Cambiando la famosa frase de Pío Baroja por: todos los días hieren, menos el último, que mata, cuatro fechas: 19 de mayo, 16 de septiembre, 3 de octubre, 29 de octubre. Todos esos días, Rusia utilizó misiles guiados contra la población civil ucrania de Járkov. Adultos muertos, y niños de 8, 13 o 16 años heridos. La segunda ciudad del país —es la más cercana (30 kilómetros) de sus grandes urbes a la frontera rusa— no ha disfrutado de sosiego durante más de 1.000 inciertas jornadas de invasión de los ejércitos y mercenarios de Putin. Contra la barbarie, la cultura. Esta respuesta pervive dentro del pensamiento de Norman Foster, uno de los mejores arquitectos de nuestro tiempo.
Foster lo cuenta, por primera vez, a través de un documento firmado que envía a El País Semanal. En 2022, en las Naciones Unidas, se le acercó el alcalde de Járkov, Ihor Terekhov, y le pidió crear un modelo de ciudad que pudiera ser replicable a otras del país, cuando la guerra concluya. Foster aceptó (inició un proyecto sin ánimo de lucro a través de su fundación, de la que es presidente, con sede en Madrid) y desde Londres descolgó el teléfono. Habló con Stuart Smith, director en Berlín de la empresa de ingeniería ARUP, y dos economistas de enorme prestigio: Edward Glaser (Harvard) e Ian Goldin (Oxford). Consultaron a los ciudadanos, a través de cientos de reuniones y de cuestionarios en los que explicaron cómo imaginaban la ciudad sin devastación. Habrá dinero, pues ya en el corto plazo Europa aportará para la reconstrucción de Ucrania 45.000 millones de euros junto con los intereses de los 300.000 millones de dólares congelados a Rusia.
Dos años después de aquella llamada, ya están elegidas las propuestas ganadoras para esta nueva ciudad de entre 259 candidatos (entre ellas, 27 de Ucrania) de 53 países. El proyecto piloto tenía que basarse en “el patrimonio, los hogares, la naturaleza, la industria y un distrito tecnológico”, explica Foster. Y añade: “El master plan y los proyectos piloto están respaldados por el Gobierno alemán y las Naciones Unidas”. El primer premio ha sido para el proyecto Sanando Járkov: De los escombros a la renovación, del inglés Andrew James Jackson. Usa materiales de estructuras destruidas, aumenta la seguridad, incorpora terrazas, jardines y el espacio público tiene refugios subterráneos y recogida de aguas pluviales. Es el capitalismo de la arquitectura de los afectos: cuidar unos de los otros. Le sigue Floreciendo hacia el sol, de Zigeng Wang, cuyo título se refiere a los girasoles, símbolo de resistencia y orgullo nacional. Y la tercera opción es Modus Vita (Estilo de vivir), de tres arquitectos de la Universidad Técnica de Yildiz (Turquía) que proponen un sistema modular adaptable de refugios subterráneos construidos con paneles de hormigón de alta resistencia. Todos dibujan con la guerra en mente.
Existen palabras llenas de esperanza, como reconstrucción, en un país al que Rusia le ha arrancado el 19% de su tierra y arrasado sus campos de girasoles hasta volverlos ciegos. Pero el futuro ya descuenta sus días. “Preservación de la naturaleza y de los ríos, mejoras en la vivienda y un barrio que combina residencias, ocio, escuelas, universidades e instalaciones para la enseñanza y la industria. Es una visión de futuro, arraigada en el presente y con conciencia del pasado”, sentencia Norman Foster. El maestro recorre todos los tiempos históricos en una misma frase.