A finales de junio, cuando el seleccionador Scariolo dio la lista para el preolímpico, Joel Parra (Barcelona; 24 años) se llevó un mazazo tremendo. No iría con España, ese equipo que incluso abanderó como capitán unos meses antes. “Vamos con el grupo de jugadores que en estas semanas nos ha transmitido las mejores sensaciones de poder aportar algo diferente e importante al equipo. Volverá si es capaz de independizar su presencia en los entrenamientos de la selección respecto de lo que igual no ha ido como hubiera deseado en la temporada con su club”, resolvió Scariolo de cara a la galería. Aunque entre ellos, en privado, el mensaje fue otro: debía bajar kilos. El disgusto, sin embargo, no hundió a Parra. Más bien le hizo reaccionar. Aunque pronto tendría más motivos.
Resulta que cuando el Barça fichó a Joan Peñarroya como relevo de Grimau en el banquillo, el técnico llamó a todos los jugadores antes de la pretemporada y de forma individualizada para explicarles cómo quería jugar y lo que pretendía de ellos. Con Parra fue diáfano. “Si te pones en forma, te podremos utilizar más”, le vino a aconsejar. Una cantinela ya escuchada y mensaje recibido porque el alero, a pesar de que fuera verano, se centró en la nutrición y en la preparación física. Contrató a un chef, que trabaja en consonancia con la nutricionista del club, hizo dieta y redobló las sesiones físicas. “Cuando llegó al club en pretemporada, todos nos quedamos parados del cambio que había hecho. ‘Joder con Joel’, nos dijimos”, revelan del vestuario. Por entonces, había bajado 12 kilos. Ahora ya son 15.
“Es que se lo toma muy a rajatabla”, señalan desde el camerino; “a los partidos se lleva su tupper con fresas, piñas, dátiles… Antioxidantes y, de paso, saca los azúcares de manera natural”. Así, come algo antes de los encuentros e incluso en el entreacto. Y su esfuerzo se ha visto recompensado con minutos y resultados. Sobre todo en la ACB. “Roger no le dio muchas ocasiones porque Kalinic era casi intocable. Él no protestó con ese papel de secundario. Pero con Joan sí que está cogiendo más minutos y más galones, y juega incluso lesionado”, remarcan desde los pasillos del Palau. Se refieren al envite ante el Lleida, cuando se hizo un esguince en el tobillo tras una entrada a canasta y terminó el encuentro para firmar 16 puntos. “Ha ganado mucho en seguridad y confianza. El año pasado no se atrevía a tirar en según qué ocasiones y ahora no duda. Pero es un chico que piensa en el equipo y no en el lucimiento personal”, señalan desde los pasillos del Palau.
Los números son claros: el año pasado disputaba 17.32 minutos por duelo, hacía 6,4 puntos de media y su valoración fue de 7,4. En este, juega 20.19 minutos -es el cuarto que más, solo por detrás de Punter (20.53), Parker (23.48) y Satoransky (21.01)-, alcanza 9,3 puntos y su valoración ha subido a 11,7, con la curiosidad de que todavía no ha fallado un tiro libre y realiza casi dos por choque. En la Euroliga, sin embargo, los guarismos son muy parecidos al año anterior. “Y eso que las bajas del equipo no le han ayudado porque ha tenido que jugar de 4, porque tiene cuerpo, cuando es un 3″, apuntan del club.
El cambio físico de Parra, en cualquier caso, no es en lo único que se ha aplicado el jugador durante su carrera. De niño, por su corpulencia y muñeca, sobresalía sin apenas esfuerzo y se centraba en meter puntos y más puntos. Con el paso de los años, sin embargo, se dio cuenta de que se tenía que aplicar en defensa. “Entendí que eso me daba más minutos en la pista”, explicaba el jugador a este diario en su último curso en el Joventut. También varió su forma de tirar, pues desde que tenía uso de razón ejecutaba los lanzamientos con la derecha. Al verlo en las inferiores del Joventut, le pidieron que lo hiciera con la izquierda, ya que es zurdo. Tras mucho trabajo y, copiando a su manera al exazulgrana Pete Mickeal –uno de sus ídolos-, naturalizó el tiro. “Es muy profesional y muy serio en su trabajo”, le elogian desde el club; “pero en el vestuario es muy de la broma, aunque algunos ya nos hemos cansado de que siempre ponga regetón en el vestuario”.
Ha hecho migas con Juan Núñez –incluso le dejó vivir en su casa de cerca del Palau cuando éste todavía no tenía su residencia– y se lleva de maravilla con los jugadores nacionales, al punto de que no es raro verle jugando a la pocha en los viajes con Hernangómez, Abrines, Núñez, Brizuela y el sorprendente Justin Anderson. “Pero se lleva con todos porque es un tío que se hace querer”, apuntan desde el camerino. Eso pretende también con Peñarroya y Scariolo, que todavía no le ha vuelto a llamar con España. No será por su orgullo y tesón, tampoco por peso.