‘Los años nuevos’: nada es igual después de Sorogoyen | Televisión


Cuando a Camilo José Cela —perdón por la cita extemporánea— algún joven aspirante a escritor despistado y banal le pedía consejo para algún argumento de una posible novela, el autor le respondía: “Un hombre conoce a una mujer… Punto final. Con talento le puede salir a usted La cartuja de Parma”. En Los años nuevos (Movistar Plus+), Rodrigo Sorogoyen ha querido seguir ese punto de partida para ver hacia dónde le llevaba: chico conoce chica… A partir de ahí, uno no sabe si le ha salido La cartuja de Parma en imágenes, pero sí algo que se asemeja a una obra magistral.

Los grandes creadores de ficción como espejo de la realidad, muchas veces, no requieren de chispazos grandilocuentes o enrevesados para llevarnos de la mano hacia sus respectivos mundos propios. Los verdaderamente buenos son aquellos que se arriesgan a conducirnos desde el cliché hacia lo insólito. El gran talento surge en buena medida de situaciones cotidianas, como nos enseñaron, por ejemplo, Luis García Berlanga y Rafael Azcona en películas como Plácido: un hombre al final del día se las tiene que arreglar para pagar la letra del motocarro. A partir de ahí, les cuento a ustedes cómo es España.

Francesco Carril e Iria del Río, protagonistas de la serie 'Los años nuevos'.
Francesco Carril e Iria del Río, protagonistas de la serie ‘Los años nuevos’.Manolo Pavón

En Los años nuevos, la sencillez es la raíz y el punto de partida de su sana ambición. Pero, sobre todo, supone un reto en la carrera de Rodrigo Sorogoyen, que ha pasado, otra vez —y van unas cuantas—, con nota de sobresaliente. En este caso, creo que ha querido trasladar su método propio a un género que nos cuenta la vida en la belleza de sus consecuentes y azarosos esplendores y todo el desagüe de sus enconados desencantos.

Una receta heterogénea

¿Cuál es el método Sorogoyen? Una manera de contar historias verídicas a partir de una coreografía que despida transparencia en el lenguaje fílmico y hablado. La concordancia perfectamente engrasada de una forma de rodar con puestas de escena de un naturalismo esencial, sobre el que desarrollar reglas interpretativas, ante todo corales, que plasmen crudeza, autenticidad, empatía y una credulidad simbiótica en el espectador. Así nos cuela en vidas ajenas como testigos indiscretos de situaciones que vivimos como propias, metidos en el ajo y sometidos a partes iguales a la tensión y el disfrute que despiden.

Lo probó en géneros que rápidamente incorporó a un estilo personalísimo y depurado que ha explorado en campos como lo policial, lo social, el thriller político o el wéstern trasladado al siglo XXI para abordar temas de su tiempo de manera implacable y que van desde la corrupción a la gentrificación o al cambio climático. Deslumbró con ello en largometrajes como Que Dios nos perdone, El reino y en la genial As bestas, pero también en series que ya demostraron su poderío en cualquier campo como Antidisturbios, junto a Patria o la inclasificable La mesías, para mí, lo mejor que se ha hecho en España. Ahora lleva su receta a Los años nuevos.

Un momento de 'Los años nuevos'.
Un momento de ‘Los años nuevos’.Manolo Pavón

En ella parte de los planteamientos de una comedia romántica urbana clásica para hacernos desembocar en Bergman, revitalizando los lazos que ya exploró Woody Allen, pero sin temer hacer parada en otros hitos televisivos, como Urgencias. Como todo gran creador vampiro, cualquier buena referencia sirve a Sorogoyen para hacerla propia y en Los años nuevos encontramos también huellas clásicas que van de Azcona y Berlanga a otras más modernas, como el tratamiento del tiempo en Richard Linklater.

Con todo ello, la nueva obra del cineasta resulta otro esfuerzo colectivo donde esta vez se ha desligado de Isabel Peña para unirse en creación conjunta con Paula Fabra y Sara Cano. A los tres se han sumado como guionistas, además, Antonio Rojano y María Rodríguez Colás o los directores Sandra Romero y David Martín de los Santos.

Todos a una han logrado un verdadero culmen de la impronta que los dirige e inspira para abordar en ella la belleza, el entusiasmo y la tristeza de la vida en contraposición a la visita al infierno de la condición humana que nos mostraron el director y Peña de manera salvaje en As bestas. En esta y en todas las demás, Sorogoyen sacó de los intérpretes sus mejores dotes y les condujo hacia lugares que probablemente ellos mismos no sospechaban poder alcanzar. Con Los años nuevos ocurre lo mismo, sobre todo por parte de sus dos protagonistas: Iria del Río y Francesco Carril. Ambos despliegan una química, una destreza y un compromiso con sus trabajos que les ha llevado a una nueva dimensión en sus carreras.

Parejas y miserias

A través suyo emprendemos un viaje por las imprevistas esquinas del amor y la derrota del desamor en 10 capítulos que cuentan años sucesivos entre el 31 de diciembre y el 1 de enero. Nocheviejas de certezas en penumbra y amaneceres con dudas e ilusiones descarriladas. Los años nuevos cuenta una aventura por los recovecos nobles y miserables de la pareja, por la fe y la desconfianza, el miedo, el autoconocimiento a través del otro y la entrega. Por la familia unida, la prole rota, las amistades cómplices y casuales surgidas del fortuito desamparo o la exploración del frío sin abrigos.

Iria del Río, en 'Los años nuevos'.
Iria del Río, en ‘Los años nuevos’.Manolo Pavón

Es un canto a la vida con esperanzas sin matices, pero plagado también de ciénagas en las que se ahoga sin remedio la desilusión. Una invitación a la empatía y al entendimiento basado en el vínculo humano, sin coartadas de intereses ajenos por medio, con miserias y victorias en la lucha cotidiana en busca de la felicidad. Un mapa de la especie y sus circunstancias contemporáneas, de sus aspiraciones y sus convicciones en mitad de la tormenta, la búsqueda de una verdad sensible y sincera a través de un universo cercado por la mentira.

Todo ello filmado y expuesto con la crudeza de un lenguaje abierto, comprensible en todas sus paradojas, descarnado, atrevido, común. Logrado con plena autenticidad gracias a un estilo que lo hace extraordinariamente creíble, nada impostado, radicalmente expuesto en su dimensión verbal y gestual… Con tal contundencia de riqueza y matices que arrastra y convence en cada plano, en cada secuencia, hasta el punto de hacernos constatar que, en el mundo audiovisual español y europeo, ante Sorogoyen y sus cómplices, por su tratamiento de los guiones, la ejecución de estos en imágenes y la contundencia interpretativa que alcanzan sus actores, pocos superan hoy en día sus cotas. Ya nada, en ese campo, después de su huella, será igual.



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