La comunicación forma parte de la vida desde el útero materno. Nos comunicamos con nuestros hijos, aunque aún no exista el lenguaje oral, y gracias a ello podemos relacionarnos y vincularnos. Más adelante llegan la oralidad, la lectoescritura y un abanico de habilidades comunicativas que, a menudo, pasan desapercibidas. Así lo explica Lara Fernández Peña (Ávila, 40 años), maestra de Educación Infantil y periodista, quien se ha propuesto resaltar su importancia y darles el protagonismo que merecen. Acaba de publicar Enséñame a comunicar (Editorial Sar Alejandría, 2024), su primer libro con información y más de 80 actividades para acompañar a nuestros hijos e hijas en el desarrollo de las habilidades comunicativas.
Porque, según la experta, no solo hay una estrecha relación entre el desarrollo emocional de los niños y su habilidad para comunicarse, sino que esta capacidad es fundamental en todas las áreas curriculares y en las relaciones que se establecen con los demás a lo largo de la vida. Por eso el papel de padres y maestros como guías y modelos es esencial, según la divulgadora. “El aprendizaje sucede en la infancia, fundamentalmente mediante la imitación y el ejemplo”, dice.
PREGUNTA. ¿Influye la habilidad de comunicar en el desarrollo emocional de los niños durante la infancia?
RESPUESTA. Por supuesto. La habilidad de comunicar es esencial para que los más pequeños puedan nombrar, comprender y expresar sus sentimientos. Y esto irremediablemente impacta positivamente en su bienestar emocional. Va a determinar la forma en la que los niños perciben el mundo y se relacionan con los demás. Porque, además, el lenguaje nos permite conectarnos con los demás de manera profunda y va a fortalecer los vínculos emocionales.
P. La adquisición del lenguaje oral es uno de los hitos que se alcanzan en Educación Infantil, pero antes el bebé ya se comunica. ¿Por qué diría que es importante prestar atención a la comunicación no verbal en la crianza?
R. Piensa que al principio nuestros hijos solo se comunican a través del llanto y de la sonrisa, pero ya son capaces de interpretar nuestro tono y nuestro lenguaje corporal. Y de imitarlo, porque el aprendizaje sucede en la infancia fundamentalmente mediante la imitación y el ejemplo. Si a eso le sumamos que la comunicación no verbal representa más del 90% de una interacción comunicativa, ya tenemos el cóctel perfecto para prestar atención a esa comunicación no verbal con nuestros hijos y para pensar que en la crianza importa (y cala) mucho más lo que hacemos que lo que decimos.
P. Y no siempre hay coherencia entre lo que se hace y lo que se dice.
R. A veces los mensajes son contradictorios. Si fruncimos el ceño mientras les expresamos que todo está bien, ellos van a sentirse confundidos. O si les decimos que no le quiten los juguetes a otro niño, pero al mismo tiempo se lo estamos quitando nosotros. También les puede ayudar mucho dar muestras de cariño. Pensemos qué recordamos más nosotros de nuestros padres y de nuestros maestros: ¿cómo nos trataban o lo que nos decían que teníamos que hacer?
P. ¿Qué puede ayudar a los padres y maestros a interpretar y responder mejor a estas formas de comunicación no verbal?
R. Hay muchas cosas que podemos hacer para conectar emocionalmente con nuestros hijos o alumnos. Pongámonos a su altura, mirémoslos a los ojos, escuchémoslos activamente y sin juzgar, mostremos interés genuino por lo que nos cuentan, aunque no nos guste lo que nos estén diciendo y cuidemos nuestras expresiones faciales porque constantemente estamos enviando mensajes.
P. Cuenta que la casa y la escuela son lugares idóneos para sembrar las primeras semillas de la comunicación. ¿Cómo influyen las actividades cotidianas en el desarrollo del lenguaje y la expresión oral en la infancia?
R. Influyen muchísimo. Estamos aprendiendo todo el tiempo y en realidad no se necesitan grandes materiales o recursos para hacerlo. Desde leer cuentos hasta las rutinas, pasando por el juego simbólico, los viajes en coche o los paseos al aire libre. Todo nos puede servir para adquirir vocabulario, expresión oral, expresión escrita… en definitiva, a comunicarnos. Y cuando además hablamos de niños, que aprenden significativamente a través de lo experiencial, lo manipulativo y lo sensorial, la motivación es mucho mayor.
P. ¿Por qué es esencial para el posterior paso a la lectoescritura haber adquirido el lenguaje oral?
R. A veces cometemos un error al priorizar más la lectoescritura y prestar poca atención a la expresión oral, cuando dedicamos el 75% de nuestro tiempo a comunicarnos por esta vía. La evidencia científica nos dice que unos de los instrumentos que da significado al lenguaje escrito es la interacción oral, que permite al niño construir y comprender el mundo que le rodea. Es la primera habilidad que adquirimos. Y una cosa que no mucha gente sabe es que la correcta adquisición del lenguaje, tanto escrito como oral, es el que va a determinar la relación que tengamos después con el resto de las áreas curriculares. Es decir, que un aprendizaje no adecuado del lenguaje nos puede llevar a tener problemas en otros aprendizajes posteriores.
P. En el libro ofrece información, pero también propone 80 actividades para descubrir la comunicación con nuestros hijos e hijas. ¿Qué importancia tiene el juego simbólico en el desarrollo de habilidades comunicativas?
R. Es vital para desarrollar la imaginación y para crear representaciones mentales del mundo. Al compartir ese juego, los niños socializan y se comunican, resuelven conflictos, expresan emociones, interactúan, imitan a los adultos y aprenden nuevas palabras. Así adquieren vocabulario y mejoran sus habilidades comunicativas al escuchar, respetar turnos, contar historias y expresar pensamientos. Pero es que también van a desarrollar la comunicación no verbal, y esto es, si cabe, aún más importante en el desarrollo de nuestros hijos.
P. También insiste en la importancia de ser buenos oyentes, de saber escuchar a los demás. ¿Escuchamos a nuestros hijos e hijas?
R. Si no escuchamos primero nosotros de manera activa a nuestros hijos, no podemos pretender que ellos lo hagan. Y escuchar activamente no es interrumpir, ni juzgar, ni echar sermones, ni completar frases, ni oír, simplemente. La escucha activa es mostrar interés genuino sin distracciones, validar, prestando atención completa y haciendo preguntas abiertas y no condicionadas. Y esto hay que modelarlo porque los padres, madres y maestros somos el reflejo y los verdaderos influencers de nuestros hijos y alumnos.
P. ¿Cómo influyen el entorno digital y las pantallas en la manera en que los niños aprenden a comunicar hoy en día?
R. La ciencia nos dice que el uso excesivo de pantallas es un factor de riesgo para el desarrollo del lenguaje, no solo porque reduce la interacción entre las personas, afectando a las habilidades de expresión oral, sino porque afecta al desarrollo de las funciones ejecutivas del cerebro, a la neuroplasticidad y al desarrollo cognitivo. Pero es que también inciden sobre nuestra capacidad de atención, de concentración, de manejo de la frustración y las emociones, del control de impulsos, de valores como la empatía… y todas estas habilidades son básicas en la interacción comunicativa, que es la base del lenguaje. Si las oportunidades de aprendizaje de estas herramientas se reducen, es lógico pensar que también lo hace la capacidad de comunicarnos. Y al final nos encontramos con retrasos en el lenguaje, dificultades de comprensión, nula resolución de conflictos… Este tema es un gran melón.