Encuentro que Schopenhauer tiene razón cuando dice que los humanos no venimos del mono, sino que vamos hacia el mono. Hasta ahora parecía que nuestra diferencia con el mundo de los simios consistía en que lo humanos tenemos la capacidad de ensimismarnos, de volver la mirada hacia adentro de nosotros mismos hasta crear una conciencia en la que el ego se reconoce como individuo; en cambio el mono es incapaz de reflexionar, vive alterado, siempre pendiente de estímulos exteriores, con los ojos en permanente reacción ante todo lo que se agita fuera de su cuerpo. A eso vamos. Un ciudadano recién levantado de la cama, mientras se afeita en el cuarto de baño, se reconoce ante el espejo como humano, pero, de pronto, recibe un mensaje en el móvil: ¿No te has enterado? A continuación, en su cerebro recién reseteado por el sueño penetra el último chisme, el último bulo, la última gansada que ha soltado cualquier idiota más o menos famoso. Recién salido de la ducha este ciudadano comienza a sentirse sucio por dentro, atrapado por las redes, que le obligarán a mirar el móvil durante el día tantas veces como el mono mira cómo se mueve cada hoja de los árboles. Las escasas opiniones inteligentes y sensatas, las noticias contrastadas que oirá por la radio o la televisión le llegarán envueltas en una cantidad de mierda insoportable, como si el mundo ya estuviera en manos de millones de cretinos que tienen un poder omnímodo en los dedos para verter en el aire todo lo que anida en su bajo vientre, insultos, insidias, odios, mentiras, exabruptos. El ciudadano se llevará esta basura a la cama cada noche para reciclarla con la oscuridad del sueño. Está cerca el día en que la evolución de la especie dará el gran salto. Mientras el ciudadano esté en el baño con la cara enjabonada le llegará el mensaje. ¿No te has enterado? La noticia la acaba de dar The New York Times y se ha hecho viral en todo el planeta. No se habla de otra cosa. Resulta que ya hay un mono que ha aprendido a afeitarse.