Resultó sorprendente que una parte del electorado latino en EE UU votara a Donald Trump. ¿Es que han olvidado sus raíces migratorias?, me pregunté, ¿es que odian lo que fueron? Pensándolo con más calma, me acordé de que la realidad es mucho más cruda que los discursos a veces bien pensantes que hacemos desde la distancia. Yo como escritora que observa la realidad geopolítica que busca entenderla a través de periódico y libros puedo tener muy claro que la estigmatización del recién llegado no es más que una estrategia para convertirlo en chivo expiatorio, un modo de hacer que una mayoría canalice el malestar provocado por las desigualdades económicas hacia quien menos poder tienen sobre el sistema. Es un engaño de la derecha (extrema o no) para ocultar las consecuencias del ultraliberalismo económico sobre los trabajadores. Pero, honestamente, si yo siguiera trabajando en la fábrica pendiente de si me renuevan o no el contrato o me sustituyen por otro operario que acaba de aterrizar, mi perspectiva sería muy distinta. En la base de la pirámide la competencia es feroz y quienes más sienten la presión de la inmigración no son las élites en puestos de mando ni la clase intelectual ni los residentes en los barrios altos (aunque ellos también votan derecha y extrema derecha por ideología y porque les conviene enfrentar a pobres contra pobres).
En el peor momento de la crisis de 2008 casi todos los hombres de mi entorno estaban en paro. Muchos de ellos se vieron forzados a reemigrar a otros países europeos. El panorama era terrible, lo peor que nos había pasado nunca; pero, aun así, había familiares en Marruecos que querían venir. Nosotros les decíamos que no lo hicieran porque no había trabajo y algunos nos respondían que seguro que ellos encontrarían uno y venían a responsabilizar a los desempleados de su situación. No es solo rivalidad lo que hay entre las distintas tandas de inmigrantes: los que llevan menos en el proceso no quieren ver ni entender el enorme coste que tiene el hecho de instalarte para siempre en un país nuevo, desprecian el esfuerzo de quienes les preceden aunque les hayan facilitado el camino. Es lógico que la competencia directa comporte miedo cuando sabes que el otro estará dispuesto a aceptar condiciones de trabajo que a ti te costó años conseguir. Aunque el responsable es el empresario que paga menos y explota, si estás entre los sectores que más presión reciben va a ser difícil que te pongas a defender los derechos de quienes están dispuestos a renunciar a ellos.