Creo en los finales felices. Y después de un invierno áspero, aunque no muy frío, marzo nos acaricia con una noticia maravillosa. Isabel Pantoja ha sido invitada al Baile de la Rosa en Montecarlo. Este sábado, probablemente, mientras algunos leen estas líneas, la Pantoja, uno de los mitos fundacionales de la España democrática y moderna, esté llegando a ese paraíso de impuestos bajos, edificios altos y emociones fuertes. En la extensa y, ¿por qué no?, histórica entrevista en ¡Hola! rompe un ruidoso silencio de cuatro años. Declara que la ilusión es inmensa. Aunque inicialmente pensó que se habían equivocado de persona cuando recibió la invitación en otro paraíso, Puerto Rico, de donde es oriundo Ricky Martin, en su día muy próximo a Alberto de Mónaco. Pantoja, que también celebra 50 años de carrera musical, nos cuenta que siempre se ha sentido muy identificada con la princesa Carolina. Vidas paralelas. No solo tienen la misma edad (66 años), sino que ambas lideresas, en momentos diferentes, han pasado por el mismo trance, el mismo dolor, la pérdida de un esposo, padre de sus hijos.
Pantoja, reina indiscutible de la copla y la pasión nacional, considera que todo está unido. Carolina y ella, que no se conocen todavía, en realidad sí han vivido juntas en esa casa común que es ¡Hola!. Hay que conseguir esa foto juntas, un mar y montaña. Lo merecemos todos. El glamour y el pathos. Todo el melodrama que el Mediterráneo puede acoger y ofrecer. Isabel Pantoja, un mito que siente por todos sus poros, habla en la entrevista de que estuvo una vez en los jardines que Grace Kelly diseñó y legó a su ciudad de adopción. La cantante enfrentó la muerte pública de su marido dos años después y eso la convertiría en viuda de España, una especie de Jackie Kennedy campera y racial, poco tiempo después. Pantoja declara ahora que en esa visita ella “sintió” a Grace presente, acompañándola.
Pantoja no habla de su hijo, ni de su hija, ni tampoco de Cantora, como si se aliara felizmente con el nuevo código deontológico de Telecinco, que prefiere no mencionar ninguna de esas tres realidades. Sí se explaya en reconocer el pánico sufrido durante la pandemia. “Que no abran las ventanas”, dictó en su territorio de la manera más lorquiana posible. No tiene desperdicio la exclusiva, valió la pena callar y esperar estos cuatro años. Vestida con una serie de hermosos vestidos que hablan de un impulso nuevo con colores vibrantes, verde, morado, coral, muy Saint Laurent, aparece, ¡cómo no!, la infaltable blusa. Muy El Rocío. Pantoja surge como una emoción sin censura, una réplica individual y coherente al coro desafinado de la moción de censura y el discurso de Ramón Tamames en el Congreso. Un discurso que suma aspiraciones, revelaciones y sueños para una democracia que no sería igual si no contáramos con la suerte de que ella sea uno de nosotros.
No puedo evitar recordar mi experiencia personal en el Baile de la Rosa dedicado a la Movida en 2008. Karl Lagerfeld entonces orquestaba cada entrega en compañía de Carolina. Ayudé a convencer a Eduardo Sánchez Junco, padre, que yo era la persona ideal para escribir esa crónica. “Porque he crecido viéndola en la revista y me siento hijo de la Movida y de ¡Hola!”. Él aprobó la idea y allí me colé. Nunca olvidaré a Ernesto de Hannover, entonces casado con Carolina, diciéndonos a Bibiana Fernández, a David Delfín y a mí que habíamos resultado ser aire fresco para un baile que “tiene muchos vampiros alrededor”. Carolina estuvo divertida, próxima, enamorándose de Paco Clavel. “Quiero que se quede aquí”, dijo sin pensarlo dos veces. Pues ahora que extienda la misma invitación a Pantoja. Aunque no va a actuar en la gala, su estatus le permite asistir como invitada y desliza que también estará Shirley Bassey. ¡Tienen que actuar juntas! Solo falta James Bond.
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