Las ausencias, por su propia definición, a menudo no se perciben: tendemos a ver lo que hay. Para ver lo que falta o lo que se perdió hay que mirar con otros ojos. Funcionan casi como un secreto y bien sabemos que una de las mejores maneras de guardar uno es hacerlo a la vista de todo el mundo.
Pensaba en todo esto mientras veía El loco. Los silencios de Quintero, la miniserie documental de RTVE Play sobre Jesús Quintero, que ya se puede ver en la plataforma, y que este miércoles emitirá Documaster, en La 2, a partir de las 22:00. La entrevista sosegada y en profundidad que practicó Quintero es hoy ya un género muerto. Escribí sobre ello cuando falleció el propio Quintero. ¿Por qué vuelvo a ello ahora? Porque los dos programas de mayor audiencia en España son programas de entrevistas.
El hormiguero nos acostumbró a entrevistas promocionales y superficiales, en la que el entrevistado es un juguete del programa: se le implica en experimentos científicos, se le hacen chistes, se cuenta alguna curiosidad suya y chimpún. En La revuelta la naturalidad de la conversación y lo poco en serio que se la toman sus artífices —gran parte del éxito del programa— tampoco da pie a charlas en las que el invitado pueda explayarse. El talk show cada día tiene más de show y menos de talk. Y dentro de estos, los late night —aunque aquí no se emitan a horario de late— no son lugar para una conversación tranquila: huyen del silencio y persiguen la carcajada. No quiere esto decir que el humor y la charla en profundidad sean incompatibles. Lo que quiere decir es que por los tiempos que maneja el formato, la entrevista del late es apresurada, poco propicia a cierta hondura. Y así, pasamos las horas escribiendo y hablando de los dos formatos, y a fuerza de jugar al Apueste por una es fácil que por el camino se nos olvide que otro tipo de entrevistas son posibles. Básicamente porque lo han sido.
RTVE lo sigue intentando, la última vez con Las tres puertas. Es su deber. La rapidez y la superficialidad son causa y consecuencia del mundo en el que vivimos, y por supuesto el negocio de la tele no solo no es ajeno a ellas sino que las fomenta. La entrevista en profundidad es antisistema: nos enseña que se puede hablar —vivir y pensar— de otra manera.