Rafael Nadal irrumpe en la sala de conferencias aún en caliente, cuando tan solo ha transcurrido media hora de su derrota frente a Botic van de Zandschulp (doble 6-4, en 1h 53m) y en medio de una atmósfera rara. Muy extraño todo, en continuación con lo acontecido poco antes en la pista: ¿Es esto un final? ¿El último capítulo? ¿El ultramanoseado último baile? ¿La última rueda de prensa? El inglés Tumaini Carayol, especialista de The Guardian, comenta: “Con Roger y Serena fue diferente, sabíamos que se terminaba… Pero con Rafa no”. Y el propio Nadal, tristón y realista, no sabe del todo bien si esto se trata de un desenlace o sencillamente un mal trago pasajero. Quizá Alcaraz ayude, quizá España se gane el acceso a las semifinales en el dobles. O tal vez no. “Puede que sí o puede que no”, una constante interminable en esta despedida que comenzó hace año y medio, con aquella rueda de prensa en Manacor.
“He intentado hacerlo lo mejor posible, estar todo lo positivo que pudiese y con la energía correcta. Pero no ha sido suficiente, él ha sido mejor que yo”, reconoce el campeón de 22 grandes durante una intervención de unos 15 minutos, cuatro preguntas en español, otras tantas en inglés y una en catalán. Transmite en esta última lengua: “No tenía la agilidad mental como para tomar las decisiones sin pensar”. Y eso es exactamente lo que ha desprendido su juego en la pista, sorprendidos muchos por la apuesta del capitán, David Ferrer, al darle entrada en el primer turno en vez de Roberto Bautista, tenista con mayor ritmo y que ha firmado un buen final de curso, campeón en Amberes; decisivo, además, en la fase clasificatoria de septiembre. Sin embargo, el preparador ha preferido optar por el mito.
“No es mi decisión, para eso tenemos un capitán, yo no lo soy”, apunta. “Él ha decidido hoy. Y, probablemente, viendo que la decisión de ponerme hoy no ha funcionado, el movimiento fácil y quizás correcto sería cambiar [si Espala avanzase]. Yo lo pienso así. Si yo fuese el capitán, no me pondría el próximo día, pero estoy seguro de que él tomará la mejor decisión para el equipo”, agrega. “Probablemente haya sido mi último partido; si nada raro pasa, perdí mi primer partido en la Copa Davis y pierdo el último. Se cierra el círculo…”, prolonga el mallorquín, que esta temporada ha disputado 20 partidos, con este último, y tres ensayos con formato de exhibiciones. No competía desde finales de julio, y se nota. A remolque durante todo el choque, no ha habido volantazo: el Nadal de Bastad y los Juegos; es decir, un Nadal en una versión claramente devaluada. Chirría.
“Por supuesto que no ha sido una decisión fácil para el capitán. Desde el principio le he dicho a David que no sintiese ninguna presión conmigo. Ha habido muchas conversaciones esta semana, sabía que algo como lo de hoy podía pasar. Después del entrenamiento de ayer, que fue positivo, él tenía confianza en que yo era el jugador que debía jugar”, argumenta. “Las cosas pueden ir bien o mal; por supuesto, ponerme en la pista y jugar el primer partido era un riesgo. Pero es el trabajo del capitán, tiene que tomar decisiones y la ha tomado pensando en lo mejor para el equipo, no en mí, y lo respeto. He tratado de ponérselo fácil diciéndole cómo me sentía. Ha tenido la confianza en ponerme, no he tenido ninguna lesión ni nada importante para decir que no estaba listo. Él ha visto los entrenamientos y ha decidido. Le agradezco la oportunidad”, añade.
Más allá del espejismo final, Nadal ha estado lejos del adversario. Y admite: “No he encontrado el nivel para dar el punto”. Pero esta vez, no se azota. “He sido muy autocrítico durante mi carrera para mejorar siempre, no será hoy”. Y explica que después de tanto tiempo parado o a trancas y barrancas, su memoria tenística lógicamente ha sufrido el impacto. Efectivamente, el jugar sin pensar. El piloto automático. “Es una pista muy rápida y muy resbaladiza, ha pasado todo rápido, no había tiempo para pensar. Cuando uno está fuera de competición, le puede costar encontrar ritmo. Son cosas rápidas que uno necesita que sea automático, yo no tengo esos automatismos que otros jugadores sí tienen por estar en el circuito. No tenía la agilidad mental, no he sido capaz de gestionarlo bien”, precisa ante unas 150 personas, con la presencia de Conchita Martínez al fondo.
Pese al regusto amargo, el tenista dice que si pudiera, viviría el episodio “todos los días si pudiera”, disconforme como está de que su cuerpo haya decidido directamente por él. Nadal no se marcha por decisión propia, sino porque no encuentra escapatoria. Como a tantísimos otros, su deporte le deja a él, y no a la inversa.
“Una cosa es lo que me apetezca a mí y otra lo que crea que es mejor para el equipo. Las cosas que le apetecen a uno muchas veces no van acordes con lo mejor para el equipo. Hoy había la incógnita de cómo respondería yo en competición, ya que no había jugado en los últimos meses. En los entrenamientos había funcionado más o menos bien. Claro que tengo ganas [de jugar más], estoy aquí para vivir esta semana; ojalá se nos diera la situación de que sigamos adelante, y yo seguiré trabajando para ser elegible si tengo que jugar dobles o individual”, dice. Y cierra: “Creo que, visto mi nivel en competición comparado con cómo estaba entrenando, si yo fuera el capitán no me elegiría. Eso no tiene que ver conque no tenga ganas. No tengo poder de decisión, si ganamos hoy y el viernes, David me dice que quiere que juegue yo, yo salgo a pista con máxima ilusión”.