La mañana en que Mathieu Atzenhoffer fue a matricularse a la universidad para estudiar economía supo que el plazo había expirado y se había equivocado de día. Ante la disyuntiva de un año en blanco, se acercó a una escuela de pastelería y su vida tomó el camino acertado. Viene de un pueblo de Alsacia donde todo se hacía en casa y donde cada festividad religiosa tiene su dulce. Hoy es Meilleur Ouvrier de France (especializado en panadería, título muy prestigioso en Francia, el mayor reconocimiento al que se puede aspirar en el oficio, que ayuda a poner en valor el trabajo de quien lo ostenta al tiempo que establece el compromiso de honrar a la profesión y darle visibilidad). Junto a su pareja, Alba Ruiz Ceamanos, fundaron Morreig en mayo de 2023, la heladería-pastelería que más colas genera en el barrio barcelonés de Gracia, proyecto al que luego se sumaría Matt Valette, otro panadero francés, profesor del Gremio de Panaderos de Sabadell (Baking School) que en 2019 y 2021 formó parte de la selección francesa que participó en el mundial del pan y en el Best off del mundial celebrado en Tokio.
Alba es de Barcelona, se licenció en Derecho y como creció merendando bollycaos y donetes soñaba con postres caseros. Mientras ejercía de abogada, aprovechó una época de muchas calls con el departamento legal de una empresa China a horas muy tempranas para matricularse por las tardes en la escuela Hoffmann, cómo no, en repostería. En los últimos años, ha dado clases en el CETT-UB, universidad en la que ha estado investigando en gastrofísica a través de un programa de doctorado, lo que le abrió las puertas a profundizar en las posibilidades del mundo de la heladería.
A Morreig le define la artesanía y el buen gusto. No se vende nada que no se produzca aquí. Tentados por una voluntad hedonista y pedagógica, apuestan por la calidad y la creatividad. “Abrimos en 2023 en el número 25 de la icónica calle Verdi -explica Alba- y la definimos como heladería y pastelería especializada en masas fermentadas. Defendemos la artesanía, el uso de materias primas de alta calidad y de proximidad, la innovación y el respeto por el oficio”.
Para profundizar en la intensidad y naturalidad de los helados, hacen sabores tradicionales como vainilla, pistacho, avellana, doble chocolate, matcha y otros de mayor originalidad como el de mantequilla tostada o el de café con mascarpone y haba tonka. “Actualmente, detrás de Morreig hay un equipo de nueve personas, y si eres cliente habitual del obrador verás a menudo caras nuevas: se debe a que recibimos gente de prácticas provenientes de escuelas de todo el mundo”.
Entre los productos fermentados hay clásicos (como croissant, pain au chocolat, cannelé o kouign amann elaborados con mantequilla francesa y harinas sin aditivos), hay productos de temporada (como el panetone, el tortell de reis y la galette des rois en Navidad o la coca de Sant Joan en junio) y hay creaciones propias como esas dos elaboraciones que ya son referenciales: uno es el FLAM Morreig de vainilla (bien cargado de vainilla, de vainilla auténtica) moldeado de hojaldre cuyo juego de texturas alcanza peligrosamente la excelencia, y el otro es el bocadillo de helado, en pan de brioche francés hecho solo con masa madre tostado, algo así como el sueño de crear un helado caliente, hecho realidad a partir en el prodigioso juego temperaturas que se da cuando se prueba y que da sentido al nombre del establecimiento, morreo, un nombre que, aquí, adquiere significado sobre la marcha. Lo dicho, obsceno.
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