“Soy como Chardonnay, mejoro con el tiempo”, dice Lizzo (Michigan, Estados Unidos, 36 años) en una de las estrofas de Juice, la canción por la que se hizo mundialmente famosa, la primera de su repertorio en colarse en el top 100 de Billboard. La lanzó en 2019 y parecía que la letra le daba la razón. La vida de Melissa Viviane Jefferson ―su verdadero nombre― mejoró considerablemente a partir de entonces. Lanzó un nuevo álbum ―el tercero, pero el primero con repercusión―, actuó en Coachella, su música empezó a usarse en películas, en retos de TikTok, lideraba los listados musicales y le llovían los premios. En 2020 fue la artista que optaba a más Grammy, con ocho nominaciones, y un año antes la revista Time la nombró artista del año. La portada, en blanco y negro, mostraba una Lizzo poderosa, serena, con los brazos en cruz como si fuera una diosa. La joven que tuvo que dejar la universidad tras la muerte de su padre y la fuerte crisis económica se había convertido en una estrella, con su propio reality show ―Lizzo’s Watch Out for the Big Grrrls, ganador de tres Emmy en 2022―, una marca de ropa moldeadora ―Yitti― y giras mundiales, a la vez que era considerada un referente de diversidad. Pero como el Chardonnay, que si no se conserva bien se estropea, el brillante futuro de Lizzo se apagó.
En agosto de 2023, tres exbailarinas de su gira presentaron una demanda contra la cantante y su capitana del equipo de baile, Shirlene Quigley, en el Tribunal Superior de Los Ángeles. Las acusaban de acoso sexual, discriminación religiosa, racismo, discriminación por discapacidad, agresión, creación de un ambiente de trabajo tóxico y humillación corporal. Después de haberse posicionado públicamente en infinidad de veces a favor de la diversidad de cuerpos, la credibilidad de Lizzo se desplomó cuando estas bailarinas aseguraron que había proferido comentarios hirientes sobre el aumento de peso de una de ellas, entre muchas otras críticas a su actitud déspota. De repente, Lizzo era una traidora a su propia causa. “No hay nada que me tome más en serio que el respeto que merecemos como mujeres en el mundo. Sé lo que se siente cuando te avergüenzan por tu cuerpo a diario y absolutamente nunca criticaría o despediría a un empleado por su peso”, se defendió después de que se cancelara un festival de música en el que era cabeza de cartel en un largo comunicado que publicó en su perfil de Instagram, donde acumula 11,7 millones de seguidores ―ha perdido casi dos millones tras la demanda―. “Estoy dolida, pero no dejaré que el buen trabajo que he hecho en el mundo se vea eclipsado por esto”, aseguraba la artista.
La cantante intentó explicar la demanda de las bailarinas como un berrinche injustificado tras su despido, pero esta estrategia se fue al garete cuando más personas alzaron la voz en su contra. Una fue la directora de cine Sophia Nahli Allison, que en 2019 viajó durante dos semanas con ella para grabar su documental, pero acabó abandonando el proyecto, según contó en Instagram. “Me trató con total falta de respeto. Fui testigo de lo arrogante, egocéntrica y desagradable que es. No estaba protegida y me metieron en una situación de mierda. Mi instinto me dijo que huyera tan rápido como pudiera y estoy agradecida de haber confiado en el”, compartió la cineasta. En septiembre de 2023, la estilista Asha Daniels presentó una segunda demanda contra Lizzo alegando nuevos comportamientos inapropiados entre bastidores, incluidos acoso sexual y racial, discriminación por discapacidad, agresión, consumo de drogas y despido ilegal como represalia. A pesar de todas las polémicas, no fue hasta agosto de 2024 cuando anunció a sus seguidores ―con un vídeo en bañador respirando el aire fresco de Bali― que se estaba tomando un año sabático para proteger su paz.
Pero el año sabático duró como mucho dos meses. A mediados de octubre, la cantante de Cuz I Love You o Truth Hurts participó muy sonriente en la Cumbre de las mujeres más poderosas de Fortune 2024, en California, y actuó como si esa publicación y su deseo de descanso nunca hubieran existido. Como si nunca la hubiesen cancelado. “¿Un año sabático?”, se hizo la sorprendida cuando la directora editorial de la revista le preguntó por ello. “Yo solo he estado trabajando, trabajando, trabajando. Puede que no me hayas visto, pero he estado trabajando”, confirmó mientras evitaba hablar sobre el verdadero elefante en la habitación: las demandas. “Este no es el espacio”, cortó el asunto.
Pero, ¿en qué está trabajando Lizzo? ¿En su música? ¿En su marca de ropa? ¿En lavar su imagen? Esto último es, sin duda, lo más urgente. En los 14 meses que han transcurrido desde que se presentó la primera denuncia, la de Michigan, ha perdido casi 13,5 millones de oyentes mensuales en Spotify, lo que implica un descenso del 55%, según datos de la plataforma Chartmetric. Su número de seguidores en TikTok ha disminuido en casi 1,2 millones, que se suman a los 1,9 que ha perdido en Instagram. En octubre, las consultas de Google relacionadas con ella que más aumentaban eran: “¿Está viva Lizzo?”, o “¿Dónde está Lizzo?”. Ahora se suma otra: “Lizzo delgada”. Esta búsqueda ha empezado a crecer a raíz de las múltiples publicaciones que comparte últimamente en redes sociales, en las que muestra orgullosa su considerable pérdida de peso, su nueva dieta vegana y sus agotadoras jornadas en el gimnasio.
Esto también parece estar decepcionando a sus fans, para quienes el hecho de que una persona conocida por aceptar su cuerpo se esté esforzando tanto por cambiarlo es pura hipocresía. Tampoco tardaron en llegar los comentarios en los que la acusan de tomar Ozempic, algo que ella se toma con humor y hasta orgullo ―el pasado Halloween se disfrazó de cajetilla de este medicamento―. “¿Ozempic o cocaína?”, pregunta sarcástica en una publicación de septiembre, junto a una foto guiñando el ojo y poniendo morritos, en respuesta a un comentario anterior de un usuario que proponía el fármaco o la droga como los únicos posibles causantes de su bajada de peso. “Cuando finalmente te acusan de usar Ozempic después de cinco meses de entrenamiento con pesas y déficit calórico, es como una recompensa”, añadía la cantante en un breve vídeo incluido en la misma publicación.
Hace más de un año que Lizzo no se sube a un escenario para cantar, pero sí se está dejando ver en diferentes eventos públicos con una imagen renovada que huye del histrionismo y la indiscreción que la caracterizaban. Ahora se muestra sobria, natural e incluso formal. En redes sociales expone constantemente su cara lavada y su verdadero pelo, escondiéndose cada vez menos bajo maquillaje y pelucas. En los actos a los que acude también proyecta pureza, como en un acto de campaña de apoyo a Kamala Harris en octubre, en el que acompañó a la candidata demócrata a las elecciones estadounidenses con un elegante traje blanco y un crucifijo al cuello. “Los estadounidenses ya están listos para tener a su primera presidenta, una mujer que ha dedicado toda su carrera al servicio público”, defendió la cantante un mes antes de que los resultados electorales le dieran el triunfo a Donald Trump.
A principios de diciembre, Lizzo logró una pequeña victoria en su causa abierta contra Asha Daniels. El juez desestimó varias acusaciones realizadas por la estilista porque había trabajado para ella en Europa en vez de en Estados Unidos. También se retiró la reclamación de la demandante sobre haber realizado horas extra que nunca se le pagaron, ya que no había ninguna evidencia al respecto. “Ella no va a dejar de luchar hasta que cada una de estas ridículas calumnias sea desestimada”, dijo una fuente cercana a la cantante a The New York Post. De momento ha logrado, por lo menos, que empiece a haber titulares que hablan de que “Lizzo ha ganado una batalla legal”. Pero todavía quedan muchas. “Seamos claros, no hice nada malo”, consideraba ella en una entrevista para el podcast Baby, This Is Keke Palmer, emitida el pasado 19 de diciembre. “La gente ahora creerá cualquier cosa mala sobre mí porque hay algo en ser una persona famosa que hace que la gente quiera creer que eres una mala persona, y no pueden creer que en realidad seas aburrida, tranquila y agradable”, añadió. Aun así, ha confirmado que está preparando un nuevo álbum y que se trata de “la mejor música” de su vida. “Esto es más que música para mí… esta es mi alma derramada y desnuda al mundo”, anticipa en una publicación en la que pide paciencia a los fans hasta que termine este nuevo proyecto.
Hace un año Lizzo “estaba rota”, según recordaba ella misma en un reciente selfi de Instagram en el que posaba sudorosa después de un entrenamiento: “Tan rota y oscura que no podría haber imaginado sentirme como me siento ahora”. Porque ahora, según ella, se siente bien. Ha dado por finalizado su purgatorio particular y empieza a actuar como si el resto del mundo también la hubiese perdonado, convenciéndose a sí misma y a los demás de que es así. “Este es un mensaje para cualquiera que esté pasando por esto: no permitas que la oscuridad se convierta en ti. Porque todo lo que se hace en la oscuridad siempre vuelve a la luz”, advertía hace tres meses, confiando en su regreso. Eso siempre que lo que salga a la luz no sean nuevas denuncias de abusos contra ella.