Después de los ataques terroristas del 7 de octubre y tras la ofensiva militar del ejército israelí sobre Gaza, la directora francesa Yolande Zauberman estuvo a punto de enterrar su última película, La belle de Gaza, un documental que sigue la vida nocturna de mujeres transexuales en las calles de Tel Aviv. Mujeres trans árabes, especialmente, obligadas a sumergirse en la clandestinidad y vivir de vender su cuerpo en un estado constante de peligrosidad y vulnerabilidad. Sin embargo, después de realizar algunas proyecciones de prueba, la respuesta que recibía de las personas implicadas y cercanas a la comunidad la llevaron a estrenar el filme en el pasado Festival de Cannes, y ahora ha llegado con él al Festival de Cine Europeo de Sevilla, celebrado estos días.
Zauberman no quería que su película se utilizara para hablar de la guerra en Gaza y ha rehuido desde el principio las preguntas y posiciones al respecto. Aunque desde el título y la premisa resultara complicado y comprensible buscar respuestas y juicios, insiste en que La belle de Gaza es el retrato de un grupo concreto al que retrata desde la oscura (pero también luminosa) belleza de las historias personales de estas mujeres. A través de sus testimonios intenta explicar un poco la complejidad de este rincón.
Con la película, cerraba la trilogía sobre la noche en Tel Aviv que había iniciado con Would You Have Sex with an Arab? (2011), en la que reflexionaba sobre la situación de los árabes israelíes y su relación con el sexo; y continuó con M (2018), sobre las violaciones y abusos a menores en el seno de la comunidad judía ortodoxa siguiendo a un hombre que lo denunció. Fue precisamente en el rodaje de este último en el que Zauberman entró en contacto con las mujeres trans de la moderna ciudad israelí. Al regresar a París, uno de los colaboradores que le acompañó y que hablaba árabe le contó la historia de una de esas mujeres que decía haber recorrido a pie los más de 70 kilómetros que separan Gaza de Tel Aviv. “Eso me parecía imposible y me decidí a encontrar a esta mujer, que es trans, que es de Gaza y que había llegado a Tel Aviv, quería entender su visión del mundo”, contaba la cineasta en Cannes. “Gaza ya era una cárcel antes, escapar de ella ya era un gran logro en sí mismo”.
Zauberman regresó cámara en mano y recorrió una noche tras otra la calle Hatnufa, donde se esconden las mujeres trans a plena vista, vendiendo su cuerpo por dinero y enfrentándose continuamente a mirones y odio. A todas les preguntan si conocen a esa misteriosa mujer, “la bella de Gaza”, pocas se atreven a contar la verdad. La mayoría de estas trabajadoras sexuales son árabes, en situación irregular allí, han llegado huyendo desde Palestina, donde la transexualidad o la homosexualidad es más que un tabú, es rechazada de plano. “Tienen miedo a ser deportadas, viven en la clandestinidad. Si las deportan y las envían con sus padres, las matarán”, explica una de ellas. A continuación, otra planta cara a uno de esos voyeurs y le dice que se vaya al tiempo que se define “como una soldado de Dios en la Tierra”. “Si Dios me hizo así es por una razón”, dice.
“Somos guerreras”, dice otra de estas mujeres “increíblemente fuertes, tienen que serlo para enfrentar esta situación”, explica Zauberman. La misma que se presenta como guerrera cuenta una de las peores historias del filme: cuando, golpeadas por un grupo de hombres, fueron conducidas hasta un check point de Cisjordania, abandonadas. “Esperaban que los soldados israelíes nos tomaran por terroristas y nos dispararan”, relata para después acabar explicando que abandonó la calle cuando se dio cuenta de que estaba recreando la violación que había sufrido años atrás. En Israel, y en concreto en Tel Aviv, la situación es supuestamente distinta o, al menos, lo era hasta que llegó el gobierno ultra de Netanyahu. La situación de clandestinidad de las mujeres árabes choca con la aparente libertad con la que vive, por ejemplo, Talleen Abu Hanna, Miss Trans Israel 2016, árabe cristiana que puede hablar abiertamente de deseo, de amor y también es protagonista de La belle de Gaza. Habla de su operación, de su transición, conversa con su padre que la rechazó al principio, habla de querer casarse, a poder ser con un hombre también árabe. Su situación, aunque también se encuentra con episodios de odio, es mejor a la de estas mujeres de familias musulmanas, rechazadas por sus familias y religión. La búsqueda de Zauberman, la excusa para el filme, parece tener su fin, encuentra a su bella de Gaza, justo después de su operación. “Soy completamente mujer”, dice feliz aún con dolor. Una transición total que, a la vez, le hizo volver a su religión, protegerse en ella, llevando un hijab. Sorprendentemente, según cuenta la directora, en el proceso de rodaje, que se alargó varios años, más protagonistas del filme tuvieron ese giro religioso en sus vidas, buscaron ese refugio en el que hallar la paz que ni sus familias ni el lugar que viven les da. “Estas son mujeres de granfe. Su lucha es por la libertad. Esta es una película sobre libertad, el rayo de libertad que tienen a pesar de su difícil situación”.