María Vázquez, protagonista de ‘Matria’: “Hay miedo a hablar de la precariedad en la industria del cine” | Cultura


María Vázquez (Vigo, 44 años) es una obrera de la interpretación y ha sudado como nunca el mono de trabajo para meterse en la piel de Ramona, una proletaria de los mares de Galicia. Para preparar el papel de la protagonista de Matria, que ha puesto en sus manos la Biznaga de Plata a la mejor interpretación femenina del festival de Málaga, se sumergió en las gélidas y exigidas faenas de una fábrica de conservas y se enroló en un barco mejillonero. Se levantaba a las cuatro de la mañana para aprender a encordar los mejillones en las bateas de la ría de Arousa. La película está inspirada en la vida real de Francis Iglesias, una de esas mujeres de hierro que sostienen sin recibir aplausos la vida económica de las Rías Baixas, dentro y fuera de las casas. Vázquez aprendió a hablar como ella, a bromear como ella, a resistir como ella en un ambiente machista. “Esta película es un homenaje a las mujeres obreras del mundo”, proclama esta actriz gallega que ha logrado desarrollar su carrera por España sin emigrar a Madrid. El drama, dirigido por su paisano Álvaro Gago, se estrena en salas comerciales este viernes.

Todo en Matria ha sido concienzudo, explica Vázquez. Recibió el guion un año antes, cuando “lo normal es un mes”. En ese tiempo, practicó con una lingüista el acento que marca el gallego que se habla en la ría de Arousa. Cuando faltaba un mes para empezar a rodar, se instaló allí. Francis, que fue cuidadora del abuelo del director de la película y le inspiró el cortometraje Matria de 2017, ejerció de coach para velar por la autenticidad de la interpretación. Un grupo de trabajadoras de la comarca que actúan en la película también arroparon a Vázquez en su transformación. Con todo, la artista admite que le costó alcanzar la bravura de sus compañeras de rodaje: “Matria refleja la vida de unas mujeres muy fuertes y poderosas, pero con poca autoestima. Mantienen la industria en la zona de las Rías Baixas y también cuidan de su familia y de la familia de los demás para que estos puedan trabajar”.

La protagonista de 'Matria', en Santiago.
La protagonista de ‘Matria’, en Santiago.ÓSCAR CORRAL

Encarnar a este personaje “sin filtros”, que “dice todo lo que piensa” aderezado con retranca, fue “rico y expurgativo” para la actriz. Vázquez “se enramonizó” de tal manera que en la intimidad de su casa, para pasmo de sus dos hijos pequeños, seguía hablando como ella. Ahora que Ramona ya la ha desposeído, le embarga el “síndrome de la impostora”, confiesa: sigue quedando con las vecinas de la ría de Arousa que tanto la ayudaron en Matria, pero se siente algo rara porque ya no se comporta como una de ellas.

Habitante de la periferia “por militancia”

Vázquez integra esa inmensa mayoría de actrices ajenas al envoltorio del glamur y los estereotipos de la profesión: “Más del 90% somos obreras que lidiamos con la conciliación. Yo soy una mujer corriente que no podría trabajar si no fuera por la ayuda de mi madre jubilada”. El cine, subraya, “no es una industria de millonarios de la subvención”, y sigue habiendo una “brecha grande” entre los puestos directivos y protagonistas de una película, por un lado, y el resto del equipo, por otro. Se han limado las diferencias en el trato, pero “en sueldos aún hay mucho que mejorar”. Persiste “la precariedad en los convenios”, “mucha gente no llega a fin de mes” o “tiene que hacer todo tipo de trabajos para poder seguir contando historias”, explica: “Hay miedo a hablar de la precariedad, a protestar y que no te den trabajo; por eso la gente que tiene poder tiene también la responsabilidad de pronunciarse”. Vázquez cree que la industria del cine debería empezar a contar historias sobre las vidas de sus propios subalternos: “Es algo que está oculto, como si fuera tabú”.

María Vázquez, en 'Matria', de Álvaro Gago.
María Vázquez, en ‘Matria’, de Álvaro Gago.

Vázquez acaba de estrenar también Honeymoon, una road movie con humor negro dirigida por Enrique Otero y en la que hace de policía compartiendo cartel con Javier Gutiérrez, Nathalie Poza, Antonio Durán Morris y Berta Ojea, elenco de lujo con varios gallegos. Atribuye la cantera actoral y técnica de la que puede presumir Galicia a la apuesta que se hizo en los noventa por destinar ayudas oficiales al sector. Opina que el eslabón de la cadena en el que se debería invertir ahora dinero público es “la distribución, las salas”, porque “es el punto débil”. “La juventud tiene que ver nuestras películas. Hay que llevarlas a los centros educativos, a los centros culturales… No se pueden abrir salas de cine en los pueblos pequeños, pero sí se pueden utilizar los auditorios y los teatros que ya existen, porque los hay vacíos”.

Vázquez vive “en la aldea más grande del mundo”: Santiago de Compostela. En una casa con huerto desde la que puede ir andando al centro de la capital gallega y muy cerca de sus padres. Dice que habita la tierra en la que nació “por militancia”, después de vivir 15 años en Madrid, la ciudad a la que se fue como bailarina y en la que descubrió su vocación de actriz: “Eso de que si no estás en Madrid no puedes hacer nada es un eslogan interesado. La vida allí me cuesta entenderla: es hostil, todo es muy caro y lleva mucho tiempo…”. Celebra que el “centralismo en los rodajes” haya llegado a su fin y que en el audiovisual reine ahora la diversidad geográfica e idiomática: “Desde la periferia se puede trabajar donde se quiera”.

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