Entre los años 29 a. C. y 19 a. C., el emperador Augusto emprendió la conquista de los últimos territorios peninsulares que se resistían a Roma: los que ocupaban las tribus astur-cántabras. Para completar el control del norte de Hispania, se construyeron en la Asturia transmontana tres campamentos de montaña situados en la sierra La Carisa, entre las provincias de León y Asturias. Se trataba de tres castra aestiva (acuartelamientos de campaña en verano) ubicados en los montes de Ḷḷagüezos, Coaña y Currieḷḷos. Asociados a ellos, discurría una vía estratégica que unía el valle del Duero con el Cantábrico y que atravesaba montañas de hasta 2.000 metros de altura. Ahora, el estudio Militaria en las guerras cántabras. La Carisa eje de operaciones, de la arqueóloga Esperanza Martín, desvela “el hallazgo de 200 piezas pertenecientes a las tropas [acantonadas en Ḷḷagüezos y Coaña], que incluyen armamento, herramientas, componentes de ropa y elementos de equipos militares”. Entre estos objetos, destaca un pugio (puñal reforzado que podía atravesar una cota), hachas, yunques, espadas, flechas y puntas de lanza.
Ḷḷagüezos era el asentamiento más meridional de la cordillera y se alzaba a 1.675 metros sobre el nivel del mar. Ocupaba ocho hectáreas, divididas en cuatro recintos. Su enorme tamaño le permitía albergar una legión de entre 4.000 y 5.000 hombres. Su parte superior, en la cima de la colina, era llana, mientras que los lados este y norte estaban aterrazados para poder acoger más tropas. Estas últimas áreas formaban la primera línea de defensa de la acampada superior, donde se ubicaba un cuartel construido en piedra. Todo el complejo militar estaba rodeado por un agger fossaque, o terraplén con foso formado por un parapeto de piedra, y una empalizada de troncos gruesos.
A 40 minutos de marcha se encontraba el acantonamiento de Curriellos (7,35 kilómetros) y a nueve, el de Coaña. Este último estaba a menos altura que los otros dos y no tenía conexión visual con ellos. Solo ocupaba 0,6 hectáreas, pero curiosamente es donde más “restos materiales” se han localizado.
Los arqueólogos han eliminado de su recuento los elementos militares de “cronología contemporánea”, ya que son, con mucho, los más numerosos en las cumbres, porque la colina fue ocupada durante la Guerra Civil (1936-1039) por tropas franquistas con el fin de controlar el paso de los maquis a través de la montaña. El número de carcasas, piezas de acordeón, cables y elementos de fusiles recuperados supera los 300. ”No es baladí”, señala la experta, “destacar la elección del mismo sitio durante la conquista romana, pues era el lugar ideal desde el que se podían proteger todos los pasos de montaña. La posición geoestratégica del cerro Ḷḷagüezos lo convertía en el mejor lugar para establecerse desde el punto de vista militar”.
Los materiales romanos hallados en Llagüezos incluyen clavijas de tienda, cables de sujeción y piquetas en su posición original, lo que ha permitido calcular el diámetro de los entoldados entre los 2,5 y los 2,7 metros, medidas muy similares a las documentadas en Vindolanda, uno de los fuertes que custodiaban el Muro de Adriano (Gran Bretaña). Las clavijas, además, no tienen todas el mismo peso y longitud, “lo que permite pensar en diferentes manos manufactureras”.
En Llagüezos también se recuperó una azada, así como cinceles, ganchos y cadenas. Se halló, además, un yunque portátil de tamaño muy reducido (11 cm), que pudo ser usado para reparaciones puntuales del armamento. En cuanto a las armas de ataque, se han recuperado pilae (jabalinas), puntas de lanza, proyectiles de artillería (pila catapultaria), dardos y flechas pequeñas de tipo sirio. “Un conjunto numeroso que demuestra un largo período de asentamiento”, según Martín. Solo se ha desenterrado un arma defensiva, un umbo, una pieza metálica que se colocaba en el centro de los escudos. Fue localizado en una de las zonas donde los legionarios realizaban rondas de control, en la parte occidental del campamento, el único punto por donde podía ser atacado.
Los cuchillos localizados responden a diferentes tipologías: curvos, rectos, de mangos cuadrangulares, de espiga redonda e, incluso, una posible navaja. De ellos, destaca un pugio en una de las laderas de Llagüezos. Está completo (hoja y vaina), pero está mal conservado y tiene el mango roto. Fue encontrado a apenas dos centímetros de la superficie. El estudio de Esperanza Martín indica que su “mango de hierro es de sección curva y tiene un grosor de dos milímetros, manteniendo una fina capa de material orgánico de color rojo en la empuñadura, que puede corresponder a cuero rojo”. Todos sus remaches parecen estar hechos de plata. Actualmente, la restauradora Miryam Hernández lo está analizando el Museo de León. La vaina de la daga está acolchada con madera en el interior. No se puede determinar su decoración externa, dado su mal estado. Mide 25 centímetros y su ancho es de 5,5.
El campamento de Llagüezos fue levantado durante las operaciones llevadas a cabo por la columna militar encargada de entrar el corazón de la Asturia transmontana, siguiendo el eje de la vía La Carisa. Esta era una infraestructura estratégica que partía de León y que tenía como su destino la costa cantábrica, sin duda la zona de Gijón.
La arqueóloga considera que estos campamentos no fueron utilizados solo durante las guerras cántabras, sino que también se siguieron usando en los años siguientes “como consecuencia de las revueltas”. “Dependiendo del momento, Llagüezos pudo haber servido de cuartel general”, incide.
Precisamente la localización de tres llaves refuerza esta hipótesis. Una de ellas, la mayor, mide 55 centímetros y cuenta con dos dientes en la broca y una bisagra en el centro de su mango articulado. “El hallazgo de la gran llave articulada”, se lee en informe, “puede ser de especial interés porque puede estar vinculada a una puerta de entrada de los grandes edificios de los principia [cuartel general]”, lo que significa “una cierta estabilidad de las instalaciones, aun cuando fueran estivales. Es probable que se sustituyeron la tiendas de campaña por un cuartel de piedra”.
El estudio acaba calculando el número de tropas alojadas en los acuartelamientos, que oscilaba entre cinco cohortes en Coaña y Curriellos (unos 2.000 soldados) y una legión (entre 4.000 y 5.000), en Llagüezos.
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