La sanción de los Dominican Don’t Play a una menor de 13 años: dejar la banda o ser violada por el líder | Noticias de Madrid



Tres hombres adultos cercanos a los 25 años quedan con una niña de apenas 13 en un banco de Torrejón de Ardoz (Madrid). Le van a notificar la sanción que han decidido aplicarle. Ellos son cabecillas de la banda juvenil Dominican Don’t Play (DDP) y ella, una menor a la que le hacen creer que forma parte de la organización, aunque en realidad es un mero objeto para ellos. Unos días antes, el máximo líder de la banda había dado unos besos en un trastero a la niña y ella había aducido que tenía prisa para detener esa situación. Algo que enfadó al jefe, apodado Chamaquito. Ahora, secundado por sus lugartenientes, le comunica a la menor su castigo por no satisfacer sus deseos. Le da a elegir entre tres opciones: mantener relaciones sexuales con él, ser expulsada de la banda o dejar a su novio.

Estos hechos sucedieron entre finales de 2020 y principios de 2021, cuando A. A. M., Chamaquito, lideraba el grupo de los DDP de Torrejón y aspiraba a ampliar su poder a otros municipios del Corredor del Henares. En ese momento, la Policía y la Guardia Civil consideraban a esta facción de la banda juvenil una de las más peligrosas. Movían droga, mandaban a sus soldados a machetear a los rivales y robaban todo tipo de objetos, especialmente bicicletas, para financiarse. Chamaquito se vanagloriaba de reclutar a sus seguidores a la salida de los colegios. En su haber constan detenciones por amenazas, malos tratos y robos con violencia.

La niña se cruzó en el camino de un hombre adulto que decidió que tenía que ser suya. “No puedes decirme que sí y luego que no, no puedes jugar así con los mayores, vas a tener una sanción”, le escribió por redes sociales a la menor de 13 años. La citaron en el banco, le dieron las opciones envenenadas y los cabecillas le dejaron unos días para sopesar su decisión. Chamaquito estaba acompañado de los números dos y tres de la organización. Se trata de P. P. S., hermano de Chamaquito y tesorero de los DDP, y J. A. O., al que llaman Capone y que ocupaba el cargo denominado Guerra, es decir, el que decide las acciones violentas de la banda y se encarga de la disciplina de sus miembros.

Tras el periodo establecido, la chica les comunicó que optaba por la de mantener relaciones sexuales con el jefe. La niña prefería sufrir esa agresión sexual antes de ser dada de lado por un grupo que ella sentía como su familia y también por “temor a las consecuencias de no aceptar el castigo”, según reflejó la sentencia que condenó después a los cabecillas. Fijaron el día y el lugar. La acompañó su novio, que se quedó en la calle. El chico aseguró que no sabía a qué iba su pareja allí ese día, pero, en su declaración en la Audiencia Provincial de Madrid, reconoció que la chica tenía la “cara descompuesta” al salir. Ella describiría después que entró a la estancia donde estaba el jefe y otro de los condenados y cuando se empezó a desnudar pidió que saliera este segundo, algo a lo que accedió.

Después de esto, la menor calló. Esa es otra de las normas de las bandas: el silencio como prueba de respeto y lealtad. Pero su madre pudo atravesar este muro infranqueable al leer una carta escrita por su hija y ella acabó confesándole lo sucedido y cómo el jefe le había planteado esas tres opciones. Fue esta mujer la que denunció y dio origen al desmantelamiento del coro, como llaman en el argot de las bandas a los grupúsculos en los que se organizan, de Torrejón de Ardoz.

El Grupo de Información de la Guardia Civil de Guadalajara y también la Policía Nacional tenían en su punto de mira a este grupo. “Mandaban en Torrejón, pero pretendían hacerse con todo el Corredor del Henares”, declaró un testigo en el juicio. Los tres acusados acumulaban líneas en su historial policial con detenciones por robos con violencia, tráfico de drogas, maltrato e incluso tentativas de homicidio.

Entre los documentos intervenidos a estos acusados, se encontraron listas con nombres de líderes de las bandas rivales y, en algunos casos, sus direcciones. Entre ellos estaba el de Cutico, un cabecilla de los Trinitarios. También se requisaron machetes, pistolas de aire comprimido, puñales y objetos de medición de drogas y billetes falsos. En un cuaderno de la marca Air Tap, la Guardia Civil pudo leer los 38 nombres de los integrantes del coro en ese momento. También estaban recogidos los objetivos para 2021 de la banda: “Enseñar a tres soldados a ser buena primera (jefe) por si acaso, aumentar a 40 soldados y llegar a los 15.000 euros”. En julio de 2021, la Guardia Civil detuvo a los siete principales responsables del coro del Corredor del Henares en la Operación Bávaro.

El tribunal tampoco tuvo duda de que los acusados sabían perfectamente la edad de la víctima, pues cuando reclutaban a nuevos miembros, “les preguntaban todo”, según afirmó la chica. Desde la edad, hasta la dirección, pasando por el curso al que iba en el instituto. Uno de los acusados llegó a solicitar una prueba pericial informática que consistía en el análisis de las publicaciones en la cuenta de Instagram de la víctima para mostrar que no había existido “afectación psicológica”. La menor tuvo que macharse a vivir fuera de España con algunos familiares porque creía que podía haber represalias.

Los tres fueron condenados por agresión sexual, abuso sexual y pertenencia a organización criminal. Los dos lugartenientes recibieron una pena de 17 años de prisión y, para Chamaquito, esta ascendió a los 20. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ratificó esta condena este mes. Para el tribunal, los tres son autores de la agresión sexual, aunque el acto físico solo lo llevara a cabo el líder de la banda, porque los tres ejercieron presión y sometieron a la víctima al quedar los tres con ella a solas y comunicarle la sanción que habían acordado. En la sentencia se refleja que todos son “cooperadores necesarios” por “doblegar la voluntad de la víctima”.

Las bandas juveniles como los DDP y los Trinitarios son tremendamente machistas, según explican fuentes policiales. En ellas, las chicas son usadas como un mero objeto sexual y, aunque les hacen pensar que también con integrantes de la banda, realmente nunca participan en las tomas de decisión ni tienen un papel destacado en las reuniones con los cabecillas. A veces ni siquiera se les permite acudir.

También las utilizan para tender trampas a los enemigos y atraerlos a algún lugar con una promesa de un encuentro sexual. Esto es lo que sucedió con el asesinato de Alejandro Pérez, un miembro de los DDP asesinado por una manada de Trinitarios en Villaverde en 2022. Han existido casos en los que se han llegado a crear grupos femeninos dentro de estas organizaciones, pero han sido testimoniales y siempre supeditadas al liderazgo masculino.



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