Pasaban siete minutos del domingo 24 de noviembre de 2024 cuando Niños Mutantes dejó de existir. En ese momento sonó el último acorde del grupo en su último concierto y los Mutantes pasaron del escenario a la historia. En su Granada natal. Niños Mutantes, sólidos hasta entonces, pasaban a otro estado, el del recuerdo. Era la última vez que tocaban sus temas en vivo, recordó Juan Alberto, la voz del grupo. “Nunca más cantaremos estas canciones en directo. Ya solo vivirán cuando las cantéis o las escuchéis. Mejor cantadlas, eso las hará más vivas aún”. En un concierto largo y lleno de emoción en el que la melancolía apenas tuvo hueco, Niños Mutantes se despidió con 30 temas que representaban 30 años de música, más de 1.000 conciertos y alrededor de 150 canciones propias.
El último concierto de Granada, donde el grupo ha tocado cuatro noches de despedida en dos fines de semana consecutivos, tenía un público 100% mutante. “Los del último día son más mutantes que nosotros”, comentaba días antes a este diario Juan Alberto. Las 800 entradas para este pase final en el Teatro CajaGranada se agotaron el 11 de diciembre de 2023, hace casi un año y justo después del anuncio de la despedida del grupo. Y para hacer el concierto más completo posible –que no el más fácil–, Juan Alberto, Migue Haro, Andrés López y Nani Castañeda, acompañados por un quinto mutante, el joven Toni Jiménez que, con 24 años, es más joven que el propio grupo, decidieron ofrecer la historia de su grupo. El repertorio fue eso, la historia del grupo y no solo un listado de sus grandes éxitos. Por ello, quizá, el comienzo no fue fácil, con cuatro o cinco canciones de los primeros años del grupo como La última vez, Isabelita o Katherine.
Pasado ese breve arranque para mutantes de especial pedigrí, el concierto se abrió a todos, sin importar el tiempo o el grado de fidelidad. Palabras para Julio, de 2020 y preciosa canción, disparó la alegría. Sí, porque a pesar de ser el último, el grupo se había propuesto hacer una gran noche de música que no de lágrimas. Los Mutantes aguantaron el tirón como si este sábado noche y este teatro no fueran la estación final. Seguro que sufrían, pero no lo dejaron ver. El espectáculo transcurrió a partir de una setlist diseñada originalmente por Andrés López, guitarra, y quizá el más transparente con su mal rato, con las canciones más queridas para el grupo y para el público. No faltó Errante, claro, la canción que sin ellos buscarlo expresamente los asentó, Todo va a cambiar o Noches de insomnio. Y así hasta treinta.
Como no faltó tampoco su versión a lo Pixies de Como yo te amo, la canción que Manuel Alejandro escribió para Rocío Jurado y que también interpretó Raphael. Hay que reconocerle valor a Niños Mutantes para incluir ese tema en su repertorio, la primera vez fue en Zamora en 2007. Había entonces dos posibilidades: que les llovieran las quejas o que su público tomara la palabra y la cantara con ellos. Ocurrió lo segundo y desde entonces la canción ha vivido con ellos. Y así, como querían los artistas, el concierto discurrió reviviendo todo lo tocado en las últimas tres décadas. Hubo pop, rock, chispazos de psicodelia, un momento central acústico, canciones contra el capital, nanas poperas para sus hijos, … En fin, todo el universo mutante destilado en tres horas.
Contra la costumbre, y contra lo que podría imaginarse, Niños Mutantes se han querido despedir con una función exclusivamente suya. Pocos conciertos se hacen ahora sin colaboraciones y, menos aún, los de los grandes momentos. Pero como explicó Juan Alberto, la banda renunció expresamente a ese tipo de despedida y a que esa última función fuera compartida. La espita de la melancolía tuvo escasamente dos fugas, necesarias, durante la noche: un video-repaso de la banda y la subida al escenario en algunas canciones de quienes habían sido importantes para la banda. Esas fueron las colaboraciones: subir al escenario a exmutantes.
Y así, el tiempo fue pasando, 170 minutos exactamente desde la entrada en el escenario hasta que sonó la última nota, con el público entregado y el grupo sintiendo que llegaba el final. Y llegó. En la penúltima canción, NM, la canción que los retrata, reconoció Juan Alberto, y que comienza así: “Cuando todo acabe de una vez y no haya que disimular te contaré nuestra verdad. Hay una razón para seguir, una orden que ejecutar, una misión que completar”. Y hasta aquí han llegado porque ya no les queda razón para seguir ni misión que completar ya que, en realidad, la han completado. Niños Mutantes apagan la luz convencidos, entre otras razones, de que les resulta imposible hacer algo mejor que lo que ya han hecho. La separación –musical, que no personal, insisten ellos– no requiere siquiera de reparto final del botín o de los bienes comunes. Como contaban a este diario, los premios se han ido repartiendo equitativamente y, sin haberlo decidido, la herencia se ha repartido en vida. Cada cual tiene su par o tres de estatuillas recibidas a lo largo de los años. No hay cuentas materiales que saldar.
Y con La Voz, la última canción, se deshizo finalmente Niños Mutantes. Para la historia seguirán siendo Juan Alberto Mutante, Migue Mutante, Andrés Mutante y Nani Mutante, perdiendo su apellido original, pero ya no cantarán más en un escenario. Solo queda recurrir a lo que cuenten de ellos quienes los vieron, a buscar sus grabaciones o a escuchar discos pasados. La noche del sábado, en Granada, su ciudad, ocurrió lo que ya anunciaron hace casi un año. Se despiden para, dicen, no volver. Y no muestran duda. Sin embargo, la sala de ensayo no se desmantela. Para seguir tocando, juntos o por separado, o para que la pena no los arrase aún más mientras sacan sus instrumentos y sus arreos tras esta mara final, la sala sigue operativa. Pero de Niños Mutantes ya solo queda su perfume, la huella de su paso. Un paso que, resume Juan Alberto, “ha sido mucho más que hacer canciones, hemos hecho tanta música como risas. Hemos vivido juntos”. Y sus seguidores así lo han percibido.
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