Horas después de que Vladímir Putin probase contra Ucrania su nueva arma, en Rusia han salido a la venta camisetas con la imagen del mandatario, su nuevo juguete volando y el rostro de Joe Biden aterrorizado bajo un juego de palabras que mezcla el título ruso de la película La Jungla de Cristal —Krepki Oreshek, traducible como nuez dura de roer— con el nombre del misil, Oréshnik (avellano). El presidente ruso asegura que el cohete es de última generación, aunque la inteligencia occidental apunta a una modificación de un modelo anterior. Los únicos detalles que se conocen con certeza por ahora es que se trata de un misil balístico que incumpliría el malogrado Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, en inglés), un pacto clave para evitar una escalada nuclear que Estados Unidos y Rusia abandonaron en 2019.
Este jueves, seis proyectiles portados por el cohete cayeron desde el cielo como un martillo imparable sobre su objetivo en la provincia ucrania de Dnipró. Un misil balístico los había elevado sobre el horizonte suborbital de Ucrania antes de lanzarlos a tierra a una velocidad casi imparable. Más tarde, Putin reapareció ante el mundo con un mensaje que ha preocupado a Occidente y ha envalentonado a los rusos. “Se ha probado en condiciones de combate uno de los misiles de medio alcance más nuevos”, afirmó el presidente. Según Putin, se trata de un arma hipersónica capaz de alcanzar una velocidad de Mach 10 (12.348 kilómetros por hora) y volar a tres kilómetros por segundo.
La Dirección General de Inteligencia del Ministerio de Defensa ucranio ha detallado que el misil recorrió en unos 15 minutos el millar de kilómetros que separan su lanzamiento desde la región de Astracán hasta su objetivo en Dnipró. Las seis ojivas superaron el Mach 11 (13.500 kilómetros por hora) en su tramo final. Tanto Moscú como Washington confirmaron que el Kremlin notificó el ataque con antelación.
Sin embargo, Estados Unidos cree que el Oréshnik es la modificación de otro cohete ruso de largo alcance para obtener un misil balístico de rango intermedio. “Está basado en el modelo del misil balístico intercontinental ruso RS-26 Rubezh —traducible como frontera—”, ha declarado, sin proporcionar más detalles, la viceportavoz del Departamento de Defensa estadounidense, Sabrina Singh.
El RS-26 Rubezh es un misil de combustible sólido capaz de alcanzar los 6.000 kilómetros de alcance máximo. El cohete puede portar explosivos convencionales, ojivas nucleares o proyectiles hipersónicos Avangard. Kiev sospechaba en la víspera del ataque de este jueves que Rusia podía emplear este misil contra su territorio. “Ni un solo país posee armas hipersónicas, y mucho menos armas continentales hipersónicas”, advirtió Putin en 2018, cuando presentó seis nuevas armas de destrucción masiva cuatro años antes de lanzar su ofensiva sobre Ucrania.
El RS-26 Rubezh es, a su vez, una modificación del RS-24 Yars, cuyas pruebas comenzaron en 2007. Ambos misiles intercontinentales fueron desarrollados cuando el tratado INF aún estaba en vigor, por lo que fueron diseñados para no entrar dentro del rango prohibido durante sus pruebas. El problema, según denunció Washington en 2014, es que los rusos pasaban estos test con una carga de peso ridícula: con ojivas nucleares, su alcance se quedaba en el rango prohibido.
“Estados Unidos ha determinado que la Federación de Rusia viola sus obligaciones en virtud del Tratado INF de no poseer, producir o realizar pruebas de vuelo de un misil de crucero lanzado desde tierra con un alcance de 500 a 5.500 kilómetros, o de poseer o producir estos lanzadores de misiles”, advirtió por entonces el Departamento de Estado norteamericano.
El Gobierno de Donald Trump abandonó el tratado en 2019, tras acusar a Moscú de seguir incumpliendo sus limitaciones. El motivo es que el radar puede detectar los cohetes, pero no diferenciar su carga. En caso de tensión, como sucede ahora con la guerra de Ucrania, el rival desconoce si el cohete disparado desde esa distancia porta una cabeza convencional o nuclear, lo que no le deja margen para comprender qué tipo de ataque es y socava la capacidad de disuasión nuclear mutua. En el caso de un misil balístico, ambos países deben notificar su lanzamiento y el rival tiene más margen para responder.
El bombardeo del jueves no ha sido el primero que emprende Rusia contra Ucrania con armas hipersónicas capaces de portar ojivas nucleares. Moscú emplea sus misiles Kh-47M2 Kinzhal —daga, en castellano— desde el mismo comienzo de su ofensiva en febrero de 2022. Estos cohetes, disparados desde bombarderos, pueden alcanzar también el Mach 10, como el Oréshnik. La diferencia es la altura: las baterías Patriot han logrado abatir muchos de estos misiles hasta ahora porque vuelan a una altura asumible, pero los Oréshnik son imbatibles, según Putin, porque caen desde el espacio a 12.348 kilómetros por hora.
Estados Unidos dispone de un sistema antiaéreo que podría hacer frente a esta nueva amenaza, la costosa batería THAAD. Cada una de estas armas vale unos 450 millones de euros, pero permiten abatir misiles a 150 kilómetros de altura. Washington entregó una de ellas a Israel a principios de octubre para protegerse de los bombardeos iraníes con misiles balísticos. “La defensa aérea es una cuestión de vida o muerte para nosotros”, ha manifestado la líder del partido ucranio Holos, Kira Rudik.
El desarrollo del RS-26 Rubezh fue supuestamente abandonado en la década pasada. Según el comité estadounidense de defensa frente a misiles balísticos, hay indicios de que los tests prosiguieron al menos hasta 2018.
Piezas con misiles conocidos
Las fuerzas ucranias hallaron algunos restos del misil en la zona del bombardeo. Mark Krútov, un conocido investigador militar del medio Radio Free Europe/Radio Liberty, siguió la pista a una de las piezas encontradas cuya identificación era perfectamente legible: IRTSU 306577.095. El reportero descubrió en la página de licitaciones del Gobierno que esta marca la utilizan el Instituto Central de Investigación de Automatización e Hidráulica y la fábrica de Vótkinsk, en la república rusa de Udmurtia, donde se ensamblan los misiles estratégicos rusos. La pieza, además, también la utilizan los misiles balísticos para submarinos S-30 Bulava.
“Por supuesto, esta pieza específica, tanto para los misiles estratégicos rusos antiguos como para los ‘nuevos’ (dudo que el Oréshnik sea realmente nuevo), se fabricó con una fresadora y perforadora suiza de alta precisión, la Fehlmann Picomax 54”, detalla Krútov a través de su perfil en X, la antigua Twitter.