María Ángeles Bonmatí, fisióloga: “Hay quien dice que cuanto más duerme, menos vive. Está totalmente equivocado” | Salud y bienestar


La mitología, la religión y el arte en todas sus vertientes están repletos de referencias al sueño y a la dificultad para conciliarlo. Escritores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan Rulfo o Sylvia Plath padecieron insomnio y hablaron de él en sus obras. Franz Kafka también narró en sus cartas sus problemas para dormir, que dieron lugar incluso a un estudio científico publicado en The Lancet que intentó analizar la influencia que el insomnio podría haber tenido en la obra del autor checo.

“Ha habido autores muy prolíficos y exitosos que han padecido insomnio. Se tiende a pensar, por ejemplo, que la obra de Kafka está muy condicionada por ese insomnio. Pero también podemos preguntarnos qué no hubieran hecho estos genios como Kafka si hubiesen tenido un buen descanso, qué nivel hubiesen alcanzado sus trabajos sin esos problemas”, reflexiona María Ángeles Bonmatí (Murcia, 36 años), doctora en Fisiología por la Universidad de Murcia e investigadora en el ámbito de la cronobiología. En su libro Que nada te quite el sueño (Crítica, 2023), Bonmatí hace una defensa acérrima del sueño y el buen dormir como pilar fundamental de la salud. “Los casos en que se pueda extraer un beneficio artístico e incluso económico de la falta de sueño son contados”, dice.

Lo normal, añade, es justo lo contrario: que se empiecen a acumular los problemas.

Pregunta. “Dormir es distraerse del mundo”, escribía Borges en Funes el memorioso.

Respuesta. En determinados contextos parece que ha calado esa idea de que dormir es un tiempo perdido, un tiempo improductivo, porque mientras dormimos ni producimos ni consumimos. Parece ser que eso va en contra de lo que exige el mundo en el que vivimos.

P. A veces parece incluso que hoy dormir poco fuese hasta una cuestión de estatus.

R. Yo recuerdo que cuando era adolescente tuve a un profesor que presumía delante de nosotros, sus alumnos, de que dormía muy poco, no más de cinco horas diarias. Nos decía que cuanto más dormía, menos vivía. Es una visión totalmente equivocada. Hay personas, es cierto, que necesitan dormir menos y que probablemente con cinco horas de sueño estén bien, pero eso no significa que la población tenga que marcarse eso como objetivo. Al contrario. Para la mayoría de la gente dormir poco va a suponer ser mucho menos productivo en su día a día y tener sus capacidades físicas y cognitivas mermadas.

P. Al respeto de la productividad, explica en el libro que tener a la población muerta de sueño no es, en todo caso, una alternativa muy rentable.

R. El mal sueño de los ciudadanos supone un coste de entre 50.000 y 60.000 millones al año en países como Reino Unido o Alemania, lo que supone más del 1,5% del PIB de estos países. Es evidente, como decíamos, el impacto de la falta de sueño sobre la productividad, pero también sabemos perfectamente que el sueño de mala calidad va unido a la aparición de un gran número de enfermedades, lo que implica unos costes económicos importantes. Así que bienvenido sea este argumento para destacar la importancia del sueño, porque mucha gente no entiende más allá de los datos económicos.

El mal sueño de los ciudadanos supone un coste de entre 50.000 y 60.000 millones al año

P. “La vida es sueño”, titula el segundo capítulo de su libro.

R. Es que no se puede entender la vida sin el sueño. Por eso introduje también un capítulo sobre el sueño en otros animales, para transmitir esa idea de que el sueño, pese a presentar una serie de desventajas (nos desconecta del medio y reduce nuestra capacidad de reacción), es un proceso fisiológico fundamental. De lo contrario, no se hubiera conservado a lo largo de toda nuestra evolución como especie.

P. Este año el Día Mundial del Sueño se celebra bajo el lema “el sueño es esencial para la salud”. ¿Cómo perjudica a nuestra salud dormir poco?

R. Teniendo en cuenta que el sueño es fundamental para que todo nuestro organismo funcione correctamente, su carencia va a afectar a todos nuestros procesos fisiológicos. Por ello, dormir poco se ha relacionado con la aparición de enfermedades metabólicas y de enfermedades cardiovasculares, con una mayor propensión al desarrollo de enfermedades infecciosas o con mayores probabilidades de padecer determinados tipos de cáncer y de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. Y a eso hay que añadir el tema de la salud mental, con la que el sueño guarda una relación bidireccional: si hay falta de sueño, tarde o temprano acabarán apareciendo problemas de salud mental, pero muchas veces los problemas de sueño también son un síntoma de que algo no va bien con nuestra salud mental. De hecho, en muchos casos de depresión o ansiedad, los problemas con el sueño son uno de los primeros síntomas que aparecen.

La autora María Ángeles Bonmatí, en la facultad de Biología de la Universidad de Murcia, donde investiga la cronobiología, el 15 de marzo.
La autora María Ángeles Bonmatí, en la facultad de Biología de la Universidad de Murcia, donde investiga la cronobiología, el 15 de marzo.ALFONSO DURAN

P. Se estima que en España más de un 30% de los ciudadanos se despiertan cada día con la sensación de no haber tenido un sueño reparador o finalizan el día muy cansados. ¿Estamos ante un problema de salud pública?

R. Teniendo en cuenta todas las implicaciones que tiene no dormir bien, creo que es un tema al que habría que prestar mucha más atención de la que le estamos prestando actualmente. Entre otras muchas cosas, las autoridades deberían proteger el ambiente en el que descansamos. Para dormir necesitamos oscuridad y silencio. Habitualmente el tema del silencio, sobre todo, deja mucho que desear en las ciudades. Hay muchas personas que no pueden dormir bien en sus casas por el ruido del ocio nocturno, o por el de la maquinaria de limpieza viaria, que a menudo ni siquiera respeta los horarios de descanso.

P. Explica en el libro que hoy sabemos que, para mejorar nuestra calidad del sueño, es importante que exista un buen contraste entre el día y la noche: buena iluminación durante el día (si es natural, mejor) y oscuridad durante la noche.

R. Lo sabemos, pero, sin embargo, llevamos un patrón, si no invertido, sí con una falta de contraste importante. Pasamos los días en interiores, muchas veces muy mal iluminados, incluso he visto oficinas donde no hay ventanas. Y luego salimos del trabajo y nos enganchamos a la luz de las pantallas o nos metemos en un centro comercial hiperiluminado a las nueve de la noche. Además, cenamos tardísimo, y eso también hace que nos vayamos a dormir con un proceso digestivo en marcha, lo que no favorece al sueño. Nuestro estilo de vida, desde luego, no favorece que durmamos bien.

Para dormir bien necesitamos oscuridad y silencio. Eso deja mucho que desear en las ciudades

P. Vivimos cada vez más estresados, pegados a las pantallas, en ciudades cada vez más iluminadas, con más ruido, y con más calor debido al cambio climático. No es un escenario muy halagüeño para el sueño.

R. La verdad es que no. Ya se ha demostrado que se está perdiendo tiempo de sueño conforme aumentan las temperaturas mínimas que se alcanzan durante la noche. De todas formas, creo que, si tomamos conciencia individual y colectiva sobre este tema, podemos empezar a proteger el ambiente del sueño.

P. Éramos pocos y este fin de semana parirá el cambio de hora…

R. (Risas) Este es un tema muy polémico, pero como investigadora en cronobiología tengo que decir que el consenso científico en este momento aboga por abolir el cambio de hora y mantener el horario estándar, que es el más adecuado para la fisiología. Desde el punto de vista científico y de la salud la conclusión está clara, pero hay otros intereses sociales y económicos que juegan en contra.

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