La violencia ha vuelto a Maputo, la capital de Mozambique, donde vive el escritor y biólogo Mia Couto. Tras unas elecciones con una cuestionada victoria de Frelimo, en el poder desde 1975, las protestas han causado medio centenar de muertos. Mia Couto conoce bien la violencia. Ha vivido 26 de sus 69 años en guerra. Vio morir colegas y se preguntó si sus hijos comerían. Aquel horror aún le muerde pese a exorcizarlo en novelas como Tierra sonámbula, seleccionada entre los diez mejores libros africanos del siglo XX.
Ni la decepción ante la evolución de Frelimo, donde militó en defensa de la independencia, ni la devastación del país del millón de muertos impidió que crease una sólida carrera literaria, iniciada con el poemario Vozes anoitecidas y seguida en una treintena de libros. Es el primer escritor africano que recibe el Premio de Lenguas Romances de la FIL –el tercero en lengua portuguesa tras Rubem Fonseca y Lídia Jorge– y candidato en las quinielas del Nobel de Literatura.
La entrevista se realizó en Lisboa, donde en octubre presentó la novela A Cegueira do Rio, que explora un episodio escondido en la frontera entre Tanzania y Mozambique que empezó la Primera Guerra Mundial en África.
Pregunta. Mozambique está viviendo días tensos. ¿Teme algo más grave?
Respuesta. Siento una preocupación extrema y también miedo porque puede ocurrir cualquier cosa, existe interés por fomentar una escalada de la violencia tanto de un sector del partido del Gobierno como del candidato de la oposición.
P. Llama la atención las distintas cosas que ha hecho. ¿Qué le da la biología que no encuentra en la literatura?
R. Es una falsa frontera, lo veo como una única ventana que me permite ver ángulos diferentes de la realidad. Esa pluralidad me atrae. Crecí en una cultura que no hace diferencias entre lo humano y lo no humano, lo vivo y lo no vivo, y que me ofrece la posibilidad de mirar el mundo comprendiendo que hay cosas no visibles. Cuando escribo es imposible que un río o una piedra sean vistos como escenarios, son personajes con su voz y su alma.
P. La visión mágica desaparecida del mundo occidental.
R. No es visto como magia. Incluso si yo les dijese a mis colegas biólogos que esta noche fui un leopardo, comprenden que pudo ser. No está presente la diferencia entre lo natural y lo sobrenatural. Ocurre algo parecido a las culturas indígenas de América.
P. La modernidad apartó a la cultura occidental de esta dimensión espiritual. ¿Se está pagando un precio por ello?
R. Creo que sí y creo que existe un esfuerzo en el movimiento ecologista para tratar de reencontrar ese mundo vivo porque durante centenas de millares de años vivimos como parte de esa naturaleza. Es muy reciente esa idea de la humanidad de considerarse legitimada para ser la propietaria del mundo. Es algo que proviene de las narrativas monoteístas, que en la lucha para imponerse, descalificaron otras visiones más orgánicas.
P. Tiene 69 años. Durante 26 de ellos vivió en guerra.
R. E infelizmente llevamos otros cuatro años de guerra en Cabo Delgado, en el norte de Mozambique.
P. ¿Cómo le ha condicionado la vida?
R. Es casi determinante. Tengo dificultad para recordar cosas muy dolorosas como la pérdida de compañeros cuando era periodista. Son heridas que no cicatrizan nunca más. Es un trauma que tengo, todavía tengo que curarme de eso y me curo a través de la escritura. Por otro lado, las personas que sobreviven a una guerra comprenden mejor lo que es fundamental, que es ser solidario y encontrar en el otro algo que es nuestro también.
P. Luchó en el movimiento por la independencia. ¿Cómo era el Portugal colonial? Los portugueses consideran que fueron más compasivos que otros imperios.
R. La diferencia es solo el modo de ser sanguinarios, aunque no por una maldad asumida si no por la naturaleza del propio proceso. Tal vez tenga influencia que Portugal ya era un país mestizo, con presencia de gente africana y ellos mismos habían sido colonizados por el norte de África, por lo que ellos llaman moros. Por otro lado, era un país demasiado pequeño para un territorio tan inmenso. No tuvieron presencia efectiva en Mozambique hasta el siglo XX cuando reciben un ultimato de Inglaterra. Es entonces cuando comienzan las campañas militares y una violencia más concreta y presente.
Nací en una casa donde se respiraba la idea de que había una colonia, una injusticia y un racismo inaceptables
P. ¿Se alistó por una elección propia?
R. Sí, fue propia. Yo tengo un privilegio porque mi padre fue para Mozambique por una razón distinta a la de la mayoría de las personas, que iban como migrantes económicos que buscaban sobrevivir. Mi padre, que tenía vínculos con el Partido Comunista, fue junto a otros intelectuales envueltos en política. Se instalaron en Mozambique con la intención de continuar una lucha que no podían desarrollar en Portugal. Por lo tanto, yo nací en una casa donde ya se respiraba esa idea de que existía una colonia, una injusticia, una dominación y un racismo que son inaceptables. No tengo mérito ninguno, fue algo que ocurrió. Pero la política también nos trae ceguera. En el fervor de la militancia, también padecí de aquella simplificación del mundo entre malos y buenos. Es algo propio de nuestra especie.
P. Este año se cumplen 50 años de la Revolución de los Claveles. ¿Cómo la vivió?
R. Ya estaba estudiando en Maputo. Nos enteramos al día siguiente, los rostros que aparecieron para anunciarlo eran los mismos que dirigían el ejército que ocupaba Mozambique. La primera reacción no fue de adhesión ni de fiesta. Claro que nos alegró que aquel régimen fascista hubiese sido derribado, pero nuestra lucha era por la independencia y esa respuesta llegó casi un año después. Hubo un largo momento de indecisión porque las fuerzas armadas portuguesas estaban divididas.
P. ¿Hubo violencia en Maputo?
R. La violencia se dio más tarde. La lucha armada no terminó oficialmente hasta el 7 de septiembre de 1975, cuando Mário Soares y Samora Machel firmaron el acuerdo que reconocía el derecho a la independencia. Y ese día se dio un golpe de estado de los portugueses de extrema derecha que ocuparon la radio, el aeropuerto y durante tres días dominaron la situación a la espera de que la Sudáfrica del apartheid interviniese a favor de aquella revuelta que intentaba trabar la historia con las manos.
P. ¿Por qué se desilusionó del Frelimo?
R. Yo era un adolescente apasionado con una sociedad socialista, me definía como marxista-leninista. El alejamiento comenzó al visitar países socialistas. Estudié periodismo en la Alemania oriental, el peor lugar para aprender periodismo. Fue una primera alerta, no era lo que yo soñaba. Era algo monolítico, con élites formadas. Más tarde, en la guerra civil, yo dirigía un periódico y hacía cola con los demás en las tiendas. No había nada. Durante años salía de casa sin saber que comerían mis hijos. Por eso la guerra deja ese trauma, cada día es una cuestión de supervivencia. Un día recibí un carné para tiendas especiales y dije que no luchaba para eso. Regresé a casa muy orgulloso, pero Patricia, mi mujer, me dijo: “¿Estás loco? Vuelve allí, recoge el carné. No tienes derecho a penalizar a tus hijos por tus valores”. Eso me colocó en una encrucijada, pensé en regresar y discutir aquello, pero no había mucho margen. No fue una desilusión total, en Frelimo había gente generosa, pero fue vencida por otros que sacaron beneficio para convertirse en una nueva élite con privilegios.
P. Y ahí lo dejó.
R. Dejé el periódico y más tarde salí de Frelimo, que ya era un partido. Creo que eso fue un error. Pero nunca me transformé en un ser amargado, resentido, que se trata de salvar. Yo formé parte de aquel primer proceso. Ahora todo ha empeorado, queda muy poco del frente, solo una pequeña minoría está salvando aquello que fue el patrimonio histórico de un partido con gran capacidad de movilización y respeto. Ese partido fue capturado por fuerzas delictivas.
En Mozambique está prohibido no tener esperanza
P. ¿Mira al futuro con poca esperanza?
R. Tengo esperanza siempre. En una situación como la de Mozambique está prohibido no tener esperanza, es un lujo estar desesperado. Entonces tengo la esperanza de que haya una fractura en Frelimo porque transformarlo desde dentro es muy difícil, con ese núcleo de personas que lo usan en provecho personal.
P. ¿En algún momento reflexionó sobre el significado de ser blanco en Mozambique?
R. A veces hay algo que me recuerda que soy blanco, pero en general en Mozambique olvido que tengo raza gracias a la generosidad de aquel pueblo. En el mando del Frente de Liberación de Mozambique había blancos, mestizos, indios; la composición racial del país ya estaba representada antes de la independencia. La palabra melungo quiere decir extraño en una comunidad pero sin la connotación del color. Si tu fueses negra, también te llamarían melunga, pero si aprendes su lengua dejan de verte así. El color de la piel te define sin ser determinante.
P. Va a recibir el Premio de Lenguas Romances de la FIL. ¿Hay complicidades entre las diversas literaturas africanas y latinoamericanas?
R. Absolutamente. Es por causa de que algunas de esas literaturas bebieron en la sensibilidad de las culturas indígenas de América, que se prestan a la abolición de las fronteras entre lo real y lo fantástico. La corriente del realismo mágico fue llamada así por alguien que no entendía que no era importante esa clasificación. Lo importante en esa corriente para mí, que desperté a ella con Juan Rulfo, sugería otra sensibilidad, otro lenguaje. Cuando la descubrí pensé que era lo que nosotros, africanos, estábamos buscando.
P. ¿Cuál es ahora el espacio para la literatura en Mozambique?
R. Ha mejorado mucho desde la independencia de 1975, cuando la tasa de analfabetismo era superior al 90%, hoy rondará el 30%, hubo un gran esfuerzo para que ahora se pueda escribir lo que se quiera. Es curioso que la escritura se valore como el lugar del poder. Cuando me paran por la calle, por ejemplo, muchas personas me tratan como si fuese un mensajero que pudiese recibir recados y ayudar por pertenecer al mundo de la escritura.
P. La literatura en portugués tiene una salud extraordinaria en Brasil, Angola, Mozambique o Portugal, pero se le resisten los reconocimientos. ¿Está minusvalorada?
R. Creo que sí. Ser de lengua portuguesa nos coloca en una especie de margen, de suburbio. Y ser africano de lengua portuguesa todavía te coloca en un lugar más remoto. También creo que ya se ha recorrido un camino. Cuando comencé a publicar, los libros africanos estaban en estantes pequeños en algunas librerías en Portugal. Ahora forman parte de aquello que siempre pretendieron, que es pertenecer a la literatura universal.
“Sería muy cínico decir ‘yo no quiero el Nobel, pero sería poco lógico que me escogiera la Academia”
P. ¿Le importa el Nobel? Su nombre suena cada año.
R. Pero no soy yo a proponerlo (risas). No es que no me hiciera feliz, que sería muy cínico decir ‘no, yo no lo quiero’, pero sería muy poco lógico que la Academia sueca me escogiese a mí.
P. ¿Por qué no sería lógico?
R. Aunque no fuese un exceso, aunque yo viese algo importante en mi escritura y aunque el criterio solo fuese literario, creo que la Academia tiene que contar con otros criterios que son hoy fundamentales. La Academia no va a comprar una guerra de esas. Piensa en los africanos que fueron premiados con el Nobel, la mayoría no son negros.