La tensión política no ha decaído un ápice en Moldavia. Tras el apretado triunfo del referéndum del pasado 20 de octubre en favor de la adhesión a la Unión Europea —el 50,46% del voto, por tan solo una diferencia de unas 10.500 papeletas— y la insuficiente victoria lograda por la candidata prooccidental y actual presidenta, Maia Sandu, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebradas ese mismo día, la carrera electoral se ha convertido en un intenso choque entre dos disyuntivas: el ingreso en el bloque comunitario o el retorno al pasado como un Estado cleptocrático manipulado por Rusia desde el exterior.
Las recientes revelaciones de la policía sobre el funcionamiento y el alcance de las redes de corrupción de electores, presumiblemente financiadas por Rusia, han arrancado de cuajo el optimismo de los partidarios de la aspirante proeuropea, quien se enfrentará este domingo en la segunda ronda a Alexandru Stoianoglo, un candidato independiente apoyado por el prorruso Partido Socialista y que ha obtenido el respaldo de Ilan Shor, según ha denunciado la propia Sandu. Shor es un oligarca moldavo que primero huyó a Israel, su país de nacimiento, y, después, a Rusia, tras ser condenado a 15 años de cárcel por el robo en 2014 de 1.000 millones de dólares (unos 922 millones de euros) del sistema bancario moldavo, el 8% del PIB de este país de la Europa del Este de 2,6 millones de habitantes. Una prueba del cambio de tono se encuentra en la nueva táctica de la campaña electoral de la jefa de Estado, que sustituyó el lema inicial “Por Moldavia” por otro más alarmista, “Salvemos Moldavia”.
Aunque Sandu, antigua asesora del Banco Mundial, parte como favorita, la última encuesta pública le otorga una débil ventaja sobre su contrincante con un 50,95% de los sufragios frente a un 49,05%, sin contar con los de la diáspora y Transnistria, la región separatista que subsiste gracias al respaldo del Kremlin. Si se añadieran ambos, las opciones de la candidata aumentarían hasta un 55,2%. Sin embargo, el resultado de la última batalla electoral se anuncia imprevisible, pese a que la jefa de Estado obtuvo el 42,45% del escrutinio y su adversario, el 25,98%. El motivo son los indecisos, que se estiman en casi el 25%.
Además, según las autoridades, la organización Shor movilizó a más de 130.000 personas para influir en la votación pasada, utilizando fondos a través del Promsvyazbank, un banco ruso sancionado internacionalmente. Los fiscales, que calculan que el número de implicados podría superar los 300.000 al término de la investigación, anunciaron que identificaron que unos 36 millones de euros circularon por la red gracias a que la entidad financiera opera en Transnistria. La policía intensificó sus esfuerzos para combatir la “red de Shor” antes de la segunda ronda, realizando nuevos registros y detenciones casi a diario.
“Todos debemos unirnos, independientemente de la ideología política, para proteger la democracia y las elecciones libres”, declaró Sandu este viernes, horas antes del cierre de la campaña, en alusión a la masiva compra de votos y haciendo un guiño a los simpatizantes de otras formaciones políticas que también desean continuar con la senda europea. La presidenta, que afirmó que su país había dado un paso histórico después de que el Tribunal Constitucional convalidara el jueves el resultado del plebiscito donde la población apoyó la inclusión en la Constitución del deseo de unirse a la Unión Europea, instó a su contrincante a “condenar públicamente la ilegalidad del grupo criminal Shor”, una petición que no fue correspondida.
El electorado penaliza a Sandu por haber descuidado los asuntos internos para centrarse en la política exterior, creyendo que la consolidación exterior, con la captación de cientos de millones de euros de los socios occidentales, traería consigo una mayor resiliencia del país. Pero, internamente, no pudo reunir más fuerzas en torno a sus ideas políticas ni convencer a toda la ciudadanía de los beneficios de pertenecer a la UE. También se cometieron errores graves, especialmente en el ámbito de la defensa y la seguridad, donde el dinero ruso de Shor pasó por los filtros de una policía y de unos servicios especiales en plena reforma, pero también por un sistema judicial formado por fiscales y jueces corruptos que esperaban mantener el statu quo de alguna manera. Aun así, la actual presidenta representa el principal bastión de credibilidad de Moldavia ante la UE y Estados Unidos.
El presunto enfoque proeuropeo de Stoianoglo, cuya carrera política se limita a seis años como diputado del Partido Demócrata encabezado entonces por Vladimir Plahotniuc —otro oligarca fugado—, se sustenta en su participación directa en la obtención del régimen sin visados con la UE y el Acuerdo de Asociación, ambos en 2014, pasos preliminares para lograr el actual estatuto de candidato a ingresar en el bloque comunitario. Pero, en esta ocasión, el también exfiscal general ha rechazado apoyar el plebiscito para incluir la integración europea en la Constitución, al alegar que se trataba de una estrategia de Maia Sandu para perpetuarse en el poder. Cabe señalar que Stoianoglo goza de la ciudadanía rumana, lo que le permite acceder al mercado laboral comunitario, viajar libremente y obtener ayudas sociales, según ha señalado él mismo, y también una de sus hijas trabaja en la actualidad en el Banco Central Europeo. Además, ha asegurado que no tendría ningún problema en reunirse con el presidente ruso, Vladímir Putin. “Seré un presidente apolítico, imparcial, equilibrado y un fiel servidor de la Constitución; mi objetivo es la seguridad, la paz y el bienestar de Moldavia, no la política”, proclamó en el cierre de la campaña. En cambio, el líder de su formación política, el expresidente moldavo Igor Dodon, indicó que si Stoianoglo logra ganar los comicios se organizará otro plebiscito para eliminar la integración en la UE del texto constitucional.
Denis Cenusa, experto del think-tank rumano Expert-Grup, señala que Stoianoglo ha recibido el apoyo explícito de nueve candidatos y eso puede hacer que cambie la balanza. Por ello, la esperanza de Sandu pasa por captar el mayor porcentaje posible de los cerca de 215.000 electores que aunó el tercero en votos, Renato Usatii, y por conseguir un incremento considerable de votos desde fuera. “El factor decisivo se encontrará entre el voto de protesta y el voto geopolítico”, advierte. “El discurso de Sandu se ha basado en acusaciones contra Stoianoglo de que representa el caballo de Troya de Rusia con la intención de persuadir a los indecisos para que reorienten sus votos. Ella apela a la narrativa de que el triunfo de su rival conducirá al aislamiento de Moldavia por parte de la UE. Pero esas afirmaciones han sido rechazadas por su adversario, que se pronuncia a favor de la integración europea, aunque haciendo hincapié en el interés nacional”, afirma.
Cenusa recalca que el resultado dependerá del alcance de la interferencia rusa y de la capacidad de Sandu para movilizar a la diáspora —unos 169.000 votaron por ella en la primera vuelta— y de Stoiangolo para convertirse en el símbolo del voto de protesta. Y, además, predice tres escenarios. El primero es que Sandu gane gracias a una fuerte movilización de los cientos de miles de electores que residen en el extranjero y la captación de otros en el país; el segundo, que su rival logre la victoria por el voto de protesta al asegurar que no pondrá en peligro el camino al club comunitario; el tercero, la anulación de los comicios por fraude. “Si el entorno de la presidenta percibe su derrota como resultado de la interferencia rusa, las elecciones podrían cancelarse y repetirse, invocando el estado de emergencia por motivos de seguridad nacional, lo que puede provocar protestas por parte de partidarios de Stoianoglo”, apunta Cenusa.
Para Armand Gosu, especialista en el espacio exsoviético, la UE considera a Moldavia como último reducto que resiste a Rusia. “Llevar al poder a un presidente prorruso y construir un Gobierno favorable al Kremlin después de las elecciones parlamentarias en junio del próximo año son objetivos muy importantes para Moscú, que quiere utilizar a Moldavia como plataforma de lanzamiento de ataques contra Ucrania”, precisa. En ese caso, avisa, Kiev se vería forzado a ocupar militarmente Transnistria con el fin de desarmar a las fuerzas rusas y usar la munición que pueda retirar de los almacenes de Cobasna, donde supuestamente aún quedan 20.000 toneladas de armamento soviético. “Incluso, si se mantiene en el poder un Gobierno proeuropeo en Chisinau, la región separatista debe ser prioritaria para garantizar la seguridad de la región del mar Negro”, zanja.