ropa, artesanía, ropa de deporte… pero no la de vendedor de recuerdos por lo que solo puede exponer (fuera de la fachada del negocio) un 20% de objetos de este tipo. Hace unos años, cansado de inspecciones municipales, fundó la Asociación de Negocios Turísticos de Cataluña. “Estamos hartos porque el Ayuntamiento de Barcelona nos persigue y nos multa solo por intentar ganarnos la vida”, asegura Lahad. Entre enero y agosto de 2024, el Consistorio había realizado 266 inspecciones a establecimientos que derivaron en 152 expedientes sancionadores. Las infracciones están todas relacionadas con incumplimientos de la normativa vigente, sobre todo por sobrepasar el 20% de espacio de souvenirs, pero ninguna por mostrar mensajes o contenido erótico o inapropiado. “Ahora dicen que los souvenirs son de mal gusto ¿Qué es souvenir? ¿Esa camiseta de Pablo Escobar? ¿La otra de I love Milfs? No hay ninguna referencia a Barcelona. Dicen que son de mal gusto ¿Qué es mal gusto? Yo vendo estas camisetas porque no me dejan llenar la tienda con camisetas de I love Barcelona”, se defiende Lahad.
El marco normativo actual no regula la calidad estética o ética de los artículos. Sí que está vigente la Ley 19/2020 de igualdad de trato y no discriminación, que prohíbe la difusión de publicidad discriminatoria en establecimientos abiertos al público. El gobierno municipal se ha comprometido a incluir en la próxima revisión del plan de usos de tiendas de souvenirs un apartado específico que prohíba la comercialización de productos ofensivos aunque, fuentes municipales, admiten que no saben hasta que punto lo conseguirán.
Amsterdam tampoco controla la calidad de los ‘souvenirs’
El pasado 14 de noviembre Turisme de Barcelona organizó unas jornadas con la exdirectora, durante 17 años, de mercadotecnia de la Oficina de promoción Amsterdam, Geerte Udo, quién explicó a los técnicos barceloneses sus fórmulas para gobernar el turismo. Udo apostó por una economía turística “sostenible” que no perjudique la vida de los vecinos. Respecto a la calidad de souvenirs el ejemplo de Amsterdam es simple: “Tenemos políticas, directamente, para prohibir la proliferación de tiendas turísticas. Lamentablemente no podemos controlar la calidad de los productos”.