El presidente de Austria, el progresista Alexander Van der Bellen, ha decidido encargar la formación de un nuevo Gobierno al líder del Partido de la Libertad (FPÖ), Herbert Kickl, ganador de las pasadas elecciones. El mandatario ha afirmado en una comparecencia que el dirigente se ha declarado preparado para asumir la tarea, al tiempo que ha destacado que los conservadores del ÖVP han dicho estar dispuestos a unas negociaciones, lo que permitiría la formación de un Ejecutivo con mayoría en el Parlamento. Se abre así la puerta a que por primera vez en democracia un dirigente de la ultraderecha asuma la jefatura del Gobierno de Austria.
Tras la ruptura, el sábado, de las negociaciones para formar un Gobierno que dejara fuera a los ultras, ganadores de las elecciones del 29 de septiembre con un 28,8% de los votos ―su primera victoria en unas legislativas―, Van der Bellen llamó a Herbert Kickl y le invitó a una “conversación” este lunes. El mandatario no explicitó que fuera a encargarle la formación del nuevo Gobierno, como finalmente ha hecho. Frente a la tradición de dar ese mandato al vencedor de los comicios, Van der Bellen dejó en un primer momento la tarea en manos del entonces líder conservador, Karl Nehammer, con el argumento de que todos los partidos habían expresado que no querían entrar en una coalición con el FPÖ de Kickl.
Pero el escenario político austriaco ha dado un vuelco en apenas unos días. Los democristianos (ÖVP) llevaban desde noviembre en negociaciones con los socialdemócratas (SPÖ) y los liberales (Neos) para intentar pactar un Gobierno tripartito que dejara fuera a la ultraderecha. La pretensión de crear un cordón sanitario a nivel federal ―que no había existido antes, y menos en los ejecutivos regionales, ya que en varias gobiernan juntos ÖVP y FPÖ― ha fracasado estrepitosamente. El pasado viernes, la jefa de Neos, Beate Meinl-Reisinger, abandonó las conversaciones con el argumento de que los otros dos partidos no estaban dispuestos a dar los pasos necesarios para un paquete de reformas que frene el gran déficit presupuestario de Austria, que alcanza el 3,7% del producto interior bruto y que pone al próximo Gobierno ante el reto de ahorrar entre 18.000 y 24.000 millones de euros, según cálculos de la Comisión Europea.
Acusaciones cruzadas
La posterior reunión solo a dos, entre conservadores y socialdemócratas, apenas duró unas horas el sábado. El ÖVP se levantó de la mesa y certificó el fin de las negociaciones, lo que ambas formaciones han achacado a la intransigencia del otro. Ya partían de posiciones muy alejadas en materia económica y fiscal.
Karl Nehammer, canciller en funciones y ya exlíder del ÖVP, que prometió en la campaña electoral que no acordaría un Ejecutivo con Kickl, no vio otra salida que apartarse, y el propio sábado anunció la renuncia a sus cargos. En su partido siempre ha habido partidarios de una negociación con los ultras, con los que ya han gobernado en un Ejecutivo nacional y con los que coinciden en planteamientos económicos y comparten una política migratoria dura.
Apenas unas horas después de su dimisión, que se formalizará en el Gobierno en los próximos días, el partido democristiano dio un giro el domingo en la dirección opuesta y anunció estar abierto a conversaciones con los ultras si estos les invitan a ello.
El nuevo jefe del ÖVP, Christian Stocker, partía así de que Kickl sería el encargado de formar Gobierno, lo que deja al antaño gran partido tradicional austriaco en la posición de socio bajo la dirección de los ultras. Stocker admitió que hasta este momento había sido muy duro con Kickl, al que llegó a calificar, como Nehammer, de peligro para la democracia y para la seguridad de Austria, pero alegó sin pestañear que la situación ha cambiado y se brindó a negociar para garantizar una mayoría sólida en el Parlamento.
La otra salida al bloqueo implicaría elecciones adelantadas con malas expectativas para el ÖVP, que ha seguido bajando en las encuestas tras los comicios de septiembre y se ha visto adelantado de nuevo por los ultras en las regionales de Estiria (sur del país) en noviembre, donde ya ha aceptado gobernar con ellos.
Varios centenares de personas, según los medios austriacos, se han congregado este lunes en torno al edificio de la Cancillería para protestar ante la perspectiva de un jefe de Gobierno ultra. A la convocatoria lanzada por una organización de estudiantes judíos se han sumado representantes de varias ONG y organizaciones civiles. Para el jueves está anunciada una manifestación con el mismo propósito, mostrar el rechazo a que por primera vez en democracia el partido ultra asuma la jefatura del Ejecutivo.
La perspectiva de un canciller de la ultraderecha pone en un brete al progresista Van der Bellen. La toma del juramento como canciller es una potestad del presidente de Austria, que también puede vetar el nombramiento de ministros. Van der Bellen, exlíder de Los Verdes y que se presentó al cargo como independiente y ganó la elección precisamente contra un candidato ultra, Norbert Hofer, ha dejado entrever en varias ocasiones su rechazo a los planteamientos del FPÖ.
El año pasado, cuando asumió su segundo mandato, afirmó en una entrevista que no le gustaría favorecer a un partido “antieuropeo y que no condena la guerra de Rusia en Ucrania”. Era una referencia directa a Kickl, si bien no dijo claramente qué haría en caso de que este ganara unas elecciones y tuviera la opción de ser canciller. El líder del FPÖ replicó con desdén que Van der Bellen es una “momia”, está “senil” y “comatoso”.