Contratar a un profesor para inglés que no sepa inglés, contratar a un profesor de francés que solo sepa italiano, contratar a profesores para lengua de signos que no saben lengua de signos. Eso último es lo que ha hecho la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid. A cinco semanas de que termine el cuatrimestre, los estudiantes de la carrera de Lengua de Signos Española siguen luchando por su educación. Primero, alumnos de 11 de las 37 asignaturas de ese grado estuvieron hasta dos meses sin profesores. Ahora ya todos han sido contratados pero, para su sorpresa, los docentes no conocen la lengua. “Se ríen en nuestra cara”, ha dicho una de las afectadas a EL PAÍS. El centro de estudios ha confirmado la situación y ha asegurado que se han visto obligados a hacerlo ante “la dificultad para encontrar profesorado”.
Se trata de dos docentes que imparten la asignatura de Lingüística aplicada a Lengua de Signos 2 en el grado, único en su tipo, encargado de suplir la demanda de intérpretes al castellano para toda España. Ambos dan clases para unos 50 estudiantes de segundo curso en las dos sedes de la universidad―en Alcorcón y en la calle de Quintana, en Argüelles―. Julia Garrido, de 22 años, cuenta que en Alcorcón la profesora se incorporó el 8 de noviembre, dos meses después del comienzo de clases.
Ilusionados por iniciar, se toparon con el contradictorio escenario. “Para dar lingüística aplicada a lengua de signos debes conocer la lengua, es necesario y básico para la correcta enseñanza. Se nos planteó la clase de una manera un poco más teórica, pero de igual modo requiere de conocimientos que no tiene”, narra indignada por teléfono. En el curso, según los estudiantes, se debe enseñar la gramática propia de la lengua, pero hasta ahora solo les han impartido conocimientos del castellano. “Se ríen en nuestra cara, además de que esta asignatura finaliza el 20 de diciembre y la han incorporado a seis semanas de terminar”, añade Garrido.
Tatiana Albornoz, de 36 años y estudiante en el campus de calle de Quintana, coincide con que las capacidades de los docentes están lejos de ser las adecuadas. “La lengua de signos tiene características muy peculiares, porque al no ser palabras escritas la estructura es diferente. Si no te lo muestra alguien visualmente es difícil de entenderlo”, explica también en una llamada telefónica. De hecho, cuenta que semanas atrás la universidad les propuso la opción de incorporar profesionales sin este tipo de conocimientos, pero ellos lo rechazaron inmediatamente.
En ambas clases, según las jóvenes, hay estudiantes sordos y, ya que los profesores no saben signar, son apoyados por un intérprete. “Nuestro compañero conoce mucho más la asignatura que la propia docente”, critica Garrido. El año pasado ya recibieron Lingüística aplicada a Lengua de Signos 1 y en el próximo curso deberán recibir la tercera, pero sin las bases de la asignatura actual.
Las dos estudiantes reconocen que los profesores actuales tienen conocimientos importantes de Lingüística, pero en castellano, no en signos. Y que, a pesar de que han hecho una “buena tarea intentando informarse y sensibilizarse”, no tienen la formación adecuada. Los alumnos ya han presentado quejas en la plataforma virtual de la universidad, pero la única solución que se les ha planteado es recibir un seminario impartido por una persona experta en lengua de signos un día de todo el cuatrimestre. “Con eso piensan resumir cuatro meses de clases”, dice Albornoz, con una risa incrédula por la situación.
La Universidad Rey Juan Carlos ha admitido la situación a este diario. Explican que la contratación del profesorado cumple “escrupulosamente todos los requisitos legales de acuerdo a las especificaciones que se requieren para cada posición en cada grado”. Pero en este caso no fue así. “Ante la dificultad de encontrar profesorado que conozca la lengua de signos en todas las materias, se ha puesto intérpretes a dos profesores, de manera provisional, para no retrasar más las clases”, reconocen.
En la Federación Española de Intérpretes de Lengua de Signos (FILSE) consideran que ese no es el problema, sino que las condiciones laborales que ofrece el centro de estudios no son buenas. “La universidad lo que quiere es reciclar el profesorado de otras carreras para abaratar los costes al máximo posible. Hay una falta de inversión en profesorado especialista”, explica Leyre Subijana, presidenta de la federación.
A esto se le suma que no les ofrecen contratos tiempo completo y ejercen pocas horas a la semana en la universidad como “profesores asociados”, lo que ronda “un salario de unos 300 euros al mes”. Añaden que lo ideal sería que los profesores fueran personas sordas, pero las históricas barreras educativas que ha tenido esta comunidad ha hecho que no todos se gradúen de la universidad y cumplan los requisitos para ser docentes. La solución de la falta de profesores no fue la que los estudiantes esperaban y cada día que pasa aseguran tener menos oportunidades para formarse en el grado que les apasiona.