No era Isak Andic (Estambul, 71 años), el fundador de Mango fallecido este sábado en Barcelona en un accidente de montaña, un empresario proclive a entrevistas o a una aparición frecuente en medios de comunicación. Una de sus pocas conversaciones con periodistas fue hace poco más de dos años, cuando Mango abrió una gran tienda de 2.500 metros cuadrados en la Quinta Avenida de Manhattan (Nueva York). La ocasión lo merecía. Cómo él mismo resumió, “este era mi gran sueño que tenía como empresario”.
Un sueño que comenzó cuando, en 1968, a la edad de 14 años, dejó su Estambul natal junto al resto de su familia para instalarse en Barcelona, en una época de constantes golpes militares en Turquía y en un momento en el que su padre, que trabajaba en la importación de materiales eléctricos, había perdido su negocio. Judío de origen sefardí, Andic comenzó pronto en el negocio de la moda, aunque de la manera más humilde: vendiendo camisas que traía de Estambul.
“Yo no sabía lo que quería ser. Básicamente, ganarme la vida”, dijo recientemente en una entrevista con El País Semanal. Como contaba en la misma, aquel negocio le iba dejando un dinero suficiente para ir ampliando el negocio: primero para comprar un coche con el que pudo empezar a comercializar sus prendas por otras partes de España. Una aventura empresarial que fue creciendo, importando también de otras zonas de Europa, para después iniciarse en la producción especializándose en los pantalones vaqueros. Incluso abrió una tienda bajo el nombre Isak, embrión de lo que, a partir de 1984, sería Mango.
El destino ha querido que el fallecimiento de Andic, padre de tres hijos, Judith, Sara y Jonathan, coincida con el 40 aniversario del nacimiento de su gran proyecto vital, y que llegó a esa edad en su momento más alto: con unas ventas de más de 3.000 millones de euros y una presencia en más de 120 mercados. Y con un equipo gestor al mando de su máxima confianza: “Mango tiene en estos momentos el mejor equipo directivo de su historia”, dijo en aquella conversación en el corazón de Manhattan, muestra de la confianza ciega que el empresario ha tenido en los últimos años en Toni Ruiz, actual consejero delegado y al que dio cabida en el capital del grupo, con un 5%.
No todos los momentos fueron fáciles. Tras años de buen crecimiento y de asentamiento internacional, Mango atravesó una situación crítica entre los años 2016 y 2018, un periodo de millonarias pérdidas que pusieron en jaque el futuro del negocio. Un periodo que coincidió con un meditado paso atrás en la gestión, que entregó a su hijo Jonathan como consejero delegado, y del que el grupo consiguió salir volviendo a la impronta que Andic le había dado en las décadas anteriores: una moda de marcado carácter mediterráneo, colorista y, sobre todo, muy femenina.
La lista Forbes estima el patrimonio de Isak Andic en unos 4.500 millones de euros, lo que le había convertido en la quinta persona más rica de España. Como otros grandes empresarios de la moda, como Amancio Ortega, este también mantenía inversiones en el apartado inmobiliario, a través de la sociedad Punta Na, con unos activos en balance de unos 700 millones, y un patrimonio inmobiliario que se estima en 1.200 millones de euros.
Precisamente este año, Andic recibió de manos del rey Felipe VI el Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial, entregado por el Círculo de Empresarios, el Cercle d’Economia y el Círculo de Empresarios Vascos. Un reconocimiento justificado por “su contribución al desarrollo económico y social de España a lo largo de varias décadas de esfuerzo y de trabajo, creando empleo, internacionalizando sus actividades y contribuyendo a la mejora de su entorno y al bienestar del país. Razones que lo convierten en un referente para las futuras generaciones”.
“Este reconocimiento no es para Isak Andic, es para Mango”, dijo Andic al recogerlo. “Porque Mango es mucho más que una persona, ya que tiene un poco del esfuerzo y trabajo de cada una de todas las personas que han trabajado y trabajan en el proyecto. Esta es la clave de nuestro éxito: nuestra cultura común”. Y concluyó con un deseo: “Que el proyecto de Mango, que nació de manera humilde en Barcelona hace más de cuarenta años, pueda servir para fomentar el espíritu emprendedor entre la juventud y la aspiración de ayudar a crear prosperidad para muchas personas y familias y servir a la sociedad”.