Las listas de lo mejor del año solo son un juego: más allá de eso, conviene desconfiar de ellas. Pero ¿por qué empezar con semejante advertencia, si los lectores llevan años y años haciendo precisamente eso en redes sociales? Dicho lo cual, admitamos que se puede jugar mejor o peor, y este año en Babelia nos ha salido una lista de lo más golosa, es decir, abundante en curiosidades e hilos de los que tirar. Por supuesto, no se trata de que la nómina de libros escogidos tenga que contentarnos a todos por igual. Así, por ejemplo, yo estoy convencido de que el libro más importante que se ha publicado este año en España ha sido Un cor furtiu, de Xavier Pla, Un corazón furtivo en su traducción castellana, descomunal biografía de Josep Pla cuyos principales temas permanecen vigentes, desde la relación entre literatura y periodismo hasta el estatus del escritor en el mundo moderno, pasando por las incógnitas de la democracia en España y Europa. Hasta tal punto es así, que el libro vencedor es una crónica con pulso literario de Leila Guerriero, La llamada. Los expertos del Quadern de EL PAÍS han elegido Un cor furtiu como el número 1 de 2024 y aquí aparece en una posición discreta, si bien es cierto que hace acto de presencia. Pero esta clase de desajustes entre el criterio propio y los resultados de una consulta multitudinaria son inevitables, y revisten un interés moderado. Lo jugoso está en las tendencias generales que registra la encuesta.
Y la primera de esas tendencias habla de una cierta renovación, que en España siempre es lenta, dudosa y reversible, pero que en este caso parece obvia. Fíjense en la escasa relevancia que tienen los grandes premios del mercado editorial. O en el paso atrás que han dado varias generaciones de consagrados oficiales (aunque no olvidemos que muchos autores que responden a dicho perfil no presentaron novedad en 2024): entre los 20 primeros, solo dos españoles, Martínez de Pisón y Fernández Mallo (sí, el tiempo ha pasado y los renovadores de principios del XXI ya asumen veteranía), y un norteamericano, Paul Auster, pueden contarse entre esas presencias que son clásicamente previsibles en listas como la nuestra desde antes de que se publiquen sus libros. En cambio, recuerdo perfectamente que, cuando reseñé con entusiasmo a David Uclés y, sobre todo, a Sara Barquinero, no faltó quien pronosticase que nos íbamos a olvidar de sus respectivas novelas en dos meses: pues han pasado muchos más y ahí están ambas. La noticia me alegra mucho no solo porque se trata de dos excelentes libros, sino, sobre todo, porque me parecen relevantes generacionalmente, al tratarse de dos apuestas por salirse de la autorreferencialidad hegemónica que recuperan el hilo de ciertas tradiciones (la posmodernidad norteamericana, el realismo mágico…) que parecían desconectadas de lo que escriben los narradores por debajo de los 35 años. El destino ha hermanado a Uclés y Barquinero, aun siendo dos voces sin nada que las relacione, convirtiéndolos en un giro inesperado para la narrativa española que falta por ver si tendrá consecuencias a medio plazo más allá de sus proyecciones individuales.
Pero si algo me alegra todavía más es la presencia de las editoriales La Umbría y la Solana, De Conatus y La Uña Rota en los puestos más altos. En un mundo ideal, la tarea de las editoriales independientes (las independientes de verdad: estas lo son) se mediría de tú a tú con las majors cada mes de diciembre en los grandes suplementos como Babelia. Sin embargo, la cruda realidad es que esto no sucede, no al menos en las proporciones que yo consideraría justas. Las razones son múltiples, a menudo menos relacionadas con oscuros intereses que con el efecto acumulativo que imprime el ritmo de producción de los sellos grandes; sea como sea, este año se hace un poco de justicia gracias a Lídia Jorge, Percival Everett y, ay, la añorada Camila Cañeque. El 13º puesto que obtiene La última frase ennoblece esta lista: he aquí un libro literario, inclasificable, marginal en el mejor sentido (y en sentido múltiple: tiene algo de anotación al margen de una personalísima historia de la literatura), que se cuela ahí donde probablemente nadie lo esperaba.
Aunque no seamos injustos: a veces, hay resultados predecibles que son, aun así, de lo más merecido. Pienso en la renovada mirada al franquismo de Nicolás Sesma, en el nuevo tocho de Mircea Cărtărescu (en un año, por cierto, fecundo en tochos) o en la consolidación de una alineación femenina latinoamericana que empezamos a sabernos de memoria: Enriquez, Ojeda, Cabezón Cámara, Gainza, Harwicz, Wiener (solo esperemos que el fenómeno tarde todavía un poco más en volverse mero protocolo). Y si hablo de literatura, me encanta que asomen dos nombres que encarnan una concepción estilística y rítmica de este arte, Fresán y Banville, convertidos en la vieja guardia del Gran Estilo en sus respectivos idiomas.
Faltan cosas en la lista, claro. Falta ciencia, por ejemplo (¿por qué nunca asoma la ciencia en estos resúmenes anuales?). Y echo en falta una mayor heterodoxia ideológica en el ensayismo. Pero creo que 2024 aparece razonablemente bien dibujado en esta nómina. No está mal para tratarse, no lo olviden, de un simple juego prenavideño.