Después de dos años y nueve meses de negociación entre España y Marruecos y tres pruebas piloto, las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla han empezado a operar este miércoles con trabas burocráticas y problemas de coordinación. Un camión cargado con productos de higiene personal ha cruzado hacia las 15.00 la frontera de El Tarajal, en Ceuta; mientras que un furgoneta ha llegado a primera hora de la mañana al paso de Beni Enza, en ambos casos en dirección a Marruecos. El segundo, sin embargo, ha tenido que darse la vuelta y traspasar su carga a un camión. El Ministerio de Asuntos Exteriores, que ha estado en contacto durante toda la jornada con las delegadas del Gobierno en ambas ciudades, Cristina Pérez y Sabrina Moh, mantiene la cautela y no había informado a última hora de la tarde de la apertura de las dos aduanas comerciales, a la espera de que Marruecos confirmase la aceptación de la carga en los centros de control establecidos; uno en la zona de actividad económica de Fnideq, antigua Castillejos, para Ceuta; y otro en el puerto de Beni Enzar, para Melilla.
La apertura de una aduana en Ceuta —que nunca ha existido— y la reapertura de la de Melilla —cerrada unilateralmente y sin previo aviso por Rabat en agosto de 2018— estaba pendiente desde desde el 7 de abril de 2022, cuando ambos gobiernos sellaron su reconciliación e incluyeron la apertura de las aduanas en la hoja de ruta de sus futuras relaciones. Fue la principal contrapartida obtenida por el Gobierno de Pedro Sánchez tras abandonar la tradicional neutralidad española y pasar a apoyar el plan marroquí de autonomía para el Sáhara.
A pesar de se trata de la primera exportación de productos por vía terrestre al país vecino desde hace casi seis años y medio, la medida ha causado una fuerte polémica en Melilla, ya que el nuevo régimen aduanero solo permite inicialmente el paso de un camión diario con una lista de productos tasados, mientras que la aduana que funcionaba hasta 2018 no tenía restricciones. El Ejecutivo de la ciudad, en manos del PP, ha advertido de que no dará “su beneplácito” a la medida ”si no se produce en pie de igualdad” con cualquier otro territorio español “como ciudad española y europea”; al tiempo que se ha quejado de la falta de información por parte del Ministerio de Exteriores. La delegada del Gobierno ha llamado a la calma y ha calificado de “incendiarias” las declaraciones del presidente melillense, Juan José Imbroda. Más cauto se ha mostrado el Ejecutivo ceutí, también en manos del PP, que no ha querido pronunciarse hasta tener toda la información y ha advertido de que la aduana “no es la solución del futuro económico de Ceuta”.
El acuerdo, a cuyas líneas maestras ha tenido acceso EL PAÍS, contempla que en una primera fase solo circule un camión diario por cada puesto aduanero en cada sentido. Serán camiones no articulados (sin remolque) y no se aceptarán furgones ni contenedores. Las aduanas abrirán de 10.00 a 16.00 horas y cerrarán los días festivos en cualquiera de los dos países.
El acuerdo incluye la lista de productos que se intercambiarán a través de las dos aduanas comerciales. España importará de Marruecos productos frescos, como frutas, legumbres y pescados, además de áridos; mientras que exportará productos de higiene y limpieza, electrodomésticos y electrónica. No está claro en qué términos quedará el régimen de viajeros, ya que las autoridades marroquíes no permiten ahora que quienes cruzan la frontera lleven consigo nada adquirido en el otro lado.
El pasado día 2, tras conocerse que la Delegación del Gobierno en Melilla había contactado con varios empresarios para preparar los primeros envíos, el presidente de la ciudad autónoma, el popular Juan José Imbroda, se pronunció en contra del acuerdo, alegando que “el comercio local no se beneficiaría en nada y Melilla perdería soberanía, ya que las medidas se considerarían propias de una región más de Marruecos”. Imborda aseguró que, mientras Marruecos podría vender los productos que quisieran a Melilla, “los comerciantes melillenses no podrían vender productos importados, solamente los que se fabrican en Melilla; es decir, ninguno”. Fuentes conocedoras de la negociación niegan este extremo y aseguran que, aunque la parte marroquí lo planteó en su momento, la española lo rechazó de plano.
Posteriormente, Imbroda ha insistido en que la aduana debe abrirse “al 100 por 100″, tal como funcionaba antes de 2018, ya que un camión al día en cada dirección “no supone libre comercio”. También el Colegio de Agentes de Aduanas y Representantes Aduaneros de Melilla ha pedido “la plena normalización de los intercambios comerciales, con absoluta libertad comercial en la aduana, así como exigir el régimen de viajeros en ambos sentidos”.
El acuerdo tiene una trascendencia política que va mucho más allá de lo puramente comercial. La regularización del tránsito de mercancías con Ceuta y Melilla no solo supone dejar atrás las dramáticas escenas de las colas de porteadoras en la frontera ―que en más de una ocasión derivaron en accidentes mortales―, sino que se ha interpretado como un reconocimiento implícito de la españolidad de ambas ciudades, a las que en Marruecos aún se califica como “presidios ocupados”.
A los recelos políticos generados por el hecho de que Rabat no reconozca la soberanía española de ambas se suma el temor marroquí a que las aduanas terrestres hagan la competencia a los puertos vecinos de Tánger Med, uno de los que registra mayor tráfico de contenedores del mundo, y Beni Enzar-Nador, que se está ampliando con financiación de la UE y Francia.
Según el acuerdo, solo podrán comerciar las empresas activas en los sectores correspondientes a los productos exportados. El paso de las mercancías estará sujeto a una notificación previa que incluirá los datos del conductor y del vehículo. Las tasas aduaneras dependerán del origen del producto. Los cargamentos de productos frescos deberán ser homogéneos (no se pueden mezclar productos diferentes en un solo envío) y estar preenvasados por establecimientos autorizados por la autoridad sanitaria marroquí.
Fuentes conocedoras de las negociaciones explican que el acuerdo se alcanzó en el último trimestre del año pasado y desde entonces se han estado ultimando los detalles técnicos de su ejecución, que inicialmente estaba prevista para el 2 de enero de 2025. Durante estos dos años y ocho meses se han sucedido tres pruebas piloto (la última, en mayo de 2023), multitud de reuniones técnicas y un intenso intercambio de cartas, aunque nunca se cumplieron los plazos previstos por las autoridades españolas y los avances se encallaron en varias ocasiones.
En diciembre de 2023, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, aseguró, durante una rueda de prensa conjunta en Rabat con su homólogo marroquí, Naser Burita, que ya no hacía falta realizar “más pruebas piloto” y que por parte española ya estaba todo listo. Aún así, ha habido que esperar más de un año desde entonces.
Rabat ha rebajado siempre las expectativas de Madrid, hasta el punto en el que el director de aduanas marroquí, Abdelatif Amrani, llegó a calificar de “prematuro” el calendario propuesto por España, según una carta del 14 de febrero de 2023 a la que ha tenido acceso EL PAÍS. La misiva, enviada tras la segunda prueba piloto, reiteraba el compromiso marroquí de abrirlas, pero pedía que se pospusiera la tercera prueba piloto prevista para el día siguiente hasta que se solucionasen “cuestiones técnicas”.
Diplomacia “discreta”
Las pegas de Rabat no se traslucían en las declaraciones públicas de las autoridades españolas. Apenas 13 días después de aquella carta que suponía un frenazo en los planes españoles, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, se refería en el Congreso al “resultado de un trabajo diplomático discreto, paciente, no acorde con los tiempos de Twitter”. El ministro también ha mantenido durante este tiempo que se estaba siguiendo la hoja de ruta acordada entre los dos países, pero que no haría público los plazos con los que se trabajaba por “cuestiones de seguridad”. En mayo de 2023, EL PAÍS publicó ese calendario, que no se estaba cumpliendo.
La negociación, marcada por algunos largos silencios, no ha sido fácil y los propios interlocutores españoles han llegado a dudar de que lograrían algún día su objetivo. Transmitían la desconfianza de que Marruecos tuviese verdadero interés en cumplir con su parte del trato. Fuentes marroquíes, sin embargo, puntualizan a EL PAÍS que este ha sido un proceso complejo que no solo ha requerido el ajuste de cuestiones técnicas, sino de cambios en la legislación.