Javier Milei suma poder entre los escombros de una Argentina en ruinas. Desde que asumió hace poco más de once meses, controló los servicios de inteligencia; renovó con sorprendente interés la agencia recaudadora de impuestos, donde se guardan los trapos sucios de los argentinos; puso a las Fuerzas Armadas a salvo del “no hay plata” que aplica en el resto del Estado. Mientras ponía bajo su mando las áreas que controlan la información, sometía a una oposición diezmada: enfrentó sin piedad a gobernadores, sindicalistas, empresarios, senadores y diputados a los que puso del lado de “la casta”. Ahora, prepara un avance decisivo sobre el Poder Judicial.
El 29 de diciembre será un día clave: Juan Carlos Maqueda cumplirá 75 años y se jubilará como juez de la Corte Suprema. El máximo tribunal quedará con solo tres de los cinco jueces que lo integran, porque la plaza que la jueza Elena Highton de Nolasco dejó en septiembre de 2021 nunca fue ocupada. Milei intenta sin éxito desde que asumió que el Senado vote por sus dos candidatos, como establece la Constitución. Esta semana, desde la Casa Rosada advirtieron que el presidente ultra está dispuesto a nombrarlos por decreto, una amenaza que la Corte decidió resistir.
Los candidatos de la discordia son Ariel Lijo y Manuel García Mansilla. El primero es un juez federal en activo que acumula una montaña de cuestionamientos sobre su idoneidad: concentra más de 30 denuncias por mal desempeño ante el Consejo de la Magistratura, el órgano que controla a los jueces. Para neutralizar pergaminos tan negativos, Lijo ofrece a Milei decisiones que, se esperan, se acomodarán a las necesidades de la Casa Rosada. Está apadrinado por el supremo Ricardo Lorenzetti, hoy enfrentado a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, los otros dos jueces de la Corte que seguirán activos tras la jubilación de Maqueda.
El segundo candidato es un reconocido académico de ideas ultraconservadoras, alineado con la “guerra cultural” que Milei libra contra todo lo que suene a progresismo. La mayoría peronista en el Senado no quiere saber nada con García Mansilla, pero, en cambio, puso precio a la candidatura de Lijo. Hoy están vacantes cientos de cargos de jueces en todo el país que el Gobierno ofreció como moneda de cambio, pero las cuentas no terminaron nunca de cerrar del todo. Ante el fracaso de las negociaciones, Milei inició en la semana que pasó la arremetida final.
La Casa Rosada agita el fantasma de un decreto para nombrar “en comisión” a Lijo y García Masilla. El argumento es que la Corte “no puede funcionar” con solo tres de cinco magistrados porque se producirá una parálisis. Pateó el avispero el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. “Cuando uno mira el tiempo que llevan los fallos de la Corte es lamentable que tenga 15 o 20 años para dictar sentencia. Desde el punto de vista del quórum se podrá, pero desde el punto de eficiencia procesal me cuesta creer que podamos seguir teniendo una Corte con tres miembros”, dijo Francos. Con tres jueces se produce además un problema de números: bastará solo un voto en disidencia para que no se alcance la mayoría sobre cinco que exige el reglamento para dictar sentencias. El ministro lanzó entonces la amenaza tan temida: “El decreto es algo que el presidente tiene en la cabeza y lo autorizará en el momento que corresponda y que crea que lo tiene que utilizar. Es una decisión de él”, dijo.
La Corte respondió a la avanzada por la vía institucional. El miércoles pasado, para quitar argumentos a la necesidad de un decreto, acordó un reglamento de emergencia que le permitirá pedir el auxilio de conjueces en caso de que no alcance la mayoría para firmar los fallos. Votó en contra Lorenzetti, que con inusual virulencia acusó a sus compañeros de “falta de moral” y de querer condicionar la elección de Lijo, su apadrinado, y García Mansilla. Convertido en el ariete de Milei dentro de la Corte, Lorenzetti no perdona aún que en 2018 el resto de los supremos le arrebatasen la presidencia de la Corte después de diez años. “Solo la ambición desmedida y la mediocridad en los objetivos pueden explicar lo que está sucediendo en esta Corte Suprema. La desesperación se apoderó de algunas voluntades”, lanzó Lorenzetti, agitando una escalada sin precedentes dentro del máximo tribunal argentino.
Los jueces de la Corte no suelen hablar en público. Maqueda, el saliente, hizo del silencio un culto, al menos hasta el jueves pasado, cuando dio un largo discurso de despedida acompañado ante decenas de funcionarios del Poder Judicial. Arremetió entonces contra Milei. La democracia, dijo, no puede “quedar a la deriva de los hombres que en este momento hacen culto a la personalidad, hombres que se creen proféticos y que realmente ponen en riesgo las instituciones”. “Hasta el día de hoy”, dijo Maqueda, “a la democracia la han conservado los tres poderes del Estado. A pesar de que no está de moda, a pesar de que se perdió la moderación y gustan los extremos, nosotros, con prudencia y moderación, debemos defender la independencia del Poder Judicial y la división de los poderes de la República”. El único ausente en el homenaje a Maqueda fue Lorenzetti.
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