Juan Lobato ha dimitido este miércoles como secretario general del PSOE de Madrid. En un comunicado enviado a los medios de comunicación, el hasta ahora líder de los socialistas madrileños argumenta que toma la decisión para “poner freno a una situación de enfrentamiento y división grave” en el partido originada al conocerse que registró ante notario una conversación con un cargo de Moncloa, Pilar Sánchez Acera, en la que se le enviaba un email perteneciente al caso de la pareja de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid, y cuya filtración ha llevado a encausar al Fiscal general del Estado. De esta manera, Lobato declarará el viernes como testigo en el Tribunal Supremo, que investiga ese caso, sin tener cargo orgánico en el PSOE, y el partido arrancará ese mismo día en Sevilla su congreso federal con la crisis en camino de resolución. En todo caso, el comunicado de despedida no aclara si el aún diputado autonómico mantendrá el acta en la Asamblea de Madrid, donde hasta ahora se ha desempeñado como portavoz.
“Mi compromiso con el PSOE sigue y seguirá ahí”, asegura Lobato en su escrito. “Hoy [por este miércoles] doy un paso al lado del liderazgo”, añade. “Pero tenéis mi compromiso de que en cada etapa futura que corresponda asumiré mi responsabilidad como militante para ayudar al partido a continuar trabajando para mejorar la vida de la gente”, sigue. “Sin duda mi forma de hacer política no es igual ni quizá en ocasiones compatible con la que una mayoría de la dirigencia actual de mi partido tiene. No pasa nada. Lo asumo democráticamente. Pero no puedo renunciar a ser como soy y como he sido siempre”, reconoce sobre su falta de sintonía con la dirección nacional de Ferraz. Y remata: “Todo mi apoyo a la próxima dirección del partido para que pueda hacer el mejor trabajo posible en Madrid y en España”.
Lobato ha cedido finalmente a la presión creciente que desde el lunes le habían trasladado hasta sus fieles más incondicionales de la federación madrileña: hasta su portavoz adjunto en la Asamblea, Jesús Celada, le había hecho saber que lo mejor era dar un paso al lado, como informó EL PAÍS. Un apremio que se intensificó la noche del martes, cuando destacados secretarios generales de agrupaciones como las de San Fernando de Henares o Parla le instaron a dimitir, según comparten distintas fuentes socialistas.
Los escasos apoyos que le quedaban a Lobato y que habían hablado con él este miércoles ya le veían “muy tocado” y, aunque le insistían en que tenía que aguantar como mínimo hasta el Congreso Federal, dudaban de que soportase toda la presión que en 48 horas se le había venido encima desde su propia federación. Es decir, sin necesidad de que la dirección de Ferraz moviese ficha. “Está muy mal, no vemos que aguante”, auguraban antes del mediodía, como se ha confirmado unas horas después.
“Yo no creo en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente. Insisto: para mí la política es otra cosa”, afirma Lobato en su despedida, que llega tras decir el martes que se sentía víctima de “un linchamiento” por parte de sus propios compañeros. “Recuperar el respeto y la educación en la política ha sido esencial para mí estos tres años. Tener el respeto de los tuyos y también el de quienes piensan diferente”, añade, en una nueva descripción por oposición de lo que le ha llevado a dejar la secretaría general de Madrid.
Aunque el ya exlíder de Madrid había apostado por intentar revalidar la secretaría general en 2025, su posición era precaria desde hace meses. Primero, por haber mostrado dudas en público sobre apuestas políticas clave del Gobierno con respecto a Cataluña. Segundo, por haberse aventurado a hablar de un futuro sin Sánchez al apostar porque una mujer le sustituya cuando deje la secretaría general. Y tercero, por el aireamiento constante de las críticas hacia su estrategia política de los principales alcaldes socialistas de la región, y de candidatos alternativos como su probable sustituto, el ministro Óscar López. El remate fue que Abc avanzara que registró ante notario conversación por WhatsApp con una compañera de partido Sánchez Acera, al temer que Moncloa le estuviera tendiendo una trampa al pasarle un email del caso que afecta a la pareja de Ayuso. Una apuesta que fue interpretada internamente como una muestra de desconfianza sin precedentes hacia las siglas a las que representaba hasta ahora.
Con su dimisión, Lobato se convierte en una víctima más de la trituradora en la que se ha convertido la política madrileña desde que Isabel Díaz Ayuso accedió por primera vez al poder (agosto de 2019): hasta aquí llegaron y se fueron primeros espadas (Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, o Ángel Gabilondo); aspirantes que apuntaron a volar alto (Ignacio Aguado, Rocío Monasterio, el propio Lobato); y una ristra de políticos achicharrados por el día a día de una región que el PP gobierna por algo desde hace un cuarto de siglo (Alejandra Jacinto, Clara Serra, Isabel Serra, Hana Jalloul…).