Si el perfil de Key determinara su destino, estaría trabajando ahora en un laboratorio de innovación tecnológica. Sin embargo, este joven de 25 años, con gafas, meticuloso y experto en informática, entrega su vida en el taller de una selva camuflado con bambú desde donde construye aviones no tripulados. “Hacemos mucho daño a la Junta”, explica a EL PAÍS desde el territorio rebelde del sur de Myanmar. “Lo que más temen sus tropas son nuestros drones”, añade.
Su equipo, compuesto por unos 30 jóvenes rebeldes, fabrica drones y bombas desde cero, ocultos bajo chozas con techos de lona en un lugar secreto para evitar convertirse en objetivo de ataques militares. Desde una de las varias fábricas de drones de la resistencia en la región de Tanintharyi (sur de Myanmar), Key afirma que su unidad ha matado a más de 200 soldados, entre ellos docenas de oficiales de alto rango, y que es capaz de realizar hasta 100 salidas mensuales.
Los aviones no tripulados se han convertido en una pieza clave de la guerra de guerrillas con la que una coalición compuesta por los efectivos de la Fuerza de Defensa del Pueblo, el ejército del Gobierno de Unidad Nacional actualmente en el exilio, y distintos grupos étnicos han logrado ganar terreno a la Junta militar, que tomó el poder en un golpe de Estado en febrero de 2021. Sin embargo, en los últimos tiempos las fuerzas de la dictadura militar han descubierto la efectividad de los drones y han comenzado a usarlos contra la oposición.
Han modificado drones comerciales con efectos devastadores, lanzando ataques contra instalaciones militares en Naypyidaw, bastión de los generales
“Las tropas de la Junta han intentado derribar nuestros drones muchas veces, pero aún no hemos perdido ninguno”, señala Key, cuyo nombre no es real, sino un apodo de guerra. Su equipo fabrica drones de ala fija y drones helicóptero, y los utiliza para bombardeos y vigilancia. Algunos pueden volar hasta 40 kilómetros, transportar municiones de dos kilos y montarse en un día si es preciso, explica. “Los construimos cuando los necesitamos”. Y estos días, los drones están muy solicitados.
Tras las violentas represiones contra la población civil que siguieron al golpe de Estado, Key abandonó sus estudios universitarios de informática y empezó a fabricar minas terrestres. Después se lanzó a la fabricación de drones. Este taller, comenta, se creó hace casi dos años y trabajan desde primera hora de la mañana hasta la noche. “Queremos acabar rápidamente con la Junta“, declara. “Cuanto antes caigan, antes podremos volver a casa. Por eso tenemos que esforzarnos”.
En el suelo de la selva, 10 miembros de la Fuerza de Defensa del Pueblo tallan paneles de madera para colocarlos en el centro de los drones, conectados con alas de fibra de carbono. Introducen perlas de nitrato de amonio empapadas en gasolina en bombas instaladas en tuberías de agua y se detonan empleando la pólvora de una bala. En otra zona, una impresora 3D alimentada por energía solar crea el detonador, entre otras piezas. “No importa lo fuertes o débiles que sean sus unidades terrestres, las unidades de drones pueden marcar la diferencia”, remacha Key.
Guerra de guerrillas con drones
El régimen militar, que se autodenomina Consejo de Administración Estatal (SAC, por sus siglas en inglés) sigue superando a la resistencia. Sin embargo, los innovadores combatientes, que empezaron con hondas y rifles monotiro, han desarrollado su propio arsenal, a menudo guiándose por tutoriales de YouTube. Han modificado drones comerciales con efectos devastadores, lanzando incluso ataques contra instalaciones militares en Naypyidaw, bastión de los generales.
Según Anthony Davis, analista residente en Bangkok y experto en la situación de la seguridad en Myanmar, la reciente creación de una rama de drones por parte del ejército refleja su tardío reconocimiento de la potencia de esta arma. “El SAC está recuperando rápidamente el tiempo perdido”, señala. “Los drones desempeñarán un papel cada vez más esencial en ambos bandos del conflicto”.
Frente a un enemigo mejor equipado y con más recursos, la resistencia mantiene los costes bajos, transportando a veces los materiales a mano a través de las montañas para montar las armas
Mientras que el régimen dispone de grandes vehículos aéreos armados y de ala fija no tripulados de fabricación china y rusa, los rebeldes afirman que recurren cada vez más a drones agrícolas procedentes de China, manipulados para lanzar ojivas de fabricación militar. Davis afirma que estos drones dan a los comandantes de batallón más libertad táctica.
Durante una ofensiva que cambió las reglas del juego en octubre y noviembre de 2023, tres ejércitos étnicos utilizaron ataques sincronizados con drones para infringir pérdidas sin precedentes a los militares en el norte de Myanmar.
Según Davis, la Junta pretende mejorar su capacidad en materia de drones mediante operaciones más organizadas y estrategias de lucha antidrones, con el apoyo de equipos chinos y la formación rusa obtenida en el conflicto en Ucrania. El régimen ha identificado las operaciones con drones como una “prioridad estratégica” para 2025, añade.
El alto precio de la resistencia
Los drones en la guerra civil de Myanmar varían en forma y coste, oscilando entre unos pocos cientos y decenas de miles de euros, dependiendo de si su función es la vigilancia o el ataque. Frente a un enemigo mejor equipado y con más recursos, la resistencia mantiene los costes bajos, acarreando a veces los materiales a mano a través de las montañas para montar las armas.
Los soldados de ambos bandos ya están familiarizados con el inquietante zumbido de las hélices de los drones sobre sus cabezas. Publican vídeos en las redes sociales en los que muestran sus drones causando estragos, matando a combatientes desesperados y destruyendo artillería valiosa.
El SAC está recuperando rápidamente el tiempo perdido. Los drones desempeñarán un papel cada vez más esencial en ambos bandos del conflicto”
Anthony Davis, analista afincado en Bangkok
Un comandante de la resistencia en el este de Myanmar confirma que la Junta ha mejorado sus tácticas de asalto con vehículos aéreos no tripulados y de interferencia de señales, con un aumento de las bajas entre los combatientes de la resistencia y la destrucción de sus drones. “La oposición está pagando un precio muy alto en los ataques con drones del enemigo”, asegura, describiendo un “aumento drástico” en las pérdidas desde mediados de 2024.
El comandante, que prefiere mantener el anonimato por razones de seguridad, critica el planteamiento del Gobierno de Unidad Nacional en la oposición. Desde su punto de vista, su Ministerio de Defensa desaprovechó su ventaja en la guerra con drones distribuyendo los limitados recursos “de la forma más equitativa posible” entre la Fuerza de Defensa. En opinión del comandante, esta distribución generalizada pasaba por alto las distintas capacidades de cada grupo y hacía caso omiso de las realidades tácticas sobre dónde serían más eficaces los drones en el campo de batalla.
Por otro lado, el comandante reconoce que en la guerra de drones queda mucho por aprender. Los deficientes procedimientos de operación de drones y de producción de bombas han provocado “muchos accidentes mortales”, añade. Otra cuestión clave, prosigue, es la “incapacidad para aprender de los errores y los logros y compartirlos” dentro de la resistencia. “La oposición debe reconocer sus carencias y adaptarse rápidamente” si quiere vencer, subraya.