“Mejor gastar 50 euros en una buena camiseta que en cinco”: las pequeñas marcas españolas que luchan contra la moda rápida | ICON


La idea que tuvo María Eugenia Santin de colgar un cartel de El crack (1981), la película de José Luis Garci, en la entrada de su tienda no acabó de convencer a su socia, Patricia. “Ella no estaba segura de lo que la gente iba a pensar si veía a Alfredo Landa en la puerta”, lamenta Santin (Madrid, 36 años) desde ese mismo umbral, mientras dos hombres que podrían perfectamente ser parte del elenco de la película se prueban unas camisas en el interior de Hook, el pequeño establecimiento que regenta en el número 12 de la calle de Santa Teresa, en Madrid, cerca de la plaza de Alonso Martínez.

“A mí es que me gusta mucho la ropa de las películas antiguas. En la universidad intenté vestir con la chaqueta roja de Quadrophenia [1979]”. La moda atemporal, que lo mismo vale para el cine de Garci, para una ópera rock de The Who y para el presente, es el eje central de una propuesta que busca distanciarse de las marcas de fast fashion mediante una apuesta por el estilo clásico, la calidad, el cuidado artesanal y las producciones limitadas.

Polo de Hook.
Polo de Hook.

Para ellas, todo empezó con unos cordones para gafas. “Mi madre nos pidió uno con la cuerda náutica que usábamos para hacer pulseras. Subimos una foto a Instagram del cordón y nos empezaron a llegar entre 100 y 200 pedidos diarios, algunos de ópticas”, rememora. Aquella fue la primera piedra del negocio de ropa masculina que las dos estudiantes licenciadas en Derecho aspiraban a poner en marcha, y que se asentó en su actual ubicación en 2018. Con una filosofía a contracorriente del sector en la zona, el concepto de Hook radica en “formar comunidad”, según Santin. Una comunidad que abarca de sus clientes incondicionales (esos que se volcaron con ellas en el confinamiento de 2020) a las personas de los talleres de dentro de España que confeccionan sus encargos: “Conozco a la tía que cose el botón. Para mí es importante tener esa cercanía, saber de primera mano que las condiciones en las que trabaja son buenas, estar al tanto del lugar del que vienen los materiales y de cómo se hacen”.

Este ecosistema ajeno a los ritmos de las colecciones de temporada y las tiradas masivas se encuentra en crecimiento. A solo tres calles de distancia, abrió a finales de 2022 Neutrale (Belén, 4), sello también basado en la durabilidad de los tejidos y la versatilidad de sus prendas de hombre para todas las épocas. Dos de los tres fundadores son Nacho Aragón (Madrid, 28 años) y Jaime Gil (Santander, 28), y admiten que empezaron “de abanderados de la sostenibilidad”, pero los amplios matices de la palabra, casi “un comodín” de tanto usarse, les llevaron a cambiar el discurso.

Prenda de corte minimalista y urbano de Casa Neutrale.
Prenda de corte minimalista y urbano de Casa Neutrale.

“La realidad es que no existe una marca sostenible. Llamarse sostenible es hipócrita, porque la industria textil es la tercera que más contamina. Dicho esto, naturalmente, habría un cambio muy grande si todas las marcas intentasen ser lo más sostenibles posible, asumiendo que no se puede ser al 100%”, argumenta Gil. “Lo sostenible de Neutrale es, simplemente, que se centra en hacer buen producto, que es aquel que te va a durar en el tiempo y no te va a hacer comprar o consumir más. Y nos interesan también las condiciones de los empleados en las fábricas, aunque eso ya no tenga que ver con la sostenibilidad, sino con la ética”.

Su compañero Nacho, hijo por cierto de Emilio Aragón, fue el autor del concepto: “Vimos en el extranjero [Aragón estudió en EE UU y Gil en Reino Unido] que había empresas capaces de contar una historia y hacerla evolucionar con los años en un producto. Nuestra idea era asociar ese storytelling al estilo de vida mediterráneo, a la riqueza de nuestras industrias y nuestros artesanos”.

Algodón orgánico certificado, lana también certificada y tintes naturales son algunos de los ingredientes con los que trabaja esta marca, que ofrece básicos neutros, con una cuidada estética minimalista que estaría a sus anchas en cualquier gran capital, y aspirantes a una larga vida. “Para mí tiene más sentido gastarse 50 euros en una camiseta blanca que dure cinco años en perfectas condiciones que comprarte cinco camisetas de 10 euros que se van ir rompiendo cada año o cada pocos meses, porque el tejido no es duradero”, justifica Gil, quien, como Aragón, se muestra interesado no tanto en la moda como en la idea de unos valores se puedan “bajar” a un producto. Por ello mismo, otra pata del proyecto es Casa Neutrale (Regueros, 13), una cafetería ecológica en consonancia con su filosofía slow life. “Miramos bien la trazabilidad del café, trabajamos con tostadores de Madrid, el pan de masa madre también es de obradores de Madrid…”, resume Nacho Aragón.

Un look de Unfeigned.
Un look de Unfeigned.

María Gómez (Málaga, 32 años) se alegra de que Madrid esté convirtiéndose en una ciudad puntera para la moda innovadora. A esta escena ha contribuido Unfeigned, en el 17 de Fernando VI. Lanzó el proyecto en 2019, junto a su hermano Rafael (Málaga, 40 años), después de que él lo intentase previamente con una marca de calzado en Elche que no terminó de despegar. “El recorrido y la proyección eran totalmente distintos a Unfeigned. La idiosincrasia del vulcanizado de Elche es más difícil de trasladar internacionalmente, ¡no se entiende en todos sitios!”, relata. Con producción en España y Portugal, Unfeigned ha despegado en el extranjero, particularmente en Reino Unido. Alemania, Bélgica, Suiza, Japón y EE UU son los otros países donde está presente. En 2022 superó el millón de euros en ventas. “Nos dirigimos a clientes que, además de la preocupación por la procedencia del material, tengan sensibilidad por la moda. Nuestro tipo de producto es una línea masculina sostenible, trabajamos un producto contemporáneo y funcional. Un híbrido entre la ropa de vestir y el sport, siempre con calidad y comodidad. En las camisetas, que son nuestro best-seller, apostamos por colores muy lavados”, explica Gómez.

“Una seña de identidad es la combinación de tejidos de toda la vida con tejidos neutros”, completa Rafael. “Al final tenemos prendas de toda la vida, como una blazer, pero hecha en un tejido membrana o tejido coolmax…”. Una pieza clave en el proceso es su cortadora láser, que usan para el patronaje con escáner a fin de optimizar el tejido y evitar su desperdicio: “Se hace una especie de puzle en la pieza, mezclas patrones de distintas prendas”.

Todos se dedican al público masculino por los mismos motivos. “Los hombres no se complican la vida, usan tres o cuatro marcas y son muy fieles a ellas, sobre todo a partir de los 30. Les gusta mucho, además, que nos sepamos su talla y comprar en tienda”, recalca Santin. Porque el slow fashion, además de evitar en la medida de la posible dejar una gran huella ambiental, sí busca que se grabe una huella en el tiempo. “He heredado mucha ropa de tíos y tías”, dice Santin desde Hook. “Siempre quise que la marca tuviera ese punto, que le pudieras dejar la camisa en el futuro a un sobrino o a un hijo. Pienso en la ilusión que me haría que dentro de 20 o 30 años hubiera una chaqueta worker nuestra colgada en una tienda vintage del Rastro”.

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