Siempre fue el más inteligente y astuto de todos ellos. Les llamaban Los cinco de Cambridge. Jóvenes británicos educados entre la élite que, durante las décadas previas y posteriores a la II Guerra Mundial, funcionarían como agentes soviéticos infiltrados en el corazón del sistema. Harold Adrian Russell Philby, conocido como Kim Philby, fue el más escurridizo, y el que más aguantó hasta ser descubierto. Nuevos documentos hechos públicos por el MI5, el servició de seguridad interna del Reino Unido, revelan ahora los últimos secretos del espía doble que más admiración y odio ha provocado entre sus compatriotas.
Son 21 archivos que relatan el reclutamiento del joven Philby por la Internacional Comunista; sus frías maniobras para acabar con el agente del KGB desertor Constantin Volkov y su esposa, antes de que le delataran, o las horas de conversación en Beirut con su amigo y colega, Nicholas Elliott, en las que acabó confesando sus décadas como espía para Moscú.
Los documentos, sin embargo, no revelan el secreto final: por qué Elliott dio el suficiente tiempo a su viejo amigo para poder huir a la Unión Soviética antes de ser detenido. Philby murió en Moscú, venerado como héroe por la URSS, pero solo y alcoholizado, 25 años después.
Kim de la India
Philby nació en 1912 en Ambala, la ciudad india que formaba entonces parte del Raj británico. Su padre, John Philby, era un oficial del ejército, diplomático, explorador y escritor que acabó por convertirse al islam y ejerció de consejero del rey Abdelaziz bin Al Saud de Arabia Saudí. El apodo Kim, elegido por el padre, es el título de la novela de Rudyard Kipling que narra las aventuras de un joven indio que espía para el Imperio británico.
Estudió Historia y Economía en el Trinity College de Cambridge, donde le sedujo el marxismo. Captado por la filial vienesa del Comintern (la Internacional Comunista), Philby realizó tareas para el servicio de inteligencia soviético en Austria y en España. Enmascarado como periodista del diario The Times, llegó a seducir a las fuerzas del futuro dictador español, Francisco Franco, con una serie de informes favorables a la causa de los golpistas. Recibió personalmente del propio Franco la cruz roja al mérito militar.
Las horas de conversación de Philby con Elliott, sin duda el material más revelador de toda la información hecha pública por el MI5, muestran a un hombre maleado por décadas de mentiras y ocultación, que se muestra parco y esquivo a la hora de admitir sus traiciones, y sigue jugando con la ambigüedad y las medias verdades, a pesar de confesar su condición de doble agente.
En 1945, cuando Philby ya estaba inmerso en el servicio de espionaje exterior británico, el MI6, y trabajaba a pleno rendimiento para el KGB, supo que un agente soviético, Volkov, se había presentado en el consulado británico de Estambul, donde ofreció una cantidad ingente de información y secretos a cambió de 50.000 libras esterlinas y la posibilidad de empezar una nueva vida en el Reino Unido junto a su esposa. Volkov iba a revelar los nombres de nueve topos soviéticos infiltrados en las principales instituciones del Reino Unido. Uno de ellos, señalaba, estaba al frente del servicio de contraespionaje del MI6. Era obvio que se trataba de Philby.
Después de avisar a sus jefes en Moscú, viajó directamente a Estambul para hacerse cargo del asunto. A su llegada, Volkov y su mujer habían sido ya secuestrados, drogados, ocultados con vendas y trasladados en camilla por un médico y dos oficiales del KGB hasta un avión que les trasladó a Bulgaria. Nunca más se supo de ellos. “Presumiblemente, la información que suministraste al KGB era aquella que tenía un interés directo para ellos, como por ejemplo el asunto de los Volkov, ¿no?”, preguntó Elliott a Philby en su encuentro. “Por supuesto”, confirmó de modo lacónico el doble agente.
Los otros espías
A pesar de los años de amistad universitaria y de camaradería posterior, Philby siempre procuró proteger sus propias espaldas frente a los riesgos y torpezas de Guy Burgess, Donald Maclean, Anthony Blunt y John Cairncross, el resto de agentes que componían Los cinco de Cambridge.
Donald Maclean, hijo del político del Partido Liberal del mismo nombre, llegó a ser primer secretario de la embajada británica en Washington entre 1944 y 1948. Allí realizó los trabajos más importantes para la Unión Soviética. Pasó a Moscú gran parte de las comunicaciones entre el primer ministro británico Winston Churchill y el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, y, posteriormente, entre el nuevo jefe de gobierno británico, Clement Attlee y Harry S. Truman, al frente de la Administración norteamericana. Los soviéticos supieron a través de Maclean de los avances de Estados Unidos en la fabricación de la bomba atómica.
Cuando Maclean regresó al Reino Unido, fue Philby quien acabó destinado a la capital estadounidense. Y allí descubrió que las autoridades británicas estaban a punto de desenmascarar a su antiguo camarada. A través de un código secreto, avisó a Guy Burgess, otro de los cinco espías, que trabajaba en el Ministerio de Exteriores y vivía por entonces en el apartamento londinense de Philby, para que avisara a Maclean. La clave acordada entre los antiguos amigos era referirse a un supuesto coche abandonado en el patio trasero de la residencia de Philby. “Si me veo obligado a enfrentarme a complicaciones como consecuencia del problema del vehículo, tengo intención de trasladarte costes muy elevados…”, escribió Philby a Burgess. La carta forma parte de los documentos revelados ahora por el MI5.
La confesión
A pesar de las crecientes sospechas respecto a Philby por parte de sus superiores británicos, no lograron descubrir nada. Aunque fue obligado a abandonar el MI6, fue precisamente su amigo Elliott quien le ayudó a instalarse en 1956 en Beirut, la capital de Líbano, como corresponsal de The Economist y de The Observer. Seis años después, la confesión de su amiga Flora Solomon de que Philby había intentado reclutarla como agente soviético en 1934 acabó por desenmascarar al espía doble.
Elliott viajó hasta la capital libanesa y grabó durante varios días la conversación con su amigo. “Ciertamente, no habría hablado con nadie más”, admitió Philby. “Cuando me dijiste que tú mismo habías comenzado a creer todas las pruebas acumuladas en mi contra, lo tuve claro. Llevo esperando este momento 28 años. Aquí tienes la exclusiva”, confesó Philby a Elliott.
Los dos amigos se despidieron con el compromiso de que Philby seguiría aportando información a Peter Lunn, el hombre del MI6 en Beirut. Existía el compromiso tácito de que no habría un procesamiento penal si el doble agente confesaba todas sus traiciones. Pocos días después, Philby huyó a Moscú a bordo de un carguero ruso atracado el puerto de Beirut. “No puedo evitar pensar que, de algún modo, tú querías que me escapara”, escribió años después desde la capital soviética a su viejo amigo Elliott.