Inesperadamente y sin causa aparente, una estantería plagada de tratados de gramática, desde la primera, la de Nebrija, hasta la última edición, se precipita sobre la cabeza de una mujer casi analfabeta, limpiadora en la Real Academia de la Lengua, y su vida cambia para siempre. A peor. La perturbación lingüística que sufre esta mujer, que pasa de expresarse de manera burda y con graves incorrecciones gramaticales a ser toda una perfecta y sabionda erudita, que vive en un permanente estado de ansiedad y enfado ante las inexactitudes en el lenguaje de todos los que se acercan a ella, convierte su vida en un auténtico calvario. Se queda sin trabajo y se ve obligada a alejarse de familia y amigos. Tanto es así, que acude a la consulta de un terapeuta para que le ayude a ser la de antes, aquella que se expresaba de manera tosca y ruda, con apenas vocabulario y regresar así a su esencia e identidad. Con La gramática, una comedia de alto voltaje satírico, el dramaturgo Ernesto Caballero sale en tromba a la defensa del lenguaje, sin condena clasista o elitista, sino todo lo contrario, reivindicando también la grandeza del habla popular. Protagonizada por María Adánez y José Troncoso, se estrena el viernes, día 29, en la Nave 10 del Matadero de Madrid, donde se representará hasta el 22 de diciembre.
Caballero (Madrid, 67 años), dramaturgo de largo recorrido, director del Centro Dramático Nacional durante ocho años y creador del proyecto Teatro Urgente, que busca el encuentro en el teatro con la filosofía, la literatura o la poesía, escribe y dirige este nuevo montaje sobre los usos y abusos del lenguaje, atraído por la contradicción entre la observación “obsesiva y rígida” de las normas gramaticales frente a la espontaneidad del habla. También subyace la intención de preguntarse y reflexionar acerca de la degradación del lenguaje, tema que ya había explorado anteriormente en La autora de Las Meninas, que protagonizó Carmen Machi. “Entonces indagué en la falsa democratización de la expresión artística y aquí he dado un paso más y la he llevado al habla”, asegura Caballero. En La gramática, toda una parábola que se desarrolla en un espacio de tintes retrofuturistas, ha buscado intencionadamente hacer un homenaje a la lengua española y reivindicar el teatro como plataforma de defensa de ese “tesoro”. La función, que se desarrolla en tiempo presente y en la que el público asiste en directo a la sesión clínica del terapeuta para la vuelta al pasado de la mujer, incide así en la importancia del lenguaje, en la elección adecuada de cada una de las palabras a la hora de comunicarnos, en la grandeza de la lengua y cómo utilizarla en un momento de clara involución lingüística.
No sabe bien Caballero a que se debe la degradación actual de la lengua —”quizás haya escrito esta función para encontrar o intentar encontrar las razones”, dice—, pero en el fondo late el poder de las redes sociales y la invasión absoluta de imágenes. “La degradación del lenguaje o la esquematización han traído como consecuencia su mal uso, un uso espurio destinado a no llamar las cosas por su nombre, a crear realidades como dice ahora nuestro gran jefe supremo del mundo (léase Donald Trump) o hechos alternativos. Estos hechos alternativos también los construye el lenguaje y sí creo que hay beneficiarios de que se deje de llamar a las cosas por su nombre”, explica Caballero, para quien desde el escenario se puede contribuir de nuevo a ser preciso y a apropiarnos de nuestra lengua. “En España carecemos de orgullo de nuestra lengua y el teatro, humildemente, puede y debe de ser un lugar para recuperar esa precisión y orgullo”, proclama el director, que reivindica el habla popular, lo vivido frente a lo normativo.
Todo el equipo de esta obra tiene verdadero interés en que los académicos de la RAE se acerquen a ver la función. “Al único que conozco y del que soy amigo es Juan Mayorga y le pedí que me ayudara a cursar la invitación porque tengo mucho interés en su visita. En este futuro medio presente en el que se desarrolla la obra, la Academia ha quedado en un espacio que sigue existiendo, pero como la Fábrica de Vidrios de La Granja, es decir un sitio que en su día tuvo una función; pero que hoy es casi como un vestigio ornamental”, asegura Caballero, que sigue siendo militante del “sólo” con tilde y hace hablar a sus personajes en la obra de la “función notarial” de la RAE. “El lenguaje, como la vida, cambia y cuando desde la política se trata de imponer una manera de hablar, que es orgánica en el pueblo, que es el gran creador del lenguaje, se produce cierta aberración con la que la RAE, en mi opinión, está siendo bastante prudente”, añade el director, que confiesa su deseo de hacer esta función en la propia sede de la Academia. “Con dos sillas nos apañamos”, dice.
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