Israel y Líbano ultiman un alto el fuego. Los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Francia, Emmanuel Macron ―dos de los países que integrarán un comité de seguimiento de cumplimiento del acuerdo cuya creación ha exigido el Gobierno de Benjamín Netanyahu― lo anunciarán en las próximas 36 horas, según han declarado cuatro fuentes libanesas de alto rango a la agencia Reuters. Ese mismo día por la tarde, el gabinete de seguridad israelí tiene previsto reunirse para analizarlo, con la intención de aprobarlo.
Poco después de conocerse estas informaciones, la Casa Blanca ha indicado que un acuerdo de alto el fuego para Líbano “está cerca” y que las negociaciones están avanzando. En una conversación telefónica con periodistas, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, ha descrito las conversaciones como “constructivas” y ha asegurado que la “trayectoria se encamina en una dirección muy positiva”, informa desde Washington Macarena Vidal Liy.
Kirby ha instado, sin embargo, a la cautela al afirmar que “nada está cerrado hasta que absolutamente todo está cerrado”. “Tenemos que seguir trabajando para ver si podemos acabar logrando el alto el fuego por el que hemos estado trabajando durante tanto tiempo y tan intensamente”, ha añadido.
En Francia, fuentes del palacio del Elíseo han corroborado también que las negociaciones “han avanzado significativamente”. La presidencia francesa ha indicado igualmente que sigue “trabajando en este sentido con las partes implicadas y con nuestros socios estadounidenses” con el objetivo de “alcanzar un alto el fuego que permita la protección de las poblaciones, el regreso seguro de los desplazados a sus hogares a ambos lados de la Línea Azul y el respeto de la soberanía del Líbano”. El Elíseo ha formulado luego el deseo de que “las partes implicadas aprovechen esta oportunidad lo antes posible”, sin concretar la fecha del posible anuncio, pero dando a entender que este podría ser inminente, informa desde París Daniel Verdú.
Como es habitual en los conflictos bélicos, la previsible inminencia del fin de las hostilidades las ha recrudecido: el ejército israelí ha matado durante la jornada a más de 10 personas con misiles y drones en la región de Tiro, en el sur, y ha lanzado cuatro oleadas de bombardeos sobre Dahiye, a las afueras de Beirut. En el fin de semana, Hezbolá lanzó hasta 250 proyectiles contra Israel, incluido contra la zona de Tel Aviv, y el ejército israelí mató hasta 30 personas al echar abajo un edificio en el corazón de la capital libanesa. El temor al aumento de los ataques ha llevado al mando de la retaguardia israelí a endurecer las restricciones de actividad a la población en el norte del país y al Ministerio de Educación libanés a cancelar las clases presenciales durante la jornada.
El grueso del acuerdo llevaba días prácticamente cerrado y consiste en una tregua de 60 días pensada para convertirse en permanente. Formalmente, se trata de un acuerdo indirecto entre Israel y Líbano (no tienen relaciones diplomáticas) a través de Washington. En la práctica, el acuerdo es con Hezbolá, ya que las Fuerzas Armadas de Líbano se han esforzado en permanecer al margen del conflicto, pese a que han perdido al menos 45 soldados por bombardeos israelíes durante los 13 meses de hostilidades, que Israel convirtió en guerra abierta el pasado septiembre. El presidente del Parlamento, Nabih Berri, ha sido el encargado de trasladar las posiciones de Hezbolá, el descabezado y debilitado partido milicia chií.
Los últimos flecos se centraban en la composición del comité de seguimiento, según señalaron a este periódico fuentes al tanto de la negociación. El vicepresidente del Parlamento, Elias Bou Saab, ha asegurado este lunes a la agencia Reuters que han sido resueltos en las últimas horas, por lo que no existen ya “obstáculos serios” para que comenzase a implementarse. El comité estará presidido por Estados Unidos (principal aliado de Israel) e integrado por otros cuatro países.
Nadie quiere, sin embargo, lanzar las campanas al vuelo en una región en la que impera la máxima de que “nada está acordado hasta que todo está acordado”, nacida en las negociaciones en los años noventa entre los gobiernos británico e irlandés y aplicada, entre otros, en el diálogo de paz entre israelíes y palestinos. Más aún cuando Biden vio en más de una ocasión muy cerca un acuerdo de alto el fuego en Gaza que nunca llegó.
La clave está, sin embargo, fuera del texto. Israel retirará sus tropas del sur de Líbano y dejará de bombardear decenas de objetivos, como hace a diario, pero seguirá atacando territorio libanés (en vulneración de la resolución 1701 de la ONU) en represalia, cuando considere que afronta una amenaza o que Hezbolá está tratando de reorganizarse al sur del río Litani. Es la zona en la que el ejército israelí ha ido avanzando demoliendo aldeas enteras y en la que las Fuerzas Armadas libanesas desplegarán miles de soldados para hacer cumplir su parte de la resolución, que monitorean unos 10.000 cascos azules. Lo ha explicitado el nuevo ministro de Exteriores de Israel, Gideon Saar, al señalar que, si sale adelante, la prueba de fuego del pacto residirá en “impedir que Hezbolá se mueva hacia el sur del Litani” y que “reconstruya su fuerza y se rearme en todo Líbano”.