La inflación en España ha descendido otra vez con fuerza hasta el 1,5% en septiembre, marcando su mínimo en tres años y medio y encadenando así cuatro meses consecutivos de descensos interanuales, según el dato adelantado publicado este viernes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los expertos consideran que esta caída de ocho décimas respecto a agosto, que está incluso por encima de sus previsiones, se ha visto impulsada principalmente por el abaratamiento de los carburantes y la estabilización de los costes en la cadena productiva de alimentos. La subyacente, que excluye alimentos frescos y energía por su volatilidad, retrocede tres décimas, hasta el 2,4%.
El INE ha proporcionado una segunda buena noticia: la revisión al alza del crecimiento económico. Según los nuevos datos, el Producto Interior Bruto (PIB) del primer trimestre aumentó hasta el 0,9%, lo que impulsa la tasa de crecimiento interanual hasta el 3,1%, seis décimas por encima del trimestre anterior. Este ajuste reafirma la robustez de la economía española, que sigue destacando por un crecimiento equilibrado impulsado tanto por la demanda nacional como por la externa. Desde el Ministerio de Economía señalan que, con estas cifras, “España se consolida como una de las economías más dinámicas de la zona euro, registrando un crecimiento cuatro veces superior a la media europea”. Esta revisión del PIB, junto con la moderación de los precios, “sigue poniendo de manifiesto la eficacia de las medidas de política económica”, añaden.
A espera de que el organismo publique la cifra definitiva a mediados de octubre, los analistas precisan que los carburantes son el gran motor de este descenso continuo en el índice de Precios al Consumo (IPC). Ángel Talavera, de economista jefe para Europa de Oxford Economics, detalla que los combustibles han caído en torno a un 5% respecto a agosto. El coste del petróleo ha jugado un papel crucial en este proceso. El barril de Brent, referencia en Europa, ha caído incluso por debajo de los 70 dólares, un nivel que no se veía desde noviembre de 2021, cuando el mundo aún dejaba atrás las secuelas de la pandemia y antes de que la invasión rusa de Ucrania alterara drásticamente el mercado energético.
Esta caída ha contribuido a una significativa reducción del coste de los combustibles. Tanto el gasóleo como la gasolina se han abaratado un 13% respecto a septiembre del año pasado, según el Instituto Complutense de Análisis Económico (ICAE). Los productos también son alrededor de un 4% más asequibles respecto a agosto, cuando ya habían reducido con fuerza los costes. El abaratamiento de los carburantes también ha tenido un impacto en la cadena productiva de alimentos, otro de los factores determinantes en la moderación de la inflación.
Los costes asociados al transporte y a la producción agrícola se han moderado, según explica Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas. Esto ha repercutido positivamente en la cesta de la compra. Ya en agosto, la tasa de inflación de los alimentos se situó en un 2,5%, su nivel más bajo desde octubre de 2021, marcando una mejora importante frente a los picos inflacionarios que habían afectado gravemente a este sector. Y se prevé que en septiembre siga un camino similar.
En cualquier caso, la inflación general y la subyacente están marcando una doble velocidad. Al excluir los componentes más volátiles, como los alimentos frescos y la energía, la subyacente refleja mejor las presiones estructurales de la economía, y en este caso, el sector servicios se presenta como el principal motor de esa presión inflacionaria. La llegada de millones de turistas al país ha generado un aumento de la demanda en sectores como la restauración, el alojamiento y los transportes, encareciendo así sus precios en lo que va de año. Tan solo en agosto los vuelos nacionales repuntaron un 21% en comparación con el año anterior, mientras que los paquetes turísticos nacionales subieron un 12% y el transporte de pasajeros por mar, principalmente cruceros, se revalorizó un 14%.
Este comportamiento de los servicios, especialmente en una economía tan dependiente de ellos como la española, ha contribuido a que la inflación subyacente mantenga su resistencia a la baja, según explica Miguel Cardoso, economista jefe para España en BBVA Research. Los analistas consideran que probable que el sector continúe siendo un factor inflacionario significativo, pese a que el verano ya ha finalizado. De ahí que el ajuste en la tasa sea mínimo. De hecho, en sus últimas previsiones, el Banco de España calculaba que la inflación subyacente terminaría el año en el 2,8%, para posteriormente bajar hasta el 2,2% en 2025.